El reencuentro
El reencuentro. (Sage femme, Francia, 2017). Guion y dirección: Martín Provost. Fotografía: Yves Cape. Edición: Albertina Lastera. Música: Grégoire Hetzel. Intérpretes: Catherine Deneuve, Catherine Frot, Olivier Gourmet, Quentín Dolmaire, Myléne Demongeot, Pauline Etienne, Audrey Dana y Marie Paquini. Duración: 117 minutos.
Comedia dramática del director y guionista Martín Prevost, al que ya se conoce por Séraphine (que recibió siete premios César) y Violette, El reencuentro es una película grata, muy medida en las dosis que introduce de humor, amor o emoción, que nunca llega a lo sublime, pero que nadie dejará de ver sin placer, sobre todo si repara en la interpretación de sus dos principales figuras, Catherine Deneuve y Catherine Frot, dos actrices formidables del cine francés. La historia habla de una reconciliación entre dos mujeres muy distintas y de distinta edad a las que la vida ha separado, pero vuelven a verse y, después de un choque inicial, pueden ir reconstruyendo el vínculo de amistad y afecto.
Una de ellas es Claire (la Frot), que es una cincuentona que trabaja de obstetra en un sanatorio de pueblo y es muy querida por la dedicación y amor con que se vuelca a su profesión, que es la de traer niños al mundo. Tiene un hijo de padre desconocido que estudia medicina y una existencia relativamente tranquila si es que se excluyen los llamados de urgencia para solucionar algún parto difícil. No bebe ni fuma y tampoco tiene a esta altura de su vida una relación con ningún hombre, lo cual a falta de otras distracciones importantes hace su vida algo reiterativa. Todo lo que la moviliza está en su trabajo, pero la clínica en la que se desempeña está por cerrar por razones económicas. No dan los números y en el capitalismo actual eso es fatal.
La otra es Beatrice, que ya debe estar rondando los setenta. Conoce a Claire de su infancia y adolescencia, cuando ella era pareja de su padre, un nadador famoso, y tiene bellos recuerdos bellos de su relación con la niña de entonces, cortada abruptamente cuando decide separarse del hombre. Beatrice es una mujer que quiere vivir su existencia a pleno, comer bien, beber y en lo posible ganarse unos pesos en el juego para sobrevivir. Duerme en una departamento que le prestó un amigo que se fue de viaje, pero no tiene idea de cómo puede ser su futuro ni próximo ni lejano. Para peor, le han diagnosticado un tumor en el cerebro y por eso decide llamar a Claire, porque quiere ajustar cuentas con su memoria y dejar las cosas claras. Pero, ella no sabe que después de dejar a aquel hombre, el nadador, éste se suicidó. De modo que, el primer encuentro con Claire, será ríspido. Pero los vínculos irán mejorando. Sin embargo, a Beatrice le queda poco tiempo de vida.
En el transcurso del relato irán ocurriendo otros sucesos: el hijo de Claire deja de estudiar medicina y a la vez le presenta una novia a su madre y le anuncia que será padre. La mujer, por su parte, y tal vez por influencia del temperamento libertario y cargado de pasión de Beatrice, iniciará una relación con un camionero de rutas internacionales, que la hace feliz. Tanto el trazo de este personaje como el del hijo son acaso un poco lineales, planos, en un evidente esfuerzo del guion por reforzar como conflicto central el nexo entre las dos mujeres. El camionero está interpretado por Olivier Gourmet, un excelente actor que suele trabajar bastante con los hermanos Dardenne. Él y las dos mujeres se llevan las mejores palmas en materia de interpretación. Catherine Deneuve, como esa mujer que aun en medio de su decadencia no quiere renunciar a la elegancia ni al deseo de disfrutar, le saca mucho jugo a su sabiduría cinematográfica. Catherine Frot, en cambio, es más cuidadosa en su expresividad, como se lo pide el personaje, pero exacta para transmitir cada uno de sus diversos estados de ánimo. Ambas, en ese contraste, realmente seducen. En fin, una película que, si no se tiene la pretensión de ver algo fuera de lo común, puede ofrecer al espectador un momento muy placentero. El que tenga ya alguna edad verá episódicamente la aparición de Myléne Demongeot, que a pesar de su edad conserva en su rostro destellos de aquella belleza que supo dejarnos pasmados.