La Guerrilla Culinaria
Armado hasta los dientes, o desde los dientes, El Guerrillero Culinario es una especie de héroe -¿o antihéroe?- aparentemente insobornable que recorre las periferias de la gastronomía (al punto que hasta pierde esta denominación) y la cuenta. Lo hace al mismo tiempo con conocimiento y gracia, y sin los lugares más comunes de la verborragia gastronómica que abonan tanto los chefs, reales o presuntos, como los comunicadores y otras especies. En su blog laguerrillaculinaria.blogspot.com.ar y en las redes sociales (www.facebook.com/El.Guerrillero.Culinario y @LaGuerrillaBlog), Lionel Kleiman revela su pasión por la cocina con una mirada sofisticada que no le impide jugar frecuentemente con la ironía. A juzgar por su prosa, se diría que sus sabores predilectos son los ácidos, aunque es casi seguro que sus gustos sean mucho más diversos y globales. A continuación, parte de su menú teórico, en siete pasos:
-¿Qué te llevó a definirte como guerrillero culinario? ¿Cuál sería tu enemigo gastronómico o bien la revolución por la que luchás? ¿Cuáles son tus armas, además de la palabra?
El nombre La Guerrilla Culinaria nació como un juego de palabras entre la gastronomía y mi afán por mostrar la verdad y luchar por la opinión justa a la hora de contarles a los lectores sobre mis experiencias de vida. Siempre fui positivo, me gusta construir, pero a su vez contar, relatar y lograr una crónica que ayude a la persona a meterse en el relato. Quizá salir un poco de ese esquema de "salón, servicio, comida, bebida y precio" para meterme, junto al lector, en una crónica, un cuento, una anécdota, que haga más humana mi lucha por recomendar lugares para comer. Qué mejor que la palabra como mi arma más fuerte a la hora de sumar adeptos al placer de disfrutar de la gastronomía hasta el último momento.
-¿Creés que el hilo que hay entre lo sofisticado y lo esnob es tan delgado que casi siempre se rompe?
Creo que el hilo se rompe porque es imposible tener un nexo entre lo que el creador intenta lograr de forma sofisticada y el receptor recibe como algo esnob. Pasa tanto en el arte como en cualquier expresión humana: uno quiere lograr algo que quizás el otro no lo perciba de la misma forma. A esto se le suma que, al menos el argentino, suele tener una tendencia marcada al esnobismo, por esa cultura herencia de los italianos, que nos enseñaron durante generaciones a mostrarnos como más de lo que somos.
-¿Qué opinás del glosario habitual del periodismo gastronómico?
Acá tengo un problema. No creo en el periodismo gastronómico, porque me parece que la palabra "periodismo" no va de la mano de la comida. Seamos sinceros y parémonos por un minuto frente a un plato, a un postre, a una bebida. ¿Cómo podemos ser periodistas? En todo caso somos más parecidos a curadores, pero en vez de seleccionar obras de arte, lo hacemos con alimentos, bebidas, sabores, texturas. Una simple tostada con manteca puede tomarte horas para describir ese momento en el que le espolvoreabas el azúcar mientras escuchabas que el mate cocido estaba a punto de hacer ebullición y recordabas el frío que entraba entre tus medias y los pantalones justo antes de salir para la escuela. Para el periodista, una tostada con manteca es una rebanada de pan untada por arriba y un vino tiene sabor a frutos rojos, o eventualmente a flores. Creo que el glosario habitual es demasiado simplista.
Buena parte de lo que escribís apunta a la desmitificación de ciertos aspectos de la gastronomía. ¿Por qué creés que se generan (y se repiten) estos mitos?
Una mezcla entre desconocimiento y, por otro lado, falta de actores que expresen cosas nuevas. La tendencia del ser humano es a simplificar todo, por eso tenemos dos pseudo poderes, oficialismo y oposición. No hay más que eso. Reducimos a la política en dos extremos. Reducimos al cine en dos extremos (Hollywood o Independiente), y con la gastronomía pasa lo mismo. Hay un par de actores que expresan lo que quieren (o les piden que expresen) y la gente ya no bucea entre otras opciones, se queda con lo que hay, que suele ser muy pobre.
-Los blogs de cocina son un fenómeno en el mundo blogger. ¿Sos lector de otros blogs? ¿Cuáles?
Sí, soy lector de un par de blogs porque me gusta nutrirme de la opinión de otros… ¿compañeros? Me guío mucho sobre vinos con La Logia Petit Verdor (www.logiapetitverdot.com.ar) y Kick Wines (www.kickwines.com.ar), así como también comparto las opiniones de Pimienta Rosada (www.pimientarosada.com.ar) o Me Verás Beber (www.meverasbeber.com.ar). Cada uno tiene su enfoque, su forma de ver tanto la gastronomía como los bares o los vinos.
¿Pensás en tu "público" a la hora de bloguear o escribís lo que te da la gana, sin especulaciones?
No creo que ambas cosas sean opuestas. Sinceramente no pienso en mi público, aunque mi público soy yo mismo. Parece complicado explicar este concepto medio extraño, pero el lector de mi blog es una persona normal, común y corriente, un argentino (y a veces también extranjero) que se parece mucho a mí. Cuando escribo, lo hago para mí. Y resulta ser que el lector se siente identificado, lo cual, por proyección, resultaría casi un ejercicio de escritura al "otro". Esto logra que escriba lo que me parece, y que lo que me parezca sea lo que el público quiere leer, entonces ambas cosas terminan yendo de la mano, quizá porque, cuando vi el caballo, en vez de subirme, decidí tomarlo de la rienda, y acompañarlo desde abajo. Siempre esperé encontrar a alguien que exprese lo que yo siento sin sentirse más que yo. Al no encontrarlo, decidí ser ese, para los demás.
En general elegís restaurantes que no están dentro del circuito del marketing gastronómico. ¿Es deliberado o casual? (En off: ¿O no te invitan por tu "independencia"?)
Voy a hacer algo que no se debe y es deschavar a quien está haciéndome las preguntas respondiendo a algo "en off": Sí, me invitan mucho a comer a los lugares, pero yo no acepto. Más allá de que parezca un tanto soberbio, nunca pensé al blog como un proyecto para vivir, tengo mis ingresos por otro lado y eso me ayuda a tomar cada lugar al que quiero ir con completa independencia de lo que otros pueden llegar a condicionarme. No rechazo conocer los lugares a los que me invitan, pero están anotados en la misma lista de los lugares que me recomiendan mis lectores. Yo voy, sin que nadie sepa, dos, tres, cuatro veces. Me gustó, escribo. Si está fuera del circuito, mejor. Nada más lindo que chorrearse con una bondiolita completa y pagarla veinte pesos. Lo demás, es cuento...