El emperador de París

Entretenimientos

El emperador de París. (L’empereur de Paris. Francia, 2018). Dirección: Jean-Francois Richet. Guion de Eric Besnard y el director. Música: Marco Beltrame y Marcus Trumpp. Fotografía: Manuel Dacosse. Intérpretes: Vincent Cassel, Denis Lavant, Olga Kurylenko, Fresa Mayor, Fabrice Luchini, August Diehl, Patrick Chesnais y Denis Ménochet.

Pocas biografías ofrecen un material tan entretenido y fascinante como la vida de Francois Vidocq (1775-1857 y primer director de la Brigada de Seguridad de Francia, o sea la famosa Sureté Nationale), para filmar una película que atrape al espectador de inmediato y lo mantenga clavado en su butaca. Las increíbles vicisitudes que rodearon su existencia aventurera y audaz se transformaron pronto en una leyenda que él mismo y distintos autores de su época se encargaron de difundir y ampliar mediante la ficción. Digamos que en cine, que es lo que nos convoca en esta columna, su figura había sido ya personaje central de tres largometrajes realizados en distintos tiempos: Vidocq en 1939, de Jacques Daroy; Escándalo en París (1946), de Douglas Sirk y con la actuación de Georges Sanders; y finalmente, en 2001, Vidocq: el mito, de Pitof, con Gerard Depardieu. No obstante, antes que esas producciones cinematográficas, el fantasma de Vidocq ya circulaba por la ficción novelística, porque su personalidad había sido inspiración reconocida para la creación de otros personajes que ya habían adquirido celebridad en la literatura mundial: el Vantrin, de la Comedia humana, de Honoré de Balzac, escritor que además fue su amigo; el célebre investigador August Dupin creado por Edgar Allan Poe; y, al mismo tiempo, de los dos enemigos irreconciliables de la novela Los miserables de Víctor Hugo: el fugitivo Jean Valjean y su eterno perseguidor, el inspector Valjean.
      
Esta dicotomía o desdoblamiento en dos personajes de Vidocq que notó Víctor Hugo tiene una cierta explicación: es que primer director de la Brigada de Seguridad de Francia y luego creador de la primera agencia privada de detectives que se conozca el mundo, fundada en 1833, había sido en su juventud un ladrón consumado que tuvo muchos años a la policía detrás de sus talones y que llegó a ser condenado varias veces a la guillotina, destino que siempre eludió escapándose de las prisiones en las que era encerrado, una virtud de escapista que le hubiera envidiado el gran Houdini, aquel mago húngaro cuya vida mereció también ser llevada a la pantalla. Algunos datos de la vida de Vidocq: había nacido en Arras y ya a los catorce años decidió robarle a su padre un dinero para marcharse a París y desde allí embarcarse hacia América. Pero perdió el dinero y debió ingresar a un regimiento de Bourbon. Famoso duelista -se dice que tuvo alrededor de quince enfrentamientos- se enojó y peleó con un oficial superior porque no quiso participar en un duelo, lo que le significó que lo condenaran a muerte. Fue en ese lugar que produjo su primera gran huida volviendo a Arras. Su padre lo salvó de la guillotina acudiendo a la familia Chevalier y, en canje de ese favor, lo casó con una de las hijas de ese linaje, Louise, de la que luego se separó al enterarse que lo engañaba. Ese fue su primer matrimonio, que luego terminó en divorcio,  dando lugar en otros años a nuevos casamientos. Tuvo fama de ser muy seductor Vidocq. Ya en París de nuevo se unió a una banda de atracadores, sufriendo varias penas de cárcel de las cuales logró también zafar escapándose. Incluso por esa época, se unió también a un grupo de corsarios que asaltaba embarcaciones inglesas para robarlas. 
    
Por ese entonces, en 1805, Napoleón ya se había hecho coronar emperador. Y cuatro años después, arrestado y acusado falsamente del crimen de una persona, Vidocq ofrece sus servicios a la policía francesa para detener a los verdaderos asesinos y entregárselos a cambio de su indulto. Un inspector de París, de nombre Henry en la película de Jean-Francois Richet, le sugiere que se escape y cumpla con lo prometido, cosa que él hace. Desde allí en adelante continúa su labor con la policía, en los primeros años como informante que trae noticias sobre los movimientos y planes de los maleantes y bandidos. Más tarde sugiere la formación de la Brigada de Seguridad y se pone al frente de ella. En 1824, con el rey Carlos X de Francia en el poder, ese cuerpo se convierte en un verdadero instrumento de persecución de disidentes y opositores. Muy criticado por sus métodos policiales, en 1832 es obligado a renunciar, en un preámbulo de lo que será luego la creación de la primera agencia de detectives, en la que utiliza a antiguos convictos.
       
De tan larga saga de acontecimientos, El emperador de París toma solo una parte en la vida del personaje: sus tiempos de ladrón, su escape y luego su transformación en un informante que poco a poco va creciendo en prestigio dentro de las fuerzas de seguridad hasta que le ofrecen un puesto más importante, que coincide con lo que la leyenda ofrece como su costado más romántico y no con el pasaje en que, al frente ya de la policía, comete actos que revelan su lado más frío y calculador. Pero también se le adjudican multitud de avances en el campo de la investigación criminal. Fue, por ejemplo, el primero en utilizar moldes para recoger las huellas en la escena del crimen y aportó importantes iniciativas para el desarrollo en los estudios de balística. 
    
La película de Richet tiene una excelente reconstrucción de época, que incluye por caso el momento en que se está construyendo el conocido Arco de Triunfo. Las actuaciones son también excelentes, en especial la de Vincent Cassel como Vidocq, y la de Fabrice Machine como el ministro Joseph Fouché, un tenebroso funcionario que atravesó distintas administraciones desde la Revolución Francesa en adelante, logrando siempre y gracias a su habilidad flotar y mantenerse al lado de los ganadores. Muy sensual es la intervención de la franco-ucraniana Olga Kurylenko en el papel de Roxane de Guverny, una negociadora de favores dentro de las altas esferas del poder. Una película atractiva, en definitiva, y capaz de captar el interés del público, sobre todo por los rasgos aventureros de Vidocq, pero no un gran film a la altura de esos personajes históricos y de las posibilidades que ofrecen.

Notas relacionadas