Borges. Los pueblos bárbaros
La posibilidad de considerar a Jorge Luis Borges un mito nacional, concepto que Noe Jitrik, utilizó para calificar a Leopoldo Lugones, le parece a Horacio González un desafío admisible siempre y cuando se tenga conciencia de que al aceptarlo se debe tolerar una cuota inevitable de intranquilidad. ¿En qué sentido, hasta dónde, y desde cuál de las vetas caprichosas de la crítica, se puede formular ese concepto?, se pregunta el conocido y talentoso sociólogo, ex director de la Biblioteca Nacional. “Hay riesgo en todo esto y cenizas en el viento -agrega en el prólogo de su libro Borges. Los pueblos bárbaros-. Porque si bien resulta fácil vivir inmersos en eso que llamamos mitos nacionales, y con cierta indiferencia hacer de ellos la mera manifestación de nuestras triviales recurrencias diarias, no se le puede restar elocuencia a esta proposición”. Aunque de inmediato aclara que es concepto perturba un poco por la noción irrefutable de universalismo que solicita Borges.
Este mito nacional, sobre el cual se han escrito tan buenos libros, aunque también algunos olvidables, es una cantera que, al parecer, no ha extenuados aún todas sus vetas y enigmas sigue ofreciendo al examen crítico buenos materiales para su estudio e investigación. El trabajo de González, aun suponiendo que puede llegar a repetir cosas que ya se han escrito, como él mismo lo confiesa, retoma antiguas discusiones, pero practica el buen y original criterio de abordarlas por senderos laterales, lo cual le da a los diez capítulos y el epílogo del ensayo una pluralidad de orientaciones y captura de temas que la solo un intelectual con la impresionante cultura de González y su aguda capacidad de análisis puede realizar con eficacia e interés para el lector.
De modo que el lector encontrará en la detección de detalles que el autor consigue o en la iluminación que arroja con su lectura de los libros de Borges, vertientes que lo llevarán por pobladas selvas de referencias y claves que le permitirán descubrir nuevas geografías literarias, historias atractivas y conceptos penetrantes sobre el universo Borges. Un buen ejemplo de eso es el capítulo cinco que da título al libro, “Borges y los pueblos bárbaros”. González arranca con El Informe Brodie, un cuento publicado en el libro homónimo de 1970. En esa narración, Borges acude a un recurso ya utilizado: el hallazgo de un manuscrito que se halla nada menos que en una edición del libro de Las mil y una noches traducido por Lane en 1840. Borges dice tener pocas referencias sobre David Brodie, un misionero escocés al que supuestamente pertenece el manuscrito descubierto. En él, dicho misionero alude a ciertas prácticas sexuales de los Yahoos, que según González se puede interpretar en Borges como una remisión al conocido concepto de “la seducción de barbarie”. A partir de este punto de arranque, y en treinta páginas brillantes, el autor de este libro va tejiendo un itinerario, un hilo conceptual que lo lleva a profundizar en el concepto de “civilización y barbarie” y la resonancia que tiene en el pensamiento de Borges. Un libro para disfrutar.