La mula
La mula. (The Mule. Estados Unidos, 2018). Dirección: Clint Eastwood. Guion: Nick Schenk y Sam Dolnick. Fotografía: Yves Belanger. Música: Arturo Sandoval. Intérpretes: Clint Eastwood, Bradley Cooper, Michael Peña, Taisse Farmiga, Laurence Fishburne, Alison Eastwood, Dianne Wiest, Andy García y otros. Duración: 116 minutos.
No hay muchos papeles protagónicos en cine para un hombre que está llegando a los noventa años. Y Clint Eastwood, que tiene 88 años y ha dirigido 37 películas y actuado en 70, no lo ignora. Y eso porque ha comprobado a través de su larga carrera que en Hollywood y otras industrias cinematográficas del mundo los personajes importantes concebidos para viejos circulan bastante menos que los escritos para gente más joven. Pero claro, siempre hay excepciones, y eso le ocurrió al conocido realizador hace un tiempo al despertarse y leer The New York Times Magazine, que informaba que un individuo de de 90 años, tez blanca y ojos azules, dos rasgos similares a los suyos, había sido detenido por transportar ilegalmente de México a Estados Unidos doce cargamentos distintos de cocaína, contratado por el Cartel de Sinaloa. El anciano, aprovechando su edad y su aspecto de norteamericano clásico, pasaba al parecer bastante inadvertido y se había convertido en la “mula” preferida de ese grupo de narcotraficantes hasta el día en que fue descubierto.
A Clint le debe haber caído mejor que nunca su desayuno esa mañana. Allí había un personaje que le caía redondo para hacer una nueva incursión actoral en una película que, obviamente, también dirigiría. El caso era real y había detrás de él una investigación de la Drug Enforcement Administration (DEA), un organismo norteamericano especializado en la lucha contra el narcotráfico, pero no siempre con mucha eficacia, como lo demuestra la penetración permanente de la droga en el país del norte. Es muy posible que el director haya tomado conocimiento de algunos aspectos del trabajo concreto del anciano detenido, sobre todo para, a partir de los hechos narrados en la pesquisa, darle un encuadre veraz de sus movimientos a través de los dos países. Pero sin duda, lo que más le interesó fue la historia que podía esconder detrás de esa cáscara de realidad y que sería la que le encargó a Nick Schenk, el mismo guionista que escribió le escribió el libro de Gran Torino, una de sus grandes películas estrenadas en 2008.
Esa historia es muy posible tenga poco y nada que ver con la vida del traficante arrestado y sí se acerque mucho más al universo emocional de Eastwood en estos días, que, como a la mayor parte de los hombres y mujeres de edad avanzada, debe sentir ante la proximidad de su fin una especie de necesidad de hacer un balance o ajuste de cuentas de lo que fue su propia existencia. El personaje creado en la ficción de La mula se llama Earl y es un veterano de guerra y fruticultor en la actualidad, que ha ganado muchos premios en su labor, pero muy poca plata para sostener a una familia y al que las deudas lo agobian, al punto que en el inicio del film la casa donde vive se pone a remate para saldar esos débitos. Se ha peleado con su ex mujer y su hija mayor, que no le hablan hace años y le reprochan a él haberlas abandonado por dedicarle más tiempo a ese trabajo –desde hace ya tiempo poco rentable- y haberse gastado parte de dinero que ganaba en las juergas y diversiones con sus amigos. El único vínculo real y cariñoso que mantiene es con su nieta, a quien va a visitar en vísperas de su casamiento, pero sin dejar de provocar por esa presencia la irritación de su mujer y su hija y una discusión destemplada con ellas.
Es en ese lugar al que ha asistido, y ante la evidencia de que al hombre lo han echado de su vivienda, uno de los amigos de su nieta (o por lo menos un invitado a la fiesta que se hace en ese sitio) se le acerca y le comenta que tiene unos conocidos que le pueden ofrecer un trabajo bien remunerado por trasladar mercaderías de México a los Estados Unidos. Y así comienza la nueva labor de Earl durante doce travesías en las que junta suficiente dinero para pagarle los estudios a su nieta, recuperar un centro de diversión de los ex veteranos de guerra y tener otros gestos solidarios con sus seres cercanos. Durante su último viaje, su nieta lo llama diciéndole que su ex mujer y abuela de ella está grave en su casa. En el hospital la han desahuciado y la enviaron a su domicilio para que muera allí. Él retrasa la entrega que debe hacer de la mercadería y se dirige a ver a su mujer y, frente a ella y luego su hija, hace un sobrio y seco mea culpa –muy al estilo de Clint Eastwood-, pero lo suficientemente conmovedor para el espectador. Luego lo detendrán, no sin antes provocar un clima de verdadera zozobra entre los narcos por su atraso.
En líneas generales, el de La mula es un relato de narración clásica, sencillo, pero preciso y pulcro, donde no falta ni sobra nada. Y que tiene momentos de suspenso y tensión –sobre todo en la relación del anciano con los narcotraficantes-, pero que nunca llegan a situaciones exageradas o ripiosas que quiebre la sobriedad de lo que se cuenta. La dirección de Eastwood es impecable, lo mismo que el guion. La actuación de él es también satisfactoria, aunque uno nunca debe esperar de las actuaciones del director un alto nivel de expresividad. En cambio es excelente por la hondura de su composición el trabajo de Dianne Wiest como su ex mujer y muy buenas las labores de Alison Eastwood (hija en la ficción y la realidad de Clint) y de Bradley Cooper como el agente especial de la DEA.