El secreto de Kalinka
El secreto de Kalinka. (Au nom de ma fille. Francia/Alemania, 2016). Director: Vincent Garenq. Guion: Julien Rappeneau y Vincent Garenq. Fotografía: Renaud Chassaing. Música: Nicolás Errera. Intérpretes: Daniel Auteuil, Sebastian Koch, Marie-Josée Croze, Johannes Oliver Hamm, Cristelle Cornille, Ema Benson, Lilia-Rose Gilberti y otros. Duración: 88 minutos.
Con suficiente inteligencia y sin apelar a golpes bajos, el director francés Vincent Garenq tomó un caso real de muerte dudosa ocurrido en Francia en la década de los ochenta y lo transformó en un perturbador y efectivo thriller, muy bien sostenido por esa figura actoral indiscutida y múltiple que es el actor Daniel Auteuil. El hecho de la realidad al que se refiere la película es la muerte en julio de 1982 de la adolescente de 14 años Kalinka Bamberski durante unas vacaciones que pasa, junto a su hermano menor, en la casa de Alemania donde vive la madre y el marido de ésta, el prestigioso cardiólogo alemán Dieter Krombach. Resulta que la madre de Kalinka fue mujer varios años antes del contador André Bamberski (Daniel Auteuil) y se separó de él luego de conocer en un viaje turístico en Marruecos al médico alemán. Después de la separación de sus progenitores, los dos hijos del matrimonio se quedan a vivir con el padre, pues éste le hace a su mujer juicio por adulterio y se queda con la custodia de ellos. Y unos años después, en 1980, los chicos, ya más grandes, van a visitar durante unas vacaciones a la madre a Alemania.
Lo que ocurre durante ese viaje es que Kalinka, la hija mayor del ex matrimonio, fallece al parecer de muerte accidental. Enterado, el padre viaja a Alemania y obtiene los resultados de la autopsia y la hace traducir al francés. A pesar de que el deceso se califica de accidental, el padre, gracias al asesoramiento de algunos médicos, puede detectar en las descripciones de ese estudio post-mortem algunos indicios que indicarían que su hija recibió un medicamento altamente tóxico y que, además, fue supuestamente violada. Le basta tener esos datos para iniciar una verdadera persecución durante varias décadas para hacer encarcelar al autor de ese supuesto homicidio, que es nada más ni nada menos que el padrastro de la chica, el alemán Krombach. Su obcecación parece al principio el resultado de un deseo de venganza contra el hombre que le birló a su mujer, pero poco a poco otros hechos van confirmando que efectivamente el médico es un violador al que varias otras adolescentes van acusando ante la justicia de su país en distintas épocas.
Veintisiete años tardó André Bamberski en enfrentar y lograr arrancarle algún resultado al aparato jurídico y legal que, primero en Alemania se negó a extraditar a su ciudadano y luego en Francia se hizo eco de distintas presiones del gobierno teutón, relacionadas con intereses políticos ajenos al derecho. Finalmente, Bamberski logrará, sobre todo mediante un procedimiento cercano a la justicia por mano propia, que se detenga a Krombach en Francia y se lo lleve luego a la cárcel tras un juicio donde se lo acusa por el asesinato de una natural del país. Garenq, que ha filmado ya películas como L’Enquete y Como los otros, y también algunas series televisivas, logra bien en este trabajo los climas del relato, al punto que en muchos pasajes el espectador puede sospechar que Bamberski se ha vuelto loco, llevado por una obsesión que incluso lo hace abandonar su profesión de contador para dedicarse en forma exclusiva a perseguir al responsable de la muerte de su criatura. Pero fuera de las propias tensiones y suspensos que obtiene la narración, la película se presenta también como un retrato crudo de la insensibilidad de las burocracias europeas, de su escaso apego a los ideales de justicia, por más que lo pregonen.
El director francés partió de una biografía de Bamberski como material para elaborar su guion. Esto hace que toda la trama esté presidida por la presencia casi excluyente de su figura como protagonista del largometraje y que abreve en su punto de vista como única guía y explicación de la historia. Y al respecto la pintura de la madre toca un límite que realmente produce escalofrío, pues en todo momento y aún con las pruebas a la vista defiende al cardiólogo y afirma que pondría las manos en el fuego por él. Tal vez las cosas no hayan pasado tan así en lo real, pero no hay tampoco que descartarlo. Pero, en todo caso, su retrato la deja muy mal parada. Y no tiene pasajes del film que rescaten una visión más a fondo de su psicología. Pero, bueno, todo el propósito del film es otro: reivindicar la cruzada justiciera de este hombre que sacrificó su vida por honrar la memoria de su hija y por hacerle justicia. El título original de la película en francés puede traducirse como En el nombre de mi hija, que aunque no sea muy original responde bastante mejor a lo que plantea la narración que el que le pusieron en Buenos Aires. El trabajo actoral de Auteuil es inmejorable, pero junto a él los demás acompañantes del elenco no desentonan en ninguna circunstancia.