Snowden
Snowden. (Francia, Alemania y Estados Unidos, 2016). Dirección: Oliver Stone. Guion: Kieran Fitzgerald y Oliver Stone, sobre un libro de Anatoly Kucherena y Luke Harding. Música. Craig Armstrong y Adam Peters. Duración: 134 minutos. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Melissa Leo, Shailene Woodley, Zachery Quinto, Tom Tom Wilkinson, Nicolas Cage, Scott Eastwood, Timothy Oliphant, Ben Chaplin y Edward Snowden.
Es poco menos que inútil presentar a Oliver Stone, el gran director, guionista y productor norteamericano, a quienes las personas con hábito de frecuentar el cine de nuestros días conocen más que de sobra. Con una extendida y potente carrera ya hecha y películas en su repertorio de mucha calidad y repercusión (entre otras Pelotón, Salvador, JFK: caso abierto, Nixon, Wall Street Asesinos por naturaleza, el documental Comandante (entrevista a Fidel Castro), Stone se ha transformado en una de las cabezas más lúcidas de la filmografía estadounidense actual por el carácter permanente de crítica a las lacras de su sociedad que persiguen sus trabajos audiovisuales. Es verdad, que en ocasiones ha alcanzado el gran nivel, como en JFK o Peloton, y otras veces su calidad se ve más mermada por cierto afán manifiesto de exponer lo que piensa, pero difícilmente se pueda encontrar en su trayectoria bodrios como los que suelen ser comunes en el cine de su país.
La película Snowden, sobre el consultor tecnológico norteamericano del mismo apellido (y nombre Edward) que trabajaba para la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad y se hizo famoso por revelar una vastísima red de espionaje que el gobierno de USA utilizaba para lograr información secreta de países tanto adversarios como aliados, no será recordada entre sus mejores producciones, pero tampoco se la puede desechar de plano por algunas de sus debilidades, ni mucho menos. Sobre este técnico informático y los problemas de la red de vigilancia mundial se había ya un muy buen documental, Citizenfour, de Laura Poitras, que recibió varios premios. Ese documental fue posterior al video realizado por la misma Poitras en un hotel de Hong Kong, donde Snowden reveló, a esa profesional, al abogado constitucionalista y periodista Glenn Greenwald y al también hombre de prensa Ewen MacAskill, los archivos del programa de vigilancia masiva instrumentado por el gobierno de Estados Unidos. Y que más tarde el diario inglés The Guardian difundió por todo el mundo. Obviamente, parte de esas grabaciones hechas en el hotel Mira de Hongo Kong fueron luego utilizadas por la documentalista en Citizenfour.
Stone estaba en conocimiento de este documental, pero seguramente pensó que un hecho de tal naturaleza, uno de los más importantes de comienzos de este siglo, merecía una difusión mayor que la que podía garantizarle un documental. Y entonces decidió ficcionalizar el material que proporcionaba ese documental, no sin antes hacer también una investigación propia sobre la vida de Snowden que aportara más datos para el largometraje, otros elementos que pudieran utilizarse en una ficción y que pudieran seducir al gran público. Uno de esos elementos es una historia de amor del experto en seguridad informática con la que fue y sigue siendo su actual pareja. En ella se ve las distintas vicisitudes que sufre la relación a raíz del trabajo de él, que le exige un máximo de cautela en la transmisión de sus secretos y continuos desplazamientos por distintos países. La historia realmente existió, y parece ser que esa mujer vive actualmente con Snowden en su exilio en Moscú, pero realmente es –por su contenido demasiado azucarado- uno de los flancos frágiles del film.
En gran parte, Snowden construye un thriller cibernético, al que no le faltan secuencias de suspenso y tensión, pero no excesivas porque la trama es bastante conocida y si bien el ex informante de la CIA corrió riesgos importantes, es verdad que, en todo momento preparó su estrategia como para que no pudieran detenerlo. La película comienza cuando las personas que se reunirán con él en una habitación del hotel de Hong-Kong, donde se filma el video mencionado más arriba, lo están esperando. Glen Greenwald, Laura Poitras y Mac Askilll son esas personas interpretados por los actores Zachary Quinto, Melissa Leo y Tom Wikinson, excelentes lo tres. Y en el terreno del thriller tiene una aceptable narración, solo rebajada en interés por otras secuencias de la historia, que de todos modos sirven para conocer quién fue y quién es hoy Snowden. Algunos comentarios afirman que no hay profundización en los motivos subjetivos que llevaron a ese administrador de sistemas a decidirse a perpetrar un acto como el que lo lanzó a la fama sabiendo los peligros que corría. Que su retrato solo está enfocado sobre el perfil de un hombre altruista. Al respeto habría que decir que el gesto de Snowden, más allá de otros rasgos posibles, fue en gran medida el de un altruista, pues abandonó una posición muy cómoda, en varios sentidos, por otra que no lo es en ninguna forma. Por otra parte, el film no se propuso hacer un thriller psicológico, que hubiera requerido de otro tipo de exploraciones. Y lo que se quería hacer era precisamente reivindicar que un acto así haya dejado al desnudo una trama tan perversa y peligrosa para el mundo.
En cuanto al trabajo principal, que es el de Joseph Gordon-Levitt no es el de un actor demasiado carismático. Y su composición parece estar a distancia considerable de la personalidad real de Edward Snowen, que, sin más lejos, en las filmaciones reales que se pasan de él sobre el final de la película –un hecho también criticado por considerárselo demasiado sobreabundante-, impresiona como un individuo con mayor poder de fascinación.