Siete personajes en busca de un Toc Toc
Una sintética definición del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), hecha por los manuales de diagnóstico más actualizados de la American Psychiatric Association, lo caracteriza como un desorden de ansiedad provocado por pensamientos intrusivos, recurrentes y de persistencia regular que derivan en estados de inquietud, aprensión, temor o preocupación. Otro rasgo que pueden tener es que se expresen por la aparición de actos rituales de la misma naturaleza y regularidad. No se trata pues del sonido que producen los golpes de una persona en una puerta o pared, sino de un trastorno bastante común en la actualidad. Se calcula que habría 100 millones de personas en el mundo que padecen alguna forma de TOC. Son estadísticas aproximadas, pero que de todos modos hablan de una presencia importante de esas patologías en las sociedades contemporáneas.
Fuera del plano de tratamiento estrictamente médico o psiquiátrico de ese desorden, a un señor francés, que en cierta manera había sufrido algunos de esos trastornos, se le ocurrió escribir una comedia con el tema donde el público pudiera, además de reírse sanamente de esos trastornos y de las consecuencias sociales que produce, reparar también en su existencia y pensar con espíritu de solidaridad respecto de las personas que los padecen. Ese hombre es el autor Laurente Baffie, quien con mucho conocimiento científico del asunto y un muy agudo sentido del humor escribió la obra Toc toc, en la que seis pacientes angustiados por estos trastornos acuden en consulta a un prestigioso especialista y mientras lo esperan, en compañía de una secretaria del profesional que trata de retenerlos y explicarles que se ha retrasado debido a un embotellamiento en el aeropuerto de donde viene, van mostrando frente a los otros, casi sin quererlo y por la fuerza irreprimible con que se presentan sus patologías, los síntomas que los aquejan.
La pieza fue estrenada el 13 de diciembre de 2005 en el legendario Theatre du Palais Royal de Paris, una sala con 244 años de historia, y en tres años de exhibiciones por todo el país logró seducir a un millón de espectadores. Pero el suceso no se detuvo allí. Fuera de Francia, Toc toc se estrenó y representó en otros 24 naciones, incluida la Argentina. Hasta noviembre de 2017 –que es la fecha en que se divulgaron estas cifras- la obra había sido vista por cuatro millones de espectadores en el planeta, producto de más de 11 mil representaciones. Hasta el mismo momento, en Buenos Aires y en una de las salas del Multiteatro, donde se mostró por primera vez en enero de 2011, había cumplido 2303 funciones con la asistencia de 962.415 espectadores, número que se ha acrecentado porque en 2018 la obra comenzó con igual éxito su octava temporada. Por otra parte, desde 2013, un elenco de gira distinto al que actúa en el Multiteatro, comenzó a representarla por todo el país, convocando a 451.244 espectadores. Sumando ambas cantidades, Toc toc se convirtió en la comedia que más público atrajo en la Argentina en los últimos 25 años.
Todo este fenómeno es relevado con absoluta minuciosidad, plenitud de sabrosas anécdotas y descripción de episodios iluminadores, por una investigación llevada a cabo por los excelentes periodistas Hugo Paredero y Carlos Ulanovsky y reforzada por la importante contribución del psicólogo Pablo Zunino, en la que aparecen opinando, o contando detalles de los hechos que llevaron a ese éxito, más de 50 personalidades del país o internacionales que estuvieron involucrados en él y que se prestaron cordialmente a ser entrevistados, entre ellos el propio autor, Laurent Baffie, y Julián Quintanilla, responsable de la traducción al español de la obra y de la versión que se ofreció en Madrid, base de la que luego se conoció en la Argentina, trasmutada al vocabulario del país por Jorge Schussheim.
Las virtudes del libro exceden, sin embargo, este riguroso arqueo de acontecimientos que, uniéndose felizmente, culminaron en lo que hoy sigue siendo una repercusión sin mellas. El trabajo de Carlos Ulanovsky y Hugo Paredero aporta además una valiosa reflexión sobre la compulsiva ilusión de poder dominar en cualquier circunstancia o lugar el éxito o evitar el fracaso, que tan a menudo ataca a la sociedad contemporánea, y ni que decir a muchos integrantes de la colonia artística, cuando todo el mundo sabe –o debería saber- que nadie tiene en forma definitiva las llaves que abren el camino del triunfo o la derrota. Y que aun cuando se las pueda poseer por algún tiempo o temporada su duración es siempre transitoria, sujeta a la inapelable prescripción que impone el dios Cronos.
Toc toc ha sido, en ese sentido, una demostración más de lo poco que se sabe en esa materia. Cuando muchos productores y actores no confiaban en esta obra –que en realidad tenía méritos suficientes como comedia pero también debilidades que no eran difíciles de percibir- y mostraban reticencia a hacerla, el entusiasmo a ultranza de su directora Lía Jelín, que ya había hecho una experiencia con ella en México, mantuvo la llama encendida y el fervor por concretar el proyecto, que fue extendiendo de a poco a otros colegas (productores y actores) para que finalmente legara al escenario en Buenos Aires. Muchos de los vaivenes que hubo que atravesar hasta llegar a la decisión de hacerla y varios otros que ocurrieron después de montarla, entre ellos los cambios de artistas en el elenco o las dudas ante la formación de un nuevo equipo de actores para las giras, se cuentan en este libro escrito por dos periodistas maestros en el arte de exponer con claridad y elegancia y conocedores como pocos de la técnica de entretener al lector mientras se lo hace pensar en temas más profundos y no solo pasar el tiempo o deleitarse con los chismes o fuegos fatuos del ambiente. No faltan tampoco en las charlas hipótesis sobre las causas que han provocado semejante suceso aquí y en el mundo de la obra, aunque, como ocurre siempre en estos casos, no dejan de ser nunca hipótesis y además no generalizables, porque lo que aquí pudo haber incidido como un factor relevante para interesar a cierto público en otros lugares –dentro del mismo país o en el extranjero- no lo ha sido. El hecho de reflexionar sobre el fenómeno tiene, sin embargo, valor en sí mismo, porque es un ejercicio de pensamiento provechoso y rico para intentar acercarse sino a la verdad por lo menos a una parte de ella.