Crítica de cine: Abzurdah
Abzurdah. (Argentina, 2015). Dirección: Daniela Goggi. Guión: Alberto Rojas Apel, basado en la novela homónima de Cielo Latini. Intérpretes: Eugenia Suárez, Esteban Lamothe, Gloria Carrá, Rafael Spregelburd, Paula Kohan, Malena Sánchez y Zoe Hochbaum. Fotografía: Sol Lapatin. Edición: Alberto Ponce. Música: Juan Blas Caballero. Dirección de Arte: Marina de Paola. Duración: 90 minutos.
En su segundo opus cinematográfico (el primero fue en 2007 Vísperas, que tuvo actriz protagónica a Andrea Garrote) la joven directora Daniela Goggi aborda el tema de la crisis de una adolescente que, carente de vínculos afectivos fuertes en su hogar, enfrenta luego el golpe de un amor no correspondido que transforma su vida en un verdadero infierno. Esta joven, que tiene diecisiete años, se llama Cielo y vive en La Plata –la historia transcurre en los años noventa-, cursa en el comienzo del film estudios secundarios pero encuentra todo, tanto sus estudios como sus relaciones, como espacios sin mucho sentido, que le producen nada más que tedio su vida. Y, como consecuencia de esto, provoca continuas situaciones conflictivas ante las cuales, y frente a la desidia de sus padres, resuelve con actitudes de nena caprichosa.
Como resultado de ese aburrimiento que siente en forma constante acude con frecuencia a un circuito de chat donde se presenta con el nombre de Abzurdah. Allí conoce a un hombre que le lleva algo más de diez años, Alejo, de 29, con que pronto iniciará una tórrida relación sexual que, al concluir, le deparará, en cuanto a la cota de sufrimiento, la peor parte. Esa frustración la hará entrar en un espiral obsesivo que la precipitará en una anorexia autodestructiva de cuyo tratamiento la película se ocupará en el último tramo de su desarrollo como asunto central, a veces con escenas de efecto visual, como los tajos a que el personaje somete sus piernas, excesivo por lo sobreabundantes.
En ese aspecto, el film tiene como dos cuerpos claramente separados. Su inicio, con el despliegue de la pasión de la niña por su pareja, que lentamente va llevando a un clima casi de thriller. Y esto debido, sobre todo, al perfil entre sombrío y misterioso del personaje de Alejo, cuya existencia se mantiene en un plano oscuro y siempre sospechoso de algo extraño. Esa punta, luego se difumina, porque el personaje oscila entre varias caras posibles y no alcanza nunca a tener una resolución convincente. En el papel de Cielo, Eugenia “La China” Suárez alcanza un nivel de actuación intensa, que sortea las situaciones dramáticas más difíciles con mucha solvencia.
El segundo cuerpo de la película, tal vez su última media hora, es donde el film pierde fuerza narrativa y se desliza hacia una suerte de catálogo de episodios ilustradores de la destrucción que provoca la anorexia o la bulimia –acompañado por frases en Internet que, entre muchas de las mujeres que padecen esa enfermedad, se postula como una auténtica expresión de libertad y de sello distintivo en el mundo-, que bordea permanentemente el documental pedagógico y que entonces disminuye la potencia que, como ficción, tiene el trabajo. Sobre todo con las palabras finales de la protagonista que, luego de salir de una situación límite terrible, es enfocada por la cámara unos años después yendo a buscar a sus pequeños hijos y renegando de su anterior y fatídica etapa. En los papeles de padre y madre, ni Rafael Spregelburd ni Glora Carrá alcanzan a ofrecer dos composiciones por las que se los pueda recordar.