Stoner
Hay grandes personajes de la literatura mundial a los que la falta de difusión editorial o la incomprensión inicial de la crítica condenaron a un olvido injusto o a cierta indiferencia en esa enorme malla universal que son los lectores del planeta. Eso, en buena medida, fue el caso de William Stoner, el protagonista de la novela que acá comentamos. Publicada originalmente en Estados Unidos en 1965, Stoner, la novela del narrador norteamericano John Edward Williams, no despertó durante algunas décadas mayor entusiasmo entre el público y los propios críticos. Bastó la revalorización del material luego de su nueva publicación primero en Vintage (2003) y por New York Review Books (2006) para que esta historia de un ficcional profesor de literatura inglesa en la Universidad de Misuri se convirtiera en un inesperado best-sellers y fuera traducida a más de veinte lenguas. Claro, es verdad que ser un best-sellers no garantiza la calidad de una novela. Existe infinidad de ellas que han gozado de mucha popularidad y venta y no han sido más que libros mediocres. En el caso de Stoner, el apoyo de escritores tan reconocidos como Ian McEwan, Bret Easton Ellis, Enrique Vila-Matas y otros no dejaba dudas de que se trataba de una obra de mucho espesor.
La muerte de su autor, John Edward Williams, en 1994 en Arkansas, le impidió disfrutar de este merecido reconocimiento al valor de este trabajo. Sin embargo, ya en 1973 había recibido un galardón que demostraba que tenía lectores fieles y admiradores: el National Book Award de ficción por su cuarta novela, Augustus, que fue traducida al español como El hijo de César. Williams vivió casi toda su vida de la docencia, de la que terminó jubilándose unos años antes de fallecer. Fue profesor de literatura inglesa en la Universidad de Misuri desde 1950, por lo que se supone que algunos elementos de su novela son autobiográficos, aunque en la introducción a Stoner él advierte que es toda ficcional y pide que nadie se sienta aludido. También fue desde 1955, y hasta su retiro jubilatorio, director del programa de escritura creativa de la Universidad de Denver. Su última y quinta novela, The sleep of reason, quedó inconclusa.
Stoner trata sobre la peripecia vital de un joven nacido en una granja de Booneville, en la zona central de Misuri, uno de los cincuenta estados de Norteamérica en el oeste medio de ese país. Cumplido los diecinueve años es enviado por su padre a estudiar Agronomía en la universidad de Columbia, pero a poco de comenzarla se enamora de la literatura inglesa y dedica el resto de su vida a enseñarla, luego de recibirse y doctorarse. La docencia y la propia literatura servirán como escudo a William Stoner para protegerse de una vida poblada de amarguras e infelicidades. Su retrato ofrece una imagen desgarrada y conmovedora de una sociedad, la “América profunda” como la definen algunos sociólogos, donde las reglas formales de la cultura patriarcal, la violencia, las represiones, el ocultamiento de la verdad y el deseo, la dificultad para comunicarse y otros estigmas hacen de la existencia de esos seres un calvario silencioso y lleno de angustias incomprensibles, y donde la aparición del arte y la literatura, como en el caso de Stoner, no salvan a ciertas personas de la infelicidad, pero sí les sirven de instrumento para darle un cierto sentido a sus vidas.
La historia comienza en plena Primera Guerra Mundial y sigue las alternativas vitales del protagonista hasta 1956, año de su muerte. O sea que incluye también la Segunda Guerra Mundial y las duras secuencias que sobre esos estados provoca ya desde el vamos en la sociedad y sus habitantes. Una de las primeras muertes que tocan al protagonista es la de su amigo David Masters, en la primera contienda. O sea muestra la herida permanente que en esos lugares ha causado la conducta de una nación que como Estados Unidos ha intervenido y cada vez más en distintos conflictos bélicos del mundo. Una novela realmente imperdible, con un personaje entrañable en búsqueda de la amistad, el amor y la muerte como es Stoner, y algunas pinturas, como las de Edith Elaine Bostwick, su esposa, o la del profesor Archer Sloane, que solo la destreza de un extraordinario escritor puede lograr. Todo trabajado sin ampulosidades, a veces en un estilo engañosamente periodístico, pero que no es más que el resultado de una depuración que solo puede lograr un maestro, un conocedor profundo de los secretos de la literatura.