Crítica de cine: Bienvenido a los 40
Bienvenido a los 40. (Título original: This is 40). Estados Unidos, 2012. Comedia. Dirección y guión: Judd Apatow. Intérpretes: Paul Rudd, Leslie Mann, Maude Apatow, Iris Apatow, Jason Segel, Megan Fox, Graham Parker, Roberto Smigel, Alberto Brooks y John Lithgow. Fotografía: Phedon Papamichael. Música: Jon Brion. Montaje: Bent White. Duración: 131 minutos.
La famosa crisis de los cuarenta, o de la mediana edad, aparece aquí como el pretexto que esta comedia utiliza para realizar una lúcida y divertida radiografía de la sociedad norteamericana actual, y en alguna media de estas latitudes también, debido a que los productos de la industria televisiva, cinematográfica e informática de aquel país, y los formatos de comportamiento que estimulan, llegan también aquí y tienen como destinatarios a miembros de la clase media, que, en rigor, suelen ser bastante parecidos en todos lados. El director y guionista de esta película es Judd Apatow, uno de los nombres fundamentales de la nueva comedia de USA y creador también de algunos éxitos como Virgen a los 40, Ligeramente embarazada (de esta podría ser considerada una continuación) y de la serie Freaks and Geeks.
El eje de esta película es la descripción de una familia constituida por un matrimonio con dos hijas, una de 13 años y la otra de 8. La llegada de los cuarenta para ambos cónyuges, es origen, sobre todo para ella, de toda clase de inseguridades. La película comienza con la pareja manteniendo una escena de sexo volcánico en el baño de la casa, que se vuelve rápidamente discusión cuando ella se entera de que él ha usado Viagra: ¿cómo, es que necesitas esas pastillas para hacerme el amor, ya no soy tan atractiva como para excitarse?, le pregunta ella (Debbie). Él (Pete), por su parte, está cargado de toda clase de tribulaciones como para escuchar estos reproches: su sello discográfico está a punto de quebrar porque, en su obcecación por tener a dos estrellas del rock del pasado, no vende casi discos. A eso se le agrega que debe mantener a su padre, una suerte de insaciable sanguijuela que le chupa toda la sangre con continuos mangazos que le desequilibran más aún su economía.
Los dos padres de esta comedia son como estereotipos de una conducta que parecería cada vez más extendida en los Estados Unidos y otros lugares: la personas mayores que, en un momento de sus vidas, a veces ya con bastante edad, han decidido abandonar a su familia anterior por una nueva –otra mujer, otros hijos- con la idea de iniciar una etapa más feliz, pero que han fracasado y quedan envueltos en una experiencia que a veces es peor que el anterior infierno. El padre de Pete, interpretado por el veterano y gran actor Albert Brooks, ha traído al mundo trillizos que están mucho más cerca de ser sus nietos que sus hijos. Su solución es vampirizar a su hijo grande, que es débil y no puede oponerse a sus triquiñuelas. El progenitor de Debbie es un famoso cirujano, que encarna también el estupendo actor John Lithgow (el de la película Pie grande). En este caso, no le pide nada a su hija, pero hace siete años que no la ve ni visita a sus nietas. Está totalmente dedicado a otra familia –por ella abandonó a su hija grande de niña- y no la pasa del todo bien como el espectador luego se enterará.
El cuadro se completa con las dos hijas de la pareja central: Charlotte y Sadie, de 8 y 13 años respectivamente, que se pelean todo el tiempo. La chiquita aprovecha el hecho de ser la menor y maneja mejor a sus padres. Sadie es una ciberadicta que está en esa edad difícil en que empieza a despuntar la adolescencia y quiere a toda costa ser tratada como una persona mayor y no tener ningún tipo de limitación en su vida. Es una fanática de la serie Lost y la sigue con un interés obsesivo. Todas estas situaciones son tratadas mediante esa técnica que hace de la comedia un género donde debe haber una verdadera lluvia de gags y los chistes, más o menos al ritmo de uno cada diez segundos. Y como son gags y chistes en general buenos, el público no deja de reírse nunca en la película. El único de los problemas con esas alusiones es que si uno no conoce bien todas las series o películas a las que se alude corre el peligro de quedarse muchas veces en ayunas.
De todas maneras, Bienvenido a los 40 está lejos de ser una comedia liviana. Con frecuencia, pone el bisturí del humor un poco más adentro de lo necesario o de lo que debería ser políticamente correcto, situación que explica tal vez que, siendo una excelente película, no fue de los largometrajes que más éxito tuvo en el país del Norte. A pesar de eso, y sabiendo que existía esa posibilidad, Judd Apatow no se amilanó y trabajó la comedia con ese condimento que incluye, junto a la risa, un toque siempre de revelación, de esos que incomodan. Sobre todo, por esa pintura de las taras y conflictos –a menudo banales- que preocupan a algunos exponentes de la clase media, y por la visión de ese espejo, a veces algo escalofriante, que es la cultura del ciudadano contemporáneo común, seducido y alienado hasta el último espacio de su alma por los mensajes de un aparato comunicacional omnímodo que ya no le deja lugar para pensar sino repetir conductas premoldeadas, prefiguradas.
Las actuaciones del elenco son excelentes, empezando por los miembros de la familia. Habrá que decir que en el caso de Leslie Mann (Debbie) y las chicas que interpretan a Charlotte y Sadie son en la vida la mujer y las hijas reales de Apatow. Como el esposo, también Paul Rudd es un muy efectivo comediante. Y el resto del elenco tiene un alto rendimiento, con algunas perlas en particular, como ya señalamos en el caso de los padres.