Crítica de cine: Post Tenebras Lux



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Post Tenebras Lux.  Origen: México, Francia, Holanda y Alemania, 2012. Guión y dirección: Carlos Reygadas. Fotografía: Alexis Zaba. Música: Gilles Laurent. Intérpretes: Adolfo Jiménez Castro, Nathalia Acevedo, Willebaldo Torres, Ruth Reygadas, Eleazar Reygadas y otros. Duración: 120 minutos.

Como ha ocurrido en otras ocasiones, la presentación de una nueva película de Carlos Reygadas ha dado lugar a una intensa polémica, sobre todo en Cannes donde una parte de los críticos exaltó su película como una obra maestra y otra la denostó calificándola de fraude. En verdad, el cine de este director mexicano (abogado y diplomático de profesión en sus comienzos y cineasta autodidacta por añadidura después de haber sido rechazado en su pedido de ingreso a una escuela de cine de Bruselas), puede gustar o no gustar, pero difícilmente acepte un cuestionamiento por razones de calidad. Es un cine extraño, magnético y de una enorme belleza formal, como si el autor hubiera sido capaz de mezclar la rareza de las películas de Luis Buñuel –con el cual tiene un claro parentesco y no solo porque éste último cineasta filmó en México- con el despliegue visual sorprendente de Tarkovsky.
   Reygadas va por su cuarto largometraje, además de haber hecho varios cortos. Japón, el primero de ellos, recibió una mención especial en la competencia la Cámara de Oro del Festival de Cannes. La batalla del cielo, en cambio, se presentó en esa misma muestra sin obtener distinciones. Luz silenciosa (Stellet Licht) ganó otra vez en Cannes el premio del jurado y Post Tenebras Lux en el mismo festival de 2012 el premio al mejor director. Los galardones no siempre garantizan, como lo demuestra la historia de los Oscar, productos impecables, pero la continuidad de distinciones en un encuentro tan prestigioso como el de la ciudad francesa difícilmente se pueda atribuir a la casualidad.
   El espectador debe saber, sobre todo si es muy adicto al cine de acción o al que le cuenta una historia más o menos lineal, que en Reygadas no encontrará nada de eso, sino una sucesión de imágenes deslumbrantes y escenas narradas a veces con cierto desorden o en forma fragmentada, pero sin un objetivo, ni de manera gratuita. Son imágenes que penetran por los sentidos, en especial a través de los ojos y los oídos, y se deslizan levemente hacia el cerebro el espectador donde comienzan un lento trabajo de decodificación para que éste intente, con esas visiones y los diálogos que producen los personajes, armar una significación, que nunca es unívoca ni garantida.
    Post Tenebras Lux comienza mostrando un paisaje rural –la primera escena es magnífica y produce una inquietud sobrecogedora, apelando solo a la luz y algunos efectos de la propia naturaleza- donde se halla una casa habitada por Juan, su mujer y sus dos hijos pequeños. Al parecer el hombre ha ido a ese lugar para cambiar de vida, para escaparse de la ciudad, pero pronto descubrirá que el propio campo puede ser una fuente de considerables peligros, como si en esas latitudes algo se cobrara el precio de lo que el hombre hace devastando el medio ambiente.
    El director contó en un reportaje que la historia que narra tiene algo de autobiográfico –él mismo se fue del Distrito Federal y se ubicó en una finca rural- y sus dos hijos pequeños, la casa y sus perros intervienen en la película. Pero, afirmó también que no se identifica con los personajes del filme ni se lanzó a rodarlo para contar su vida algún aspecto de su vida, sino para expresar, simplemente, sus puntos de vista artísticos, sus opiniones y tal vez por qué no también sus miedos. En la descripción de esa familia insatisfecha –como en las otras que hacen fiestas suntuosas o recorren el mundo en busca de nuevas experiencias sexuales- Reygadas expone la idea de un mundo desconcertado y pesimista respecto a lo que ocurre alrededor suyo.
    Un mundo al que el exceso de racionalidad –o esa categoría que la Escuela de Frankfurt llamaría la razón instrumental-, la cultura o la fragmentación de lo social lo han llevado hasta límites donde se ha perdido por completo el deseo fundante de lo natural. En fin, lejos de aburrir, la película de este director mexicano puede, al espectador sensible y no afecto a las prácticas rutinarias, estimularle el pensamiento o hacerle ver cuántas de esas sensaciones, inquietudes o incertidumbres que surgen de la simple mirada de las imágenes son las suyas propias. Es difícil que luego de verla alguien no se quede largo rato comentando sus secuencias. Un don que no es común en esta época dominada por el cine pasatista y de puro efecto.   
       

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