Crítica de cine: Ancoetani
Cada vez más el público –y el que acude al Gaumont lo sabe- puede encontrar en los documentales el mismo placer, y hasta veces más, que el que deparan las ficciones. Anconetani, un trabajo de Silvia Di Florio y Gustavo Cataldi, demuestra eso de manera elocuente. La historia de un inmigrante italiano que llegó a Buenos Aires allá por los finales de la década del diez y constituyó aquí no solo una familia sino también una dinastía única de luthiers dedicados a la fabricación de acordeones (los célebres Anconetani), es la base de esta narración que, como pocas, ayuda a pensar en la historia de este país y emociona con sus vicisitudes por partes casi iguales. El relato arranca de los actuales Anconetani vivos: Nazareno, hijo del inmigrante que llegó en el siglo pasado desde Ancona, y sus hijas, que han seguido el oficio del padre y del abuelo, además de tener un museo en el que transmiten su conocimiento a los chicos de los colegios primarios que lo visitan.
Como odisea histórica, el documental muestra la alta calidad humana de esos inmigrantes que llegaron en el siglo pasado para germinar con su vida el desarrollo de esta nación. Gente con un apego al trabajo increíble y una honestidad de conducta que trasladaban junto a su oficio y que hoy podría sorprender a quienes creen que ese valor carece de entidad. Nazareno reconoce en un pasaje de la película que siguió la profesión de su padre porque él y su hermano así se lo habían prometido antes de morir. Esa dignidad de la palabra empeñada, unida al amor que le tomaron a su trabajo, constituyó la argamasa sobre la que se edificó ese taller mítico que todavía está en el barrio de Chacarita y, que como un pedazo de historia viva, con sus instrumentos y objetos de época, ha sobrevivido a todos los cambios del tiempo.
Contar los detalles de este film no tiene mucho objeto, es un relato que hay que ver para conectarse con la emoción que produce. Al término de una de las funciones pocas veces se puede ver a la gente tan conmocionada y a la vez sanamente exaltada. Por razones indudables, el origen italiano de muchos de los espectadores que ya no son jóvenes debe remover muchos recuerdos familiares. Dentro de esa evocación cumple un papel poderoso esa especie de duende deslumbrante que es Nazareno, transparente como el agua y lleno aun de energía. Una historia que es de verdad una lección de vida.