Crítica de cine: Wakolda
Wakolda. (Argentina/Francia/España/Noruega, 2013). Dirección y guión: Lucía Puenzo. Fotografía: Nicolás Puenzo. Edición: Hugo Primero. Música: Daniel Tarrab y Andrés Goldstein. Intérpretes: Àlex Brendemühl, Natalia Oreiro, Diego Peretti, Elena Roger, Florencia Bado, Guillermo Pfening, Anita Pauls y Alan Daicz. Duración: 94 minutos.
Película elegida por la Academia de Cine Argentino para representar al país en la ceremonia de los Oscar de Hollywood, Wakolda, de la escritora y cineasta Lucía Puenzo (XXY, El niño pez), es una realización con muy buena reconstrucción de época (1960) y algunas virtudes narrativas que justifican el interés despertado durante algunas semanas en las salas de cine. En estos días se estrenaba en España y Francia y se descontaba que, conocida en Estados Unidos, por las características del tema tendrá también allí un mercado seguro.
La historia, basada en una novela de la propia directora, describe la llegada de un doctor alemán a la comunidad de Bariloche y su relación con una familia del lugar que recibe en herencia una hostería frente al lago Nahuel Huapi. La protección que le da la comunidad teutona en esa ciudad del sur argentino y sus trabajos de experimentación permiten descubrir que el personaje es Joseph Mengel, médico, antropólogo y criminal de guerra nazi, que participó en el exterminio de miles de personas en los campos de concentración y que luego de la caída del régimen fue perseguido tenazmente durante años hasta que una versión lo da por muerto en Brasil. Hay una fotógrafa que en el momento en que se desarrolla la película, 1960, le está siguiendo los pasos –al servicio de quienes lo quieren capturar, los israelíes- y él está alerta porque sabe que sus perseguidores lo rastrean por todos lados.
Con ese material, la directora organiza un film de intriga internacional y una buena dosis de suspenso que, no obstante, no termina con sus objetivos allí. Hay como subtramas dentro del núcleo dominante de la obra, la más interesante de las cuales es el peligroso vínculo entre el doctor y una hija del matrimonio, Lilith, de 12 años, que habiendo nacido sietemesina tiene problemas del crecimiento y despierta la atención, no desprovista de perversidad, del recién llegado. Esta subtrama provee algunos de los momentos de mayor tensión de la película, aunque se debilita luego al trasladarse el interés del médico –y del espectador- a dos bebés recién nacidos de la señora del matrimonio, desaprovechando lo que hubiera podido ser una situación de más tensión con la adolescente.
El nivel actoral de este largometraje va lo de muy bueno a lo correcto. Como el doctor Mengele el trabajo del catalán Àlex Brendemühl es excelente y también la actuación de la niña Florencia Bado, un verdadero descubrimiento. Muy bien está también la participación de Elena Roger como la profesora. Diego Peretti y Natalia Oreiro cumplen sus papeles con mucha profesionalidad, pero sin brillar como en otras ocasiones.