Influencers, o cómo ganar dinero con las redes sociales
¿Profesión? Influencer. Es probable que los formularios digitales con los que uno se suele encontrar a la hora de hacer un trámite en la web todavía no se hayan aggiornado del todo a estos tiempos como para contemplar la posibilidad de que alguna persona se gane la vida posteando fotos y comentarios en las redes sociales, pero pronto deberán hacerlo. Porque la cantidad de youtubers, tuitstars, blogers o instagramers que han sabido sacarle un rédito económico a su exposición digital no solo es cada vez mayor sino que la utilización que hacen las marcas de su popularidad ha llevado a la actividad a una profunda especialización.
Un posteo en la Argentina puede llegar a cotizarse en 20 o 30 mil pesos, dependiendo naturalmente de la cantidad de seguidores que tenga el influenciador. Sin embargo, la contraprestación monetaria no es el único vínculo posible entre las marcas y los influencers. Muchas veces el beneficio es recibir algún producto o viaje.
Pero, ¿quiénes son en definitiva estos jóvenes que pueden ganar tanto dinero con 140 caracteres, con un video o simplemente una foto? Es difícil ensayar una clasificación que los englobe a todos. Por un lado están las celebridades, es decir gente que tiene cierta popularidad por alguna actividad (generalmente artística o mediática) y que aprovecha ese ascendente para realizar campañas de marketing o publicidad para grandes marcas a través de sus cuentas personales en las redes. Otros son especialistas en algún tema que suelen hacer reviews o comentarios de productos vinculados con su área de interés y cuyos criterios de valoración son respetados por la comunidad interesada en ese rubro. Pero también hay jóvenes (y hasta niños) que muestran alguna habilidad frente a la cámara, suben el video a Internet y este se viraliza tanto que de repente empiezan a ser seguidos por cientos de miles de personas. Todos ellos están en la mira de las agencias de marketing y comunicación a la hora de activar campañas digitales.
Los más populares
El sitio www.forbes.com presentó recientemente una lista de los influencers más importantes del mundo clasificados según el área en el que se mueven. Así, por ejemplo, estimó que entre los 30 primeros suman más de 250 millones de seguidores en medios como Facebook, Twitter e Instagram. Un solo video de Youtube, dice, puede significar ganancias por 300 mil dólares y un post en la red social de Mark Zuckerberg 170 mil. Kayla Itsines (fitness), Zoe Sugg (estética) y Grace Bonney (diseño y hogar) son algunas de estas celebridades digitales.
En la Argentina no existen listados tan rigurosos para saber quiénes son los más populares, pero los números son lógicamente muchísimo más bajos. Lo que sí parece estar mucho más claro es el vínculo entre los influencers más reconocidos con la actuación, el stand up y los medios periodísticos. El humorista Gregorio Rosello, por ejemplo, brilló tanto con sus videos en Instagram que hoy está sentado en la mesa del nuevo Polémica en el Bar.
Creer o reventar
Desarrollen o no una exitosa carrera artística al calor de su popularidad digital, lo cierto es que los influencers son hoy una herramienta indispensable en las campañas de las marcas. Pero una de las cuestiones que surgen a raíz de esa labor es la de la credibilidad: ¿qué piensan los seguidores cuándo ven que una foto o un posteo fue “vendido” a la promoción de un producto o servicio? “Hoy no está mal visto que lo hagan. Al contrario, está muy aceptado. Nosotros trabajamos con algunos influenciadores que cada dos posteos tienen una marca distinta y lo que generan en sus seguidores es comentarios del tipo ´mirá qué bien la está haciendo´”, le cuenta a Revista Cabal el jefe del área digital de una de las agencias de comunicación más importantes del país.
El otro punto que puede resultar conflictivo en la relación marcas-influencers es el del lenguaje. Muy jóvenes y muy informales, el estilo de estos reyes de las redes sociales muchas veces resulta difícil de compatibilizar con los mensajes cuidados y artificiales de las compañías. Pero en el mundo del marketing moderno, el secreto es convertir las debilidades en virtudes. Y así es cómo las agencias de comunicación trabajan para que las marcas entiendan que solo deben bajar algunas pautas y luego “dejar ser” al influenciador. De esa manera, el mensaje será mucho más fiel a lo que es el influencer y a su público. Y a la vez, al tratarse de personas que no están tan “contaminadas” con la publicidad tradicional suelen surgir ideas más frescas y originales. ¿Y el riesgo? El peligro, como siempre, es que puede fallar: no es tan infrecuente que los influencers hagan algún comentario controvertido.
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