En la obra reunida de Griselda Gambaro, publicada por Ediciones de la Flor en cuatro tomos hace poco tiempo, se dieron a conocer sus piezas hasta el año 2007. De ese enorme repertorio de títulos, quedaron fuera estas dos obras que ahora da a conocer Editorial Alfaguara: Querido Ibsen: soy Nora y El don. La primera fue estrenada en septiembre de 2013 en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín en una versión dirigida por Silvio Lang muy festejada. Y la otra en julio de 2015 en el Teatro Cervantes, dirigida también por Lang, en una puesta que no hizo justicia a la belleza y potencia del texto. Nora Helmer es el personaje, de Ibsen que ha quedado fijado en la memoria del público como una de las precursoras, en el campo de la ficción, de la larga lucha de las mujeres por su independencia. Gambaro retoma a esa criatura y la enfrenta por momentos a Ibsen en un riquísimo diálogo en donde discute y negocia con él acerca de lo que le hace decir o hacer en su historia. La escritura de la gran dramaturga argentina perfila de ese modo a un personaje que se va delineando a sí mismo, como haría una mujer de hoy que reivindica la ruptura de los lazos que la siguen esclavizando. En el segundo texto, crea una suerte de Casandra criolla que, como a la griega, nadie le cree. Esta Casandra joven es espejada en una vieja de nombre Márgara, que predice  que el mundo se acaba en medio de la incredulidad de la gente. ¿Quién nos salvará de tanta maldad?, se pregunta. Es interrogante sin respuesta, pero que el humanismo de la creadora deja en pie como una llama viva, radiante, que en su luz ilumina la necesidad o la posibilidad de un rumbo colectivo que impida la destrucción de la humanidad, sin asegurarlo, desde luego. Porque es teatro, nada más. Un teatro para ver y también para leer, porque hay pocas prosas en el campo autoral argentino tan bellas, tan poéticas, tan bien escritas como las de Gambaro.