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La muestra las pinturas de Jairo, que puede visitarse en el Centro Cultural Recoleta hasta el 25 de septiembre, revela una faceta hasta ahora desconocida del compositor y cantante, que celebra 40 años de profesión.
"Estoy entusiasmado, de estreno", define Jairo. "La pintura es una pasión que tengo desde chico, pero que sólo compartí hasta ahora con mi familia, mis amigos, mis seres más cercanos. Ahora quiero compartirlo con el público, que me ha acompañado durante tantos años. Me convenció mi hija, Lucía, que es historiadora de Arte. La primer parte de la muestra es más íntima, la segunda retrata la dimensión profesional de mi vida, que también me conmueve. Diría que son esferas complementarias de mi historia."
Con motivo del 40 aniversario en el mundo de la música, Jairo se atreve, por primera vez, a exhibir una faceta hasta ahora desconocida para el público. La exposición, que permanecerá abierta hasta el 25 de septiembre en la sala 7 del C.C. Recoleta (Junín 1930), es una retrospectiva del artista en la que se exhiben 35 obras realizadas entre los años 1971 hasta la actualidad y que dan muestra de su amor por la pintura y el dibujo.
El recorrido de la exposición es temático y se divide en dos secciones principales: “Paisajes y figuras familiares” y “La música pintada”.
La primera, incluye las marinas pintadas al óleo –entre las que se destacan obras como “Bote de pescadores” (1976) o la pareja “Lucía corriendo” y “Lucía en la playa” (1992)-. Los retratos reflejan la afición del artistas por plasmar las expresiones de sus familiares del modo más espontáneo usando también el lápiz como en “Retrato de Lucía” (1987) o carboncillo como en “Retrato de Francisco” (2008). La segunda, entretanto, se compone de una serie de obras compuestas en óleo y en pastel, y que temáticamente aluden momentos de su vida como artista: las composiciones están inspiradas en sus espectáculos y trabajos discográficos -dibujos realizados con motivo de la grabación del disco “Jairo canta a Borges” (1975), las pinturas hechas con motivo del espectáculo “Revolver” (1992), etc-.
En estos casos las obras van acompañadas de la música, en la muestra, de manera que el espectador pueda establecer una relación más clara entre la creación musical y la pictórica. En este segmento el afiche realizado para Jean Guidoni en 1989 en la que Jairo hizo uso del aerógrafo.
La obra de mayor dimensión, “Atahualpa Yupanqui”, cierra esta expo: fue realizada al principio del espectáculo Atahualpa x Jairo con motivo del centenario del músico en el Cerro Colorado, en el año 2008. Junto a esta pintura se proyectará, en el C.C. Recoleta, la filmación del principio de este show.
-¿Cómo se manifestó esta pasión por la pintura, en su caso, y a qué período de su vida se remonta?
-Pinto desde chico, desde que tengo memoria, y tengo más amigos entre los pintores que entre los músicos. Soy un fanático de los museos: voy a todos, me quedo horas mirando, y siempre he pintado las cosas que me fueron sucediendo a lo largo de los años.
-¿Siente que es un lenguaje en el que puede expresarse con comodidad, como con la música?
-Absolutamente. Yo siento que me expreso a través de la música –mi faceta más conocida- y de la pintura, y ambos lenguajes me generan el mismo nivel de satisfacción. En esta muestra lo que se intenta hacer es exactamente eso: mostrar las distintas facetas que un artista puede tener.
-Las obras revelan una marcada inclinación por el impresionismo, ¿qué puede contar en relación a ese hecho?
-Es el estilo que más me ha gustado siempre, y tengo una gran admiración por estos pintores revolucionarios. Incluso en uno de mis cuadros pinté a Monet, en un jardín, regando las flores. Como ellos, tengo una obsesión por la luz. Elegí la música como profesión, pero también hubiera podido ser pintor. Tanto uno como otro arte me produce emociones muy profundas, me conmueven. A mí ver al músico Cat Stevens en vivo o visitar el Museé D'Orsay me produce emociones equivalentes, igualmente movilizantes. Cuando entré a ese museo por primera vez no me alcanzaban los ojos para mirar, quedé fascinado, y desde entonces me dediqué a estudiar a los impresionistas, que a fines del siglo XIX se atrevieron a pintar las cosas, no "como eran", tal como exigía la tradición clásica, sino como ellos las veían o sentían. Creo que eso fue revolucionario, se anticiparon a lo que vendría. Esa ruptura fue extraordinaria, y a mí me marcó profundamente. Yo intento lo mismo: pintar las cosas tal como las siento. Cuando un motivo o una atmósfera que se define por la luz llama mi atención, quiero transmitir eso que siento al espectador, que la pintura sea el vehículo para que él pueda sentir lo mismo, estar en ese mismo sitio.
-Así como un cantante hace una interpretación de un determinado tema musical, podría pensarse que los impresionistas, también, se proponían interpretan la realidad que tenían delante…
-Sí, creo que puede establecerse un paralelismo entre ambas cosas: la diferencia está dada por los elementos que se utilizan en uno y otro caso, pero en definitiva la mirada es lo que importa. Qué veo, qué siento, y, a partir de eso, qué soy capaz de interpretar. Ello hacían un culto del retrato del "instante", sacaban una suerte de instantánea, y el efecto es mágico: hoy vemos sus cuadros y nos transportamos al momento que decidieron retratar.
-Más allá de una intención estética, se adivina en el conjunto de su obra la intención de dejar testimonio de momentos y personas que para usted resultaron importantes…
-Es que para mí la pintura representa justamente eso, la posibilidad de retratar un momento, y que ese retrato trascienda en el tiempo. El arte es algo que madura en la mente a partir de lo que uno va viviendo, y en esta muestra se verá el resultado de ese proceso.