Ensaladas diferentes
La inmigración asiática de la década de 1980 trajo a la Argentina una modalidad que en estos días vive cierto reverdecer, especialmente en las zonas más céntricas de Buenos Aires: el salad bar, que no es sólo una comida al estilo ármela usted mismo, sino que suele estar acompañada por una buena oferta de recetas calientes, que por lo general son vegetarianas, o casi. El salad bar vino a confirmar lo que ya se estaba dando en las casas: una tendencia a comer un poco más sano en general y a las dietas para adelgazar en particular. Los restaurantes, en cambio, tardaron algún tiempo en abrirse a nuevas combinaciones más allá de la mixta y la de zanahoria rallada y huevo duro, y mucho tiempo más en concebir a la ensalada como un plato en sí mismo y no una mera guarnición.
Con los aportes étnicos de los últimos años, la ensalada se convirtió en un clásico de los almuerzos puertas afuera de casa como plato principal (o único) y en una entrada de consumo frecuente a la hora de la cena. Lo cierto es que más allá de las modas y de los vaivenes gastronómicos, y con otros nombres, el consumo de vegetales crudos –además de frutos y semillas- remite a épocas ancestrales, previas al descubrimiento del fuego. Sin embargo, el permanente incremento en el consumo de carnes opacó durante milenios las bondades de los platos con verduras sin cocer, incluso por debajo de las preferencias por los vegetales guisados.
Esta nueva era de la ensalada se plasmó con una mucho más amplia variedad de vegetales -algunos prácticamente desconocidos a nivel local y otros, caídos en el olvido- y su combinación con carnes de todo tipo, quesos, frutas frescas, frutas secas, semillas, encurtidos, hierbas aromáticas y una serie de vinagretas y aderezos que, a su vez, representan la otra gran novedad que hace que las ensaladas se conviertan en una preparación de posibilidades casi infinitas.
Oscar Finkelstein