Crítica de cine: Zaneta
El racismo no es plaga de un solo país, sino una suerte de patrimonio universal de la intolerancia cultural y social practicada por muchas naciones del planeta. Y aunque los destinatarios de ese odio y rencor tengan nombres diferentes, según la latitud donde ese estigma se manifiesta, el núcleo discriminador está alimentado por una similar ideología reaccionaria y de derecha. Europa, como si no le hubiera bastado ser uno de los escenarios principales de la barbarie nazi, viene cobijando cada vez más en los últimos años una brutal a xenofobia contra los inmigrantes que llegan a sus playas corridos por el desamparo y el hambre provocados por las guerras que impulsan las grandes potencias. Cada vez más crecen los grupos ultranacionalistas y conservadores que, pretextando luchar contra la crisis desatadas por el modelo neoliberal, en rigor impulsa en regreso a los regímenes de mano dura y mayor regresión social todavía.
Los romaníes son una minoría muy extendida en tierra checa desde hace mucho tiempo. Siempre hubo, en lo que la hasta hace algunos años fue la Checoeslovaquia, sectores de la población que miraban con mala cara a esa comunidad, considerándola de menor calidad que otras de un origen distinto (algo parecido a lo que ocurre entre las capas medias argentinas con los bolivianos, paraguayos o peruanos). Durante los gobiernos socialistas anteriores a la caída del Muro de Berlín se los amparaba más, como ha contado el director y guionista de ésta película, dándoles trabajo y casa, pero se los discriminaba culturalmente porque no sabían el idioma o tenía hábitos distintos. Y eso los llevaba con frecuencia a las cárceles. Con la división de esa antigua nación en República Checha y Eslovaquia, cuando entró en crisis el socialismo real, la discriminación y la violencia no hicieron más que empeorar de forma alarmante, pero también las condiciones de vida de esa población, que sufre problemas cada vez más graves de falta de trabajo y resguardo social. Esta película del realizador Petr Václav, autor también de Marian (1996), vuelve al tema de los romaníes y lo actualiza con una visión que, por momentos, tiene contornos de injusticia realmente escalofriantes.
Lo hace a través del relato de la historia de Zaneta, una joven gitana que ha abandonado sus estudios tempranamente –ya por dificultades en su familia de origen- y que choca con uno y otro obstáculo para emplearse. Ella vive en un departamento que alquila con su esposo, que sufre idénticas dificultades, un hijo pequeño y una hermana adolescente, cuyo único deber es estudiar, sobre todo aguijoneada por Zaneta, pero que lo hace de muy mala gana, porque también sufre los trastornos del medio. La trama cuenta el vía crucis por el que pasa la protagonista que quiere tener una vida decente y se enfrenta más de una vez a su marido, quien, agobiado por el cúmulo de escollos que se le presentan, se tienta en más de una ocasión con la posibilidad de dedicarse a robar. El panorama es desazonador para ellos: lugar al que llegan le imputan o que no tiene adecuada formación o los discriminan por ser gente de “color”. La peripecia no se cierra –porque con la realidad que sigue viviendo esta comunidad en aquel país no se justifica ninguna solución demasiado optimista-, pero deja como compensación el fuerte, el vigoroso retrato de una joven atravesada por un espíritu límpido y tenaz, que pelea a brazo partido y nos hace acordar a muchas de las lúcidas y valientes mujeres que en todo el mundo bregan por sus derechos. En la piel de la joven actriz Klaudia Dudová, esa Zaneta se convierte realmente en un personaje memorable. Hay que decir que Zaneta tiene un cast de actores no profesionales. Recibió siete premios en el Festival de Karlovy Vary y llega con un poco de atraso a Buenos Aires. El director, que es además guionista y documentalista y reside en Francia, hizo después de este film otras dos ficciones, que aún no se conocen acá: We are never alone, definida como una “comedia desoladora”, y Skokan, que cuenta las aventuras de un ex presidiario que sale de la cárcel y decide irse al festival de a Cannes como una manera de salir de su crisis personal y la falta de trabajo. En ella trabajan actores que han estado en Zaneta. También hizo un documental sobre el músico checo Josef Myslivecek, que vivió en la época de Mozart y cuya memoria ha quedado injustamente relegada.