Crítica de cine: El pasado
Una nueva realización del creador de La separación, aquella película de 2011 que ganó el Oso de Oro de Berlín ese año y el Oscar a la mejor película extranjera del año siguiente. En esta nueva historia, el director iraní Asghar Farhadi, retoma un tema familiar y las controversias surgidas en torno a la ruptura de vínculos de las parejas.
En este caso, Marie (una Berénice Bejo estupenda) convoca a su ex marido Ahmad (Alí Mossafa) a París para divorciarse. Él está ahora en Irán y se han separado hace algunos años. Ella vive en la actualidad con dos hijas de su primer matrimonio –anterior al de Ahmad-, su nuevo compañero Samir y un hijo de éste. Y lo que quiere es disolver la relación para casarse de nuevo.
En torno a un conflicto que podríamos llamar inicial –parece que Marie no ha procesado del todo su separación de Ahmad y éste se siente algo culpable por haberse ido abruptamente, abandonándola con sus dos hijas- se empiezan a tejer otras peripecias que van dándole mayor turbulencia y densidad a la trama sentimental. En esta descripción de lo que ocurre entre los protagonistas y los personajes que se mueven a su alrededor, Farhadi demuestra ser una vez más un agudo observador de las relaciones humanas y de las perturbaciones de todo orden, sociales, culturales y psicológicas, que conspiran contra la felicidad de las personas. En un estilo que exhibe, como en La separación cierto distanciamiento, que nunca es sin embargo desaprehensión, va trazando precisos apuntes de las conductas de los personajes, de sus indecisiones, del peso de sus soledades, de la sensación que sufren de no ser queridos ni necesitados, y de las puertas que esos comportamientos, sin que ellos lo sepan o lo puedan evitar, abren hacia la infelicidad.
Esa es la verdad que transmite Farhadi: la complicadísima malla de factores y núcleos duros que en la vida obstaculizan el camino hacia un destino más pleno y diáfano. En este, como en el otro caso, el director trabaja con un guión minucioso. Es probable que algunos pasajes suenen más teatrales que cinematográficos y eso tal vez porque nunca ceden lugar a la banalidad ni al entretenimiento ligero. Los diálogos son siempre muy inteligentes y dejan además espacios no resueltos para que el espectador siga pensando en el relato y las distintas opciones que surgen frente a algunas situaciones. Queda dicho que, además de esta mirada tan sensible sobre la problemática familiar, la película está muy bien filmada y garantiza, como siempre lo hace Farhadi, muy buenas interpretaciones, porque a la franco-argentina Bejo, cuya gracia descubrimos en El artista y aquí vemos varios escalones más arriba en la complejidad y hondura de su composición –recibió la Palma de Oro en Cannes 2013 por su trabajo-, hay que agregarle el muy buen nivel de las demás intervenciones, incluidas las de los hijos.