Postres clásicos
Tienen nombres simples y familiares, y sabores conocidos y entrañables. Están desde siempre y, quizá, para siempre, aunque las nuevas generaciones, modas y tendencias alimenticias les ofrezcan seria competencia. Son los postres tradicionales, clásicos de la casa y/o del restaurante, capaces de evocar y de convocar con alegría a personas y momentos inolvidables. Aun hoy, a pesar de los Volcanes, las Granitas, los Brownies, las Espumas, los sabores novedosos de helados, las frutas exóticas y un largo etcétera de modernidad y sofisticación, siguen dando dulce placer a grandes y, tal vez especialmente, a “chicos de todas las edades”. Aquí, y por estricto orden alfabético, algunos de los mayores sobrevivientes al aluvión de postres gourmet de las dos últimas décadas:
Almendrado con Charlotte: postre emblemático de restaurantes, cumpleaños de 15, casamientos y bar mitzvás durante décadas, una combinación perfecta entre el helado de vainilla con praliné de almendras en sus bordes y el chocolate caliente regado por encima.
Arroz con leche: la más simple y placentera de las delicias dulces caseras, todo indica que nació en España y fue traída a la Argentina por la inmigración. Genera fuerte polémica entre los fans de la canela y/o de las cascaritas de naranja, y sus detractores. Y en una canción infantil muy popular invita a casarse con una señorita de San Nicolás.
Budín de pan: originalmente creado para aprovechar los restos de pan francés del/los día/s anterior/es, es otro de los manjares inmortales dentro y fuera de casa, en sus versiones “tipo flan” y las que agregan pasas de uva y nueces. Hoy, con el consumo de pan reducido y diversificado, se suele utilizar pan fresco. Como el flan, se come solo, con dulce de leche, con crema o mixto.
Flan casero: el superclásico de los postres argentinos, esta preparación ovoláctea y etérea apta para todo público no es una empresa sencilla. Pero una vez descubiertos sus secretos es imbatible. Solo o “acompañado”, es ideal para esos momentos de indecisión en los que no se sabe qué postre pedir.
Frutillas con crema: postre de estación (¡y estamos en ella!), aunque se consigue todo el año pero con resultados disímiles. En los restaurantes por lo general no lo hacen, pero lo ideal es rociar las frutillas con azúcar al menos una hora antes de servirlas, de tal modo que suelten sus maravillosos jugos que, combinados con la crema, nos acercan al paraíso de los postres.
Mousse de chocolate: manjar chocolatoso por excelencia, no es fácil encontrar uno que tenga al mismo tiempo sabor a chocolate de calidad y consistencia soufflé, pero que los hay, los hay. Para haraganes o emergencias también los hay envasados. En fin.
Panqueques: solo las personas verdaderamente golosas son capaces de pedirlos después de haber consumido entrada y plato principal. Si bien los tradicionales de dulce de leche (con temperaturas variables, tanto en la crepe como en el relleno) son los de mayor demanda, los más trabajosos de manzana y/o banana tienen sus fieles seguidores, como también los tiene un pariente cercano: la Tortilla quemada al rhum.
Vigilante: cuenta la leyenda que su nombre proviene de un local de Palermo al que en la década de 1920 un agente de policía iba todos los días y pedía una porción de queso y dulce. Es uno de los postres que generan más polémica a la hora de elegir sus ingredientes: están los defensores de los quesos frescos (Quartirolo, Port Salut) y los de los semiduros (Mar del Plata, Pategras), del mismo modo que las opiniones se dividen entre quienes prefieren dulce de batata (simple, con chocolate o con cerezas) o membrillo. En Uruguay se lo conoce como Martín Fierro.
Oscar Finkelstein