Soupe à l'oignon (Francia)
El que hoy es un plato tradicional de la cocina francesa, disponible en cualquier bistró pero también en los locales de “haute cuisine”, tiene el más humilde de los orígenes. El primer documento que habla de esta preparación sencilla, barata, calórica y reconfortante es del siglo XIV. Pero los historiadores gastronómicos coinciden en señalar que su popularidad sobrevino cinco siglos después en torno a Les Halles, el mercado central de París, donde se servía a los trabajadores en las frías madrugadas a cambio de unas pocas monedas. Así, la sopa de cebollas también se convirtió en un clásico de los trasnochadores y, aún hoy, es posible consumirla a cualquier hora en algunos restaurantes noctámbulos de la capital francesa y de otras ciudades del país.
Ingredientes (para 4/6 personas)
50 gr de manteca
1 cucharada de aceite neutro
2 cebollas rojas grandes, cortadas en rodajas finas
2 cebollas blancas grandes, cortadas en rodajas finas
1,5 lt de caldo colado
150 cc de vino tinto
Sal y pimienta a gusto
6 rebanadas gruesas de pan francés
12 fetas de queso gruyere
Preparación
Derretir la manteca en una cacerola junto con el aceite. Agregar las cebollas y salpimentar. Cocinar a fuego medio hasta que las cebollas estén caramelizadas, revolviendo periódicamente para que no se peguen. Añadir el vino, dejar evaporar el alcohol y luego agregar el caldo caliente. Cocinar unos minutos más y apagar.
Presentación
Colocar en cada bowl o cazuela (deben poder colocarse en el horno) una rebanada de pan previamente tostado, luego la sopa y finalmente dos fetas de queso gruyere “cerrando” el plato, como si fuera un techo. Llevar al horno previamente calentado o al grill para gratinar. Servir con el queso derretido sobre los bordes y decorar con perejil.
Otras versiones
Para que la sopa de cebolla se convierta en una sopa cremosa, agregar una cucharada de harina o de fécula de maíz previamente disuelta en caldo. Aunque la preparación tradicional no lleva otros condimentos, hay quienes le agregan especias como pimentón o hierbas frescas como estragón o tomillo. También se le puede añadir una cucharadita de salsa inglesa para aromatizarla o de chiles para hacerla más picante. El caldo que se utiliza habitualmente es de carne, pero puede utilizarse también de pollo o de verduras. En cualquier caso, debe tener un buen tipo de cocción para que su sabor y su color sean intensos.