Vinos orgánicos
Del mismo modo que otras frutas o vegetales, las uvas también pueden ser producidas de manera orgánica. Esto es, recurriendo a técnicas de cultivo que prescinden por completo de pesticidas, herbicidas, fertilizantes, fungicidas y cualquier otro producto tóxico, a los que se reemplaza por productos naturales, como el compost (un abono hecho a base de residuos orgánicos), el estiércol o plantas que poseen efectos medicinales.
En cambio, la elaboración del vino orgánico es muy similar a la que se realiza con los métodos tradicionales de vinificación. Así, pueden utilizarse productos como levaduras no modificadas genéticamente, bentonitas u otras proteínas naturales para la clarificación, filtrado con tierras filtrantes y el uso de dióxido de azufre en una proporción similar, aunque menor, a la de la vinificación tradicional. Otros, como los metasulfitos, permitidos en los sistemas de producción tradicional, están prohibidos. También se evita, ya en la bodega, el uso de químicos para la limpieza de la misma.
Algunos de los vinos orgánicos también reciben de la denominación de biodinámicos, es decir que siguen las prácticas de cultivo formuladas por Rudolf Steiner (el creador de la pedagogía Waldorf y de la medicina antroposófica), que promueve el uso de soluciones biodinámicas, realizadas a base de plantas medicinales, minerales y guano (la acumulación de excrementos de murciélagos, aves y animales marinos) y también del calendario lunar, que indica cuándo conviene sembrar, cosechas y realizar otras actividades importantes en el viñedo.
Para que los vinos tengan la denominación de orgánicos, la herramienta que garantiza su pureza en ese sentido, tienen que estar certificados tanto el cultivo de las uvas como el proceso de vinificación. Así, ya son varias las bodegas que incorporaron esta cultura (ya hay, incluso, una feria de vinos orgánicos) y la oferta es cada vez mayor y abarca más varietales, por ahora con precios que repiten la tendencia de que lo orgánico sale más caro.