Crítica de cine: Los amantes pasajeros
Los amantes pasajeros. España 2013. Dirección y guión: Pedro Almodóvar. Montaje: José Salcedo. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: Alberto Iglesias. Intérpretes: Carlos Areces, Javier Cámara, Lola Dueñas, Cecilia Roth, Raúl Arévalo, Hugo Silva, Antonio de la Torre, José Luis Torrijo, Antonio Banderas, Penélope Cruz, etc. Duración: 90.
Pedro Almodóvar, sin dejar de apelar a ese humor que siempre ha caracterizado su poética, venía recorriendo en los últimos años, y con mucha calidad, el terreno del drama. No hay más que acudir a La flor de mi secreto, La mala educación, Los brazos rotos o La piel que habito para recordar cuánto nos habían impresionado esas películas, trabajadas con una hondura que hablaban de un Almodóvar más maduro, más reflexivo de los problemas humanos. Pero, Almodóvar es Almodóvar, y nunca se divorció por completo de su humor, de la veta de la comicidad, aunque contándonos historias que nos hicieran llorar mucho. Y hace poco avisó que volvería a hacer una comedia neta, como aquella con que sorprendió al mundo cinematográfico en la época del destape español: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Laberinto de pasiones o Entre tinieblas, por citar algunas.
Y cumplió. Y se echó a rodar Los amantes pasajeros, cuya peripecia transcurre casi totalmente en el interior de un avión que, por problemas técnicos, tiene que intentar un aterrizaje de emergencia con mucho peligro para sus pasajeros no sólo por las dificultades que implica la maniobra sino porque no hay prácticamente aeropuertos a disposición debido a que muchos de ellos han sido cerrados por la crisis económica. Era harto improbable que a este Almodóvar de 64 años, que salió a protestar contra el envío de tropas españolas a Irak y se ha pronunciado en otras cuestiones políticas, le resultara indiferente lo que pasa en estos momentos en su país, sumido en una crisis descomunal que no es necesario precisar porque los diarios la reflejan casi a diario.
El propio dato de los aeropuertos cerrados es totalmente real. Hay diecisiete clausurados por investigaciones relacionados con actos de estafa. Entonces, ese avión averiado, en el que los pilotos y sus ayudantes deciden dormir al pasaje para que no se entere de la avería y de los problemas que sufre la travesía aérea, se transforma en una nítida metáfora de la España actual, donde, a pesar del riesgo de muerte (en la península el nivel de suicidios ha aumentado notablemente) todo se silencia. Esto mientras las clases altas o sus representantes políticos siguen metiendo la mano en la lata o entregándose a francas francachelas.
El humor del director manchego es tan vitriólico, que la película incluso roza de manera bastante directa a la propia monarquía y sus costumbres, algo que no era usual en España hasta hace poco. Una parte de la crítica ha recibido mal a Los amantes pasajeros. Tal vez injustamente, porque sin estar a la altura de sus mejores filmes, no es para nada un producto menor. Es verdad que a veces las metáforas son demasiado simples o un poco obvias, pero hay toda una tradición del cine español que tiene que ver con la sátira política, como lo fue la encarnada por Luis G. Berlanga, que dio películas extraordinarias a las que este trabajo de Almodóvar se podría sumar sin temor a sufrir una capitis deminutio.
Un cine regocijante, ácido, algo nostálgico en este caso, pero que, en medio de la hipocresía general del establishment y de algunos de sus voceros, tiene la valentía de decir lo que hay que decir. Como ha afirmado el director: no trató de hacer otra cosa que darle un poco de alegría a un público que soporta una crisis muy dura. Y lo hace tomándose las libertades que cree necesario tomarse –como hace a menudo también Woody Allen-, brindándole al espectador un humor zafado, por momento apocalíptico, como es la marca del autor, un humor que al tiempo que lo hace reír le muestra también cómo son las cosas, como ha sido desde Aristófanes en adelante. Y con un elenco de perillas, que se saca chispas.