Cuando Internet se convierte en una gran biblioteca

Tecnología

La web es también un espacio para que los fanáticos de la literatura puedan descargar e-books, comentar y reseñar obras y contactarse con otros lectores. 

A diferencia de lo que ocurrió con la música, en la que el formato digital ya le ganó claramente la batalla al soporte físico, los libros de papel aún resisten. O mejor dicho: a pesar de las diversas plataformas y dispositivos desarrollados por las industrias editorial y tecnológica para la lectura en la red, las obras literarias siguen luciendo orgullosas sus encantos en las vidrieras y estanterías de una gran cantidad de librerías.

Si las tiendas musicales debieron reinventarse para ofrecer de todo y relegaron los discos compactos a un rincón, las librerías siguen convocando a tantos visitantes como antes, más allá de las vicisitudes que la situación económica de tal o cual momento pueda generar en la capacidad de compra y por ende en la afluencia de público.

Pero aun así, con el libro tan vivo como siempre, internet ofrece una gran cantidad de sitios para aquellos lectores que buscan en la web, sino un reemplazo digital de la vieja librería, por lo menos un espacio complementario para su afición a la lectura. Repasemos entonces algunas de las propuestas que el mundo digital tiene para mostrar.

Las grandes bibliotecas digitales
La utopía de contar en un solo lugar virtual con todos los libros impresos por el hombre (o por lo menos con una gran parte de ellos) sigue siendo eso: una utopía. Hay sin embargo algunos proyectos que pretenden acercarse a esa línea del horizonte que, como todos sabemos, siempre se aleja cada vez que avanzamos hacia ella. No por ello, naturalmente, el camino recorrido es infructuoso. 

Quien piensa en hacer esa utopía una realidad es, como no podía ser de otra manera tratándose de internet, el monstruoso Google con Google Books. En 2010 la compañía anunció que su intención era escanear los 129.864.880 millones de libros existentes en todo el mundo en los próximos diez años. Hacia fines de 2015 llevaba “solo” 25 millones. Pero la cuestión no se dirime en un simple cálculo de tiempo: en el documental Google and the World Brain queda expuesta la complejidad de la cuestión, que por un lado tiene a los estrados judiciales como escenario pues muchas de esas obras están protegidas por derechos de autor, y por el otro el debate más público acerca de cuán peligroso puede resultar que una empresa tenga todo ese conocimiento en su poder. Independientemente de cómo termine esta historia, la realidad es que Google Books ofrece hoy día la posibilidad de leer muchas obras online. Solo basta con ingresar la palabra clave (un autor, una obra) y enseguida uno se da cuenta si está disponible. La gran desventaja es que muchas veces de una obra solo se muestran algunas páginas, lo que genera cierto descontento al lector. 

Si uno de los grandes riesgos de Google Books es el carácter privado del proyecto (aun cuando hoy esté garantizada la gratuidad), otras bibliotecas digitales nacieron bajo la órbita de instituciones públicas y aunque menos colosales gozan de mejor reputación. Un ejemplo es la Biblioteca Digital Mundial (www.wdl.org), creada en 2009 por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y la UNESCO. En este caso, sin embargo, no es tan sencillo acceder a una obra literaria en particular sino más bien a documentos de valor histórico. Hay libros, sí, pero el sitio se destaca más por mostrar mapas, fotografías, partituras musicales, manuscritos y otra serie de materiales. 

Europeana (http://www.europeana.eu) es, tal como su nombre lo sugiere, el aporte del Viejo Continente a la construcción de una gran biblioteca digital. También con acceso libre, comenzó a funcionar en noviembre de 2008 y reúne una gran variedad de materiales como libros, películas, pinturas, periódicos, mapas y archivos sonoros, entre otros.

El Proyecto Gutenberg (http://www.gutenberg.org), por su parte, no solo es la iniciativa más antigua de este tipo sino que además cuenta con el valor simbólico de llevar el nombre de quien inventara la imprenta de tipos móviles, Johannes Gutenberg. Fundado en 1971, hacia fines de 2015 contaba con más 50 mil títulos, la mayoría de ellos en inglés. Ofrece los textos para ser descargados en diferentes formatos.

La literatura como red social
El sueño de los lectores más voraces de poder disponer de cualquier obra en pocos clics y sin costo está aún muy lejano. Esa “democratización” del conocimiento choca, como en el caso de Google, con la resistencia de las editoriales y de muchos autores. En el caso de las instituciones públicas, además, los volúmenes publicados suelen ser muchos menos y por lo general el español no es el idioma más popular. Por eso, también proliferan en la red otras opciones.

Leamos (https://www.leamos.com) es una página web que con una suscripción semanal o mensual bastante económica (12.50 y 79 pesos respectivamente) funciona como una biblioteca de barrio: los libros se “prestan” por 15 días y en simultáneo se pueden tomar solo dos. Pero este club de lectores digital es también un espacio en el que los lectores se pueden conectar entre sí, asistir a firmas de ejemplares y participar de concursos.

Lo que más abunda en la web en lo que respecta a sitios vinculados con la lectura son páginas que funcionan más como una comunidad de lectores. En ellas, los usuarios deben registrarse para comentar o valorar libros, ver listas de favoritos de otros usuarios, leer reseñas y eventualmente comprar obras en papel o en formato digital. Lecturalia, Librote, Goodreads, Anobii, Tuquelees y Librarything son algunos de los que vale la pena explorar.

La diversidad de plataformas de lectura que se puede encontrar en la web, ya sea para descarga gratuita o paga de libros o bien para ser utilizadas como redes sociales, demora la batalla final entre el e-book y el libro en papel. Por el momento, ambos parecen convivir en paz.