Nuevos públicos. Artes escénicas y escuela
En general, sostiene Ana Durán, los especialistas no se oponen a la existencia de materias vinculadas con lo artístico cuando se plantea su inclusión en los sistemas educativos occidentales. Sin embargo, es inevitable que se trabaje con cierta tensión a la hora de considerar qué espacio que esas materias ocuparán en relación al conjunto de las otras disciplinas. Tensión que procede de la duda que ciertas autoridades tienen acerca de la “utilidad” de esas asignaturas. Cosa que, en rigor, no ocurriría si alguien consultara sobre la pertinencia de disciplinas como las matemáticas o la biología, que no necesitan justificación alguna para estar donde están.
Lo cierto, agrega Durán, que todavía hoy es pertinente preguntarse por qué tipo de frutos epistemológicos posibilita en los sujetos en formación la enseñanza del arte en las escuelas, tema al que le ha dedicado gran parte de sus investigaciones el prominente profesor estadounidense Elliot Wayme Elliot, fallecido en 2014. La respuesta más pertinente para ese enfoque que se propone este libro, en relación con las artes escénicas y la escuela, se podría sintetizar diciendo que las artes permiten otro tipo de alfabetización, además de la conocida y básica que propone la escuela.
Dice Eisner que la capacidad de codificar y decodificar significados es una forma de alfabetismo que no se extiende solo al uso del lenguaje convencional, sino a otras esferas de la expresión humana. Y una de las funciones importantes de las escuelas es el desarrollo de múltiples formas de alfabetismo, o sea, de la capacidad del alumno de extraer significados de las artes, de las ciencias, las matemáticas, y, por cierto, de cualquiera de las formas sociales con las cuales puede constituirse ese significado. Este volumen, escrito por Ana Duran, periodista especializada en artes escénicas y profesora de Lengua y Literatura, es precisamente un aporte al conocimiento de los aprendizajes que realizan los jóvenes en la recepción de las artes en el contexto escolar argentino.
Es un aporte no solo teórico, si bien éste no falta porque la autora reflexiona en torno a lo que plantea y apoya sus ideas en trabajos o meditaciones de otros colegas, sino respaldado en lo fundamental por su valiosa experiencia en el Programa de Formación de Espectadores del Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el que ha trabajado durante muchos años. De ahí que, evocando muchas jornadas de trabajo con niños y jóvenes de la institución educativa, Durán reproduce episodios de esa experiencia y cuenta, entre muchas otras cosas, cómo puede ser el primer contacto de un alumno con una sala teatral, qué lugar ocupa la emoción en ese vínculo y que pensamientos generan en él esa nueva relación. La autora indaga también en los objetivos, alcances y desarrollos del oficio de mediación en la gestión de públicos y qué posibilidades se les abren para los jóvenes que se constituyen como nuevos espectadores de las artes escénicas. En resumen, un libro muy valioso, que deberían leer los especialistas, los críticos y cualquiera que desee saber un poco más sobre los fenómenos de la recepción.