Libros recomendados: Tomar las armas de Horacio González
¿Qué hay detrás del misterio o la simple costumbre de designar a alguien por un nombre o un apodo? ¿Qué historias olvidadas o levemente sostenidas en la memoria hay detrás de ellos? De pronto, en la visita pedida de un fumigador a un caserón asediado por las arañas y hormigas, entre el profesional de la desinfección y el habitante del lugar surge de improviso una antigua palabra que, como un removedor, sacude las viejas capas de amnesia incrustadas en el archivo de los recuerdos: ¡El viejo!, dice uno de ellos. Desvanecido por el impacto de ese vocablo el añoso polvo del “no me acuerdo”, las dos cabezas de esos hombres se ponen a funcionar repentinamente como un destartalado motor de coche que recobra combustible y energía vigorizante. Es que esos dos hombres se conocen: son Sebastopol (el fumigador) y Echeverría (un profesor de historia que ya no ejerce). Ninguno de los dos se llama así, solo que al reconocerse se identifican por su pasado nombre de guerra, el que usaban en el tiempo en que ambos transitaban, en un organismo llamado la Orden, los caminos de la acción. De manera imprevista y mientras charlan y evocan escenas de otra época, toca el timbre y se suma al diálogo, sin pensarlo ni decidirlo de antemano, una mujer que es Testigo de Jehová y que ambos hombres descubren, por sus rulos, que es Estafanía, otra profesora que daba clases junto a Echeverría en la organización mencionada y que tenían como alumno a Sepastopol.
De allí en adelante, comienza una suerte de alegoría sobre el espíritu de las décadas del sesenta y el setenta, en que varias organizaciones deciden adoptar el camino de la resistencia armada. Y que es a la vez una reflexión sobre el sentido del sacrificio de los hombres, en una historia donde se crucen personajes imaginarios con protagonistas reales del momento. En un estilo que no elude la ironía y la cavilación constante sobre los mecanismos del habla, Horacio González logra en ésta, su tercera novela, una narración sumamente entretenida y plena de ideas para la meditación y el debate.