Crítica de cine: Séptimo



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Séptimo. España/Argentina, 2013. Dirección: Paxti Amezcua. Guión: Paxti Amezcua y Alejo Flah. Fotografía: Lucio Bonelli. Música: Roque Baños. Elenco: Ricardo Darín, Belén Rueda, Luis Ziembrowski, Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo, Jorge D’Elía. Dirección: 93 minutos.  

 Coproducción argentino-española, Séptimo es más una película nacional que de origen europeo, eso a pesar de que su director, su actriz principal y su guionista son de origen hispánico, sobre todo porque está rodada totalmente en Buenos Aires y sus personajes decisivos son netamente del país. Pero, bueno, estas coproducciones, además de permitir mejores financiaciones, logran también una repercusión internacional distinta al ampliar de partida su mercado a dos países. Se trata de un thriller dramático que bien podría haber tomado por el camino de la ciencia ficción para contar la historia prefiere, sin embargo, la opción realista, lo cual es una elección legítima pero que, por algunas circunstancias del guión, no logra un resultado por completo satisfactorio.

      Se trata de un padre separado que va a buscar a sus hijos para llevarlos a la escuela. Él baja del departamento ubicado en el séptimo piso por el ascensor y ellos, en un juego que es frecuente entre los niños y su progenitor, por la escalera. Al llegar a planta baja, sin embargo, el hombre no los encuentra. Los llama y sube por todos los pisos y no están. Le pregunta al portero si los ha visto salir y le contesta que no. Se han evaporado. ¿Qué sucedió? El estupor del padre, un abogado astuto y que sabe pleitear sin que le tiemble el pulso frente a los otros, pero que se desestabiliza muy fácil frente a la idea de que alguien pueda dañar a sus hijos, y su pronta desesperación serán el motor de una carrera desenfrenada en búsqueda de la verdad que se esconde tras la misteriosa, casi mágica desaparición.

      La película está muy bien filmada y editada, tiene excelentes actuaciones y una fotografía impecable, y mantiene en vilo al espectador en la mayor parte de su desarrollo. Al respecto hay que decir que el trabajo de Darín, un especialista a esta altura del partido en este tipo de policiales, es descomunal, no solo por su interpretación del descontrol de su personaje, sino también por la exigencia física a la que lo somete toda la acción que hay en la película: debe subir y bajar escaleras una y otra vez, correr por las calles, amenazar personas, tensarse y aflojarse. El desafío es grande y sale muy airoso de él. Está muy bien acompañado además por Ziembrowski, Santoro y D’Elía en papeles mas reducidos pero contundentes. En el caso de la actriz española Belén Rueda el rendimiento no es tan alto. Si bien tiene una cara interesante hay como cierta rigidez en su personaje.

     Lo más flojo de este largometraje, después de acaparar y mantener en alto nuestra atención sobre gran parte del desarrollo de la historia, es su final, su resolución, que deja abierta una cantidad de dudas acerca del guión, que es responsabilidad de Alejo Flah, que es un debutante y en este caso se nota, más allá de la responsabilidad que le cabe también al director en cómo concluye la trama. La película trabaja a favor de la necesaria angustia que produce en el espectador la posibilidad de enfrentarse a una situación similar, pero no llega al epílogo con la misma nobleza de recursos con los que mantuvo la tensión y el interés del público.    

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