Crítica de cine: Blue Jasmine
Con Woody Allen se cumple una regla que se da casi invariablemente con todos los autores, aún los de más genio: muchas de sus producciones son excelsas, otras alcanzan apenas un nivel discreto. Esto se acentúa, en especial, cuando el autor que sirve como modelo para el análisis tiene una producción copiosa y regular, como es el caso del director norteamericano. Y entonces, claro, al aparecer una nueva obra suya que es de gran calidad, de pronto, algunos descubren que el talento de esa persona no había muerto, que simplemente estaba en descanso. Como si estar en un nivel diez fuera algo posible de hacer casi cotidianamente.
Es casi una constante que en arte no es fácil combinar la cantidad con la calidad. Y que muchas veces algunos trabajos son más bien ejercicios, puentes hacia otros de mayor envergadura. De alguna manera, mucho de lo que hizo Woody Allen en los años más recientes podría considerarse como una preparación para esta gran película que es Blue Jasmine. Y que, entretanto, lo que estuvo haciendo fue entretenernos con historias que, sin tener lo más concentrado de su talento, difícilmente podían ser consideradas como productos descartables. Siempre había algo atractivo de disfrutar y pensar en sus narraciones, bastante por encima del nivel medio de las producciones del cine de su país, tan pródigo en basuras cinematográficas.
Blue Jasmine es un drama –y aunque algunos intenten detectar allí elementos de comedia no parecería en ningún momento que se pueda avalar ese punto de vista- de sólida consistencia, tanto narrativa como psicológica. En primer lugar porque tiene un personaje central que es extraordinario en su dibujo, y en segundo término porque se lo ha confiado a una actriz que ha podido estar a la altura de sus poderosas exigencias, como es Cate Blanchet. En ese sentido, hay que decir que el núcleo original de ese personaje es Blanche Dubois, aquella frágil y extraviada criatura de El tranvía llamado Deseo, la obra teatral de Tennessee Williams, que Elia Kazan luego llevó al cine con
Vivian Leigh encarnándolo y Marlon Brando en el papel de Kowalski, su cuñado.
Pero, Woody no estaba dispuesto a hacer una simple remake de aquella magnífica obra de Willams y, tomando el nudo básico de la trama, lo reelabora en distintas direcciones: primero le cambia el nombre a la protagonista, que en vez de Blanche se llamará Jeannette, que luego cambiará por Jasmine, porque le parece que es más glamoroso. El guión avanza además sobre aspectos que en la pieza de teatro –y también en su versión cinematográfica- son más difusos sobre el pasado de la heroína. Acá, es una mujer mimada y egoísta que está casada con un multimillonario, Alec Baldwin, que sostiene su artificial y suntuoso mundo gracias a negocios en los que estafa a muchísima gente. En un momento, esa situación llega a un límite y hace un crack.
Es cuando, en la ruina, Jasmine acude a su hermana para vivir con ella mientras intenta recuperarse psicológica y económicamente. Su hermana no es en este caso Stella, sino Ginger (la actriz inglesa Sally Hawkins), una empleada de supermercado, que está separada y con dos hijos y al llegar su hermana está noviando con Chili, una suerte de sucedáneo de Kowalski. Con todos esos rellenos y otros toques que le dan más al cuento más extensión o explicitud, Woody vuelve a sorprendernos con su talento para redondear una historia conmovedora, por momentos trágica, por momentos absurda, pero siempre de una profundidad encomiable. Y no nos hacer extrañar aquella otra gran película que fue El tranvía llamado Deseo, sino mirarla desde otra perspectiva más contemporánea, más ligada a nuestro tiempo, sin perder sin embargo su esencia universal. Al lado de la sobresaliente Cate Blanchet –su momento final de desvarío es sencillamente conmovedor, aunque el director en ese caso no la manda al manicomio como en la obra de Williams sino que deja en suspenso lo que podrá ocurrirle, que en todo caso no es alentador-, están muy bien Sally Hawkins en la hermana y los papeles masculinos de Bobby Cannavale como su actual novio y Andrew Dice Clay.