Crítica de cine: El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos
El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos. (The Hobbit. The battle of the five armies, Nueva Zelanda/Estados Unidos, 2014). Dirección: Peter Jackson. Guion: Frank Walsh, Philippa Boynes, Guillermo del Toro y Peter Jackson, basado en la novela El Hobbit, de J.R.R. Tolkien. Intérpretes: Ian McKellen, Martin Freeman, Luke Evans, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Cate Blanchett, Christopher Lee, Hugo Weaving y otros. Duración: 144 minutos
Tres películas para El señor de los anillos y tres para El hobbit. De esta última novela faltaba el capítulo cinematográfico final y llegó con esta entrega que se denomina La batalla de los cinco ejércitos y que junto a las dos previas (El viaje inesperado y La desolación de Smaug) podrían verse como un solo y largo largometraje de ocho horas. Hay como un juego de inversión que se ha dado entre las dos novelas del escritor británico J.R.R. Tolkien y las películas que se hicieron en base a ellas. El hobbit fue una narración que apareció primero que El señor de los anillos y debido al éxito que tuvo llevó a su editor Stanley Unwin a sugerirle a su autor que escribiera la que en definitiva se convertiría en su obra más importante. En El señor de los anillos, Tolkien retoma y desarrolla la historia de esta raza ficticia de enanos que viven en una zona llamada Comarca y cuyo origen estaba en El hobbit. En el cine, éste título apareció después que El señor de los anillos (realizada por el mismo director Peter Jackson) y fue una decisión tomada para aprovechar el éxito que había tenido la anterior trilogía de ese clásico y repetir sus fabulosas recaudaciones. Hasta ahora, las cinco películas previas llevan acumuladas ganancias por cinco mil millones de dólares. Es difícil que el director neozelandés y los productores no hayan sentido en algún momento y frente a esa multiplicación de sus dividendos el mismo sentimiento que invade a Thorin, el Escudo de Roble al contemplar las inmensas riquezas acumuladas en la Montaña Solitaria.
Las tres películas de El señor de los anillos fueron estrenadas en 2001, 2002 y 2003. Las de El Hobbit casi diez años después: 2012, 2013 y 2014. La batalla de los cinco ejércitos comienza en el mismo momento en que había cortado el anterior capítulo: cuando el dragón Smaug arrasa la aldea de los humanos y plantea la necesidad de enfrentarlo. Derrotado el dragón, la historia es otra: los humanos y los elfos reclaman a los enanos que repartan parte de las riquezas que están acumuladas en la Montaña Solitaria y el Thorin se niega, poniendo a los tres grupos en un punto de enfrentamiento donde la lucha entre ellos parece inevitable. Sin embargo, mientras disputan aparece un adversario común a todos, los orcos, que avanzan sobre ellos con el objeto de destruirlos. La presencia de ese enemigo une a quienes están separados para dar la batalla por su propia subsistencia, sin la cual nadie disfrutará de las riquezas. Como la película está filmada en 3D los efectos son impresionantes: las piedras de las construcciones parece caer al lado de los espectadores, los murciélagos pasan a centímetros de sus orejas.
Más allá de esos efectos, que dan la impresión de ser lo que más fascina a los espectadores, sobre todo los jóvenes, y sin por eso creer que no les interesa la historia, hay que admitir que la película está bien narrada y que su guión trata de ser fiel al espíritu de la obra de Tolkien, que es claramente moralizante en cuanto a que la acumulación de riquezas diciendo que lejos de provocar la felicidad de los hombres los lleva a enfrentarse entre ellos y a destruirse mutuamente. Algunos críticos consideran a los textos que subrayan ese aspecto como redundantes, pero no parecen serlo en absoluto. Por otra parte, la producción se da el lujo, en un elenco extensísimo, de acudir al concurso de actores y actrices como Ian McKillian, Christopher Lee, Cate Blanchet y otros cuyas apariciones son un verdadero toque de distinción y elevan claramente el nivel interpretativo, que es en general muy bueno.