Lucky
Lucky, un joven de 90 años. (Lucky, Estados Unidos, 2017). John Carroll Lunch. Guion: Logan Sparks y Drago Sumonja. Música: Elvis Kuehn. Fotografía: Tin Suhrstedt. Intérpretes: Harry Dean Stanton, David Lynch, Ron Livinfston, Ed Begley Jr., Tom Sherritt, Berry Shabanka Nenley, Beth Grant, Yvonne Huff, Ana Mercedes, Ulisses Olmedo y otros. Duración: 88 minutos.
En un pueblo chico ubicado en el extenso desierto de Sonora, tal vez en una parte que pertenece al el estado Arizona próxima a la frontera con México, un viejo de noventa años que ya está de regreso de casi todo y suele esconderse tras la máscara de un cascarrabias, espera, y disfruta a la vez, el transcurso de los últimos días, semanas o quizás meses de su vida. Sabe que se irá pronto de este mundo y siente miedo ante ese hecho misterioso que es la muerte, pero no se deja vencer por la depresión y enfrenta ese epílogo, ese tramo último de su existencia con dignidad. Se levanta cada día y hace ejercicios de yoga que le han recomendado, desayuna y marcha luego a la cafetería en la que se encontrará con sus amigos del lugar y vecinos para compartir puntos de vista con ellos o diálogos pasajeros, siempre atento a lo que le dicen y a la posibilidad de incorporar algún nuevo conocimiento en su vida.
Esa áspera escenografía, que no es la de las arenas del Sahara, sino la de una tierra dura para sobrevivir por sus fuertes vientos y el sol cegador, pero en la que crecen cactus de hasta quince metros de alto (los famosos sahuaros) y animales diversos, es el desierto de los viejos cowboys del oeste. Y sirve de marco perfecto para una historia donde su protagonista es también un ser enjuto de carnes y cuya existencia nunca fluyó entre algodones, acostumbrado a la esterilidad de lo escaso, pero tenaz y duradero como esa planta gigante y espinosa de esos parajes, que puede vivir hasta doscientos años. Ese es Lucky, un hombre de buen corazón, algo insondable, pero que desea, pese a su longevidad, seguir maravillándose con su entorno, como si fuera un niño que empieza a crecer y abre ante la luz de cada día grande sus ojos.
Lo extraordinario de esta sencilla y refinada película es que el personaje de Lucky está interpretado por Harry Dean Stanton, el recordado Travis de París Texas, el hombre que volvía para reencontrar a su mujer y entregarle al hijo que había abandonado y dejado con otros parientes. Muchos creen que algunos de los rasgos de este personaje son los del mismo actor real, en especial ese cierto halo enigmático que parece haber rodeado su vida. Al filmarse la película, el intérprete tenía también 90 años y no pudo verla en su estreno porque murió poco antes de que se diera a conocer. Stanton fue un actor que trabajó durante setenta años en Hollywood, convocado siempre para componer individuos de carácter en papeles secundarios. Su gran rol, aparte de éste, que parecería ser un homenaje deliberado y póstumo a su tesonera carrera, fue París Texas, de Win Wenders y escrita por Sam Shepard.
Sobre la vida real de Stanton, la cineasta Sophie Huber filmó un documental en 2012, Partly Fiction, que lo mostraba como un hombre nihilista y desesperanzado. Si ese fue en verdad el rasgo dominante de su personalidad, en la película el director, John Carrol Lynch, prefiere, en cambio, exponer a un viejo que, sin aferrarse a ninguna esperanza errática, ha decidido, sin embargo, escanciar hasta la última gota de la belleza y el deslumbramiento que le brinda la naturaleza, los hechos de cada día. Hay que anotar que Lucky es la ópera prima de John Carrol Lynch, otro actor de papeles secundarios, pero uno de los más codiciados por el cine y la televisión de los Estados Unidos. Este artista decidió ahora filmar y lo ha hecho con tan entrañable emoción, humor sutil y delicadeza estética, que ha sido distinguida por una enorme y merecida cantidad de premios en su recorrida por los festivales.
Además de escenas sencillas y preciosas, como esa en la que Lucky canta a capella, ante un grupo de mexicanos, la canción “Volver, volver”, el film nos regala muchas otras en la que se lucen junto a Stanton figuras como la del director David Lynch o Tom Skerrill. El primero hace un viejo excéntrico que en el bar se conduele de sí mismo por haber perdido una tortuga que era lo único que lo acompañaba desde la muerte de su mujer. El otro, que actuó con Stanton en infinidad de películas, hace de veterano de guerra. Un dato interesante más: además de Lucky, la última aparición que hizo Stanton fue en la tercera temporada de la famosa Twin Peaks, precisamente de David Lynch. Realmente, una de esas películas que no hay que perderse. La historia comienza y termina con esa tortuga perdida cruzando el desierto como una metáfora de lo que puede ser la vida en ese lugar. Lucky, sin embargo, como un rasgo típico del hombre frente a la muerte, lo ignoto o la inmensidad de lo que supera el entendimiento –ese devenir inapresable del universo-, usa una opción que no puede usar el galápago: darle a lo que significa su modesto paso por la tierra un sentido, que en su caso es el placer de haber sido testigo de esa maravilla que es la vida.