Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos

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Uno de los libros recomendados de este mes es Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos de John Berger, publicado por Nórdica Libros

Un libro inclasificable se lo ha definido, y tal vez lo sea, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos es uno de los más personales de John Berger, dentro de una obra en la que, si algo es posible señalar sin temor a equivocarse, además de su atractivo único, es siempre ese tono personal inconfundible del autor. Una obra en la que nunca el lector que la frecuenta tendrá dificultades para detectar la singularidad de su voz, esa manera tan propia que el artista tiene de escribir y desarrollar su pensamiento con una sutileza y profundidad que pocos colegas han alcanzado en la segunda mitad del siglo pasado y en lo que va de éste, donde él encontró la muerte un 2 de enero de 2017, a los 91 años. La muerte, precisamente, es uno de los temas recurrentes de este volumen, como lo es el tiempo, la entropía, el amor y sus razones o sinrazones, la ausencia y la distancia, la pintura (Caravaggio, Van Gogh), las evocaciones de Marx y su pensamiento “gigantesco”, como él lo califica, pero también de Hegel, Platón, y otros temas trascendentes, a través de un trabajo ensayístico donde su estilo narrativo se combina en forma permanente con poemas de su autoría, como si esa forma ayudara aún más a ahondar las aproximaciones al misterio de lo que el artista ve y observa a cada momento.
     
Miguel Rivas, en un prólogo muy revelador, habla de la “mirada fértil” de Berger. “Mucha gente puede encarnar esa cualidad -dice-. Pero Berger la ejerció de forma incesante. No era una luz que pretendiera deslumbrar. Al contrario, su naturaleza era la de una luciérnaga. Su palabra preferida para definir el dibujo era descubrir. La luz de Berger descubre lo que permanecía invisible u oculto, pero su aproximación no es la de una luz depredadora o dominante. No hay una jerarquía en el descubrimiento. En realidad, existe descubrimiento donde hay enigma. Si deslumbras al descubrir, haces desaparecer el enigma. La aproximación de Berger busca no ahuyentar el enigma, sino protegerlo. Descubrir para enigmatizar. Tanto en el orden estético como en el de las ideas.”
     
Todo el viaje estético de Berger es una travesía por la incerteza y la imprevisibilidad, para ver siempre “más allá de la realidad”, pero también para mirar lo que no se puede mirar, como también hizo Goya, uno de sus pintores preferidos, en los grabados de Desastres de la guerra. Y así comienza este libro, observando primero el cruce de la carretera por una liebre, luego la proximidad de un gatito enteramente blanco que se invisibiliza bajo una toalla del mismo color y más tarde, frente a la entrada de un cementerio, el acoplamiento de un pato macho con una hembra, mientras seis polluelos esperan de cerca para continuar su paseo con la madre una vez que ésta cumpla sus tareas reproductivas. Y enseguida un cuento: dos personas a las que les gustaba contarse historias de noche bajo las estrellas del cielo. Una de ellas, Tony Goodwind, ya no está, y el otro lo evoca. Varias de esas evocaciones cruzan el libro, como las de unos versos escritos por la poeta rusa Anna Ajmátova: Como tú sufro/la negra separación permanente/ ¿Por qué lloras? Mejor dame la mano/ y prométeme volver en un sueño/ Tú y yo somos un monte de dolor/ En esta tierra tú y yo jamás nos encontraremos/Si pudieras tan solo enviarme a medianoche por medio de las estrellas tu recuerdo.
     
Leer a Berger es uno de los placeres más deliciosos que nos puede ofrecer en estos días el acceso a un autor contemporáneo. Un placer que requiere concentración e insistencia, como el tallado de una madera, pero que en su avance por las distintas napas del material procura un aumento increíble de la fascinación, del deslumbramiento. Este libro viene acompañado de unas hermosas ilustraciones de Leticia Ruiférnandez, una madrileña cincuenta años menor que Berger, pero que se hizo su amiga alrededor del año 2000. La muerte del gran escritor inglés ocurrió mientras ella había comenzado a ilustrar el libro.