Papel Prensa. El grupo de tareas
“Toda esta historia huele a mal. Hay sangre, hay torturas y hay mucho dinero en juego. Este verdadero drama, que tiene tres décadas y media de existencia, continúa dando coletazos”, decían los periodistas Cynthia Ottaviano y Juan Alonso, como conclusión de una serie de notas publicadas en Tiempo Argentino en 2010 sobre el conocido affaire de Papel Prensa. El 14 de julio de 2015, por mayoría, la Sala Uno de la Cámara Federal ratificó la decisión del juez Julián Ercolini de no hacer lugar al pedido de indagatoria solicitado en marzo por la familia Graiver en la causa Papel Prensa contra los directivos de los diarios Clarín y La Nación como beneficiarios de una operación de transferencia a su favor plagada, como se dice más arriba, de hechos aberrantes. El único voto en disidencia con ese fallo lo pronunció Eduardo Freiler, quien se diferenció de sus pares Eduardo Farah y Jorge Ballestero. Freiler sostuvo que el fallo era nulo porque había una confusión en la definición del objeto procesal hecha por juez Ercolini, quien hablaba de un asunto de índole patrimonial cuando se trataba de un delito de lesa humanidad. Héctor Magnetto mueve las piezas entonces y logra, con el concurso del camarista Martín Irurzún y otra vez de Eduardo Farah –Ballestero en este caso se opuso- que Freiler sea removido de la causa Papel Prensa por presunta parcialidad. Fue una decisión tomada el 23 de diciembre de 2015, el día anterior a la Nochebuena. Desde entonces, los responsables de haberse apropiado ilegalmente de Papel Prensa sospechan que el tema ya no seguirá dando coletazos, al menos en el plano judicial. Pero nunca se sabe. El destino es oscilante y tal vez ni siquiera en esa esfera, la jurídica, esté tampoco dicha la última palabra, pues se trata de un delito de lesa humanidad.
En el plano periodístico, por lo pronto, no lo está. Y la mejor demostración de eso es un estupendo libro de Víctor Hugo Morales –a quien a esta altura es innecesario presentarlo- sobre esta trágica estafa que fue el affaire Papel Prensa. Con una documentación exhaustiva que comienza ya desde que Eduardo Durruty, ex secretario general del diario Clarín y en ese momento corresponsal del matutino en Estados Unidos, recibe un llamado en agosto de 1976 de Héctor Magnetto para que averigüe sobre las acciones de Papel Prensa que David Graiver tendría en un banco de Nueva York, hasta la puntada final a la descomunal e irregular causa judicial a que dio lugar el caso, urdida e hilvanada cuando el fiscal Germán Moldes en marzo de 2016 apoyó el sobreseimiento de la causa de Papel Prensa, lo que significó que el Estado se retiraba definitivamente del tema y renunciaba a toda apelación. Esto exactamente cuatro décadas después de haberse recogido las primeras huellas de lo que después sería uno de los negociados más sangrientos y escandalosos cometidos por el empresariado argentino –en ese caso el de los medios- al amparo protector de la brutalidad dictatorial.
En diez capítulos espléndidos, precedidos por un prólogo y redondeados por un epílogo, Víctor Hugo escribe una crónica de cristalina fluidez, pero no exenta de pasajes de marcado lirismo en la prosa, que lleva cómodamente de la mano al lector y lo introduce en el hueso mismo de lo que fue esa historia de injusticias, mentiras y muertes llamada Papel Prensa y cuyas consecuencias se sientan hoy en la Argentina, sobre todo por el nefasto papel que los medios dominantes juegan en el refuerzo de los mecanismos de desinformación y enceguecimiento de una parte importante de la sociedad nacional. Un verdadero testimonio histórico de los que se necesitan para reconstruir una verdad del pasado y del presente de esta nación sin la cual no habrá nunca justicia ni auténtica paz entre sus habitantes.