Una carta redactada por un médico, que la noche anterior ha muerto por causa de un aneurisma, deja una sugestiva revelación: “He recibido en la morgue el cuerpo de Bernardo de Monteagudo el día 13 de octubre. Doy fe de que tuve una larga conversación con  el difunto durante una noche y también doy cuenta de haber sido su guía hasta dejarlo casi en la entrada del Paraíso.” El médico es el doctor Pascasio Romero y los hechos transcurren en 1917, año de la revolución bolchevique en Rusia. Hace poco han llegado en barco a Buenos Aires los huesos de Bernardo de Monteagudo y el doctor ha debido ir a buscarlos al puerto. Tiene una insólita petición de las autoridades: analizar los huesos y tratar de determinar los supuestos orígenes negros o aborígenes del patriota. En base a este ardid literario, que es el de construir una conversación imaginaria entre los huesos de Monteagudo y el doctor Pascasio Romero, el escritor Marcos Rozenzvaig desarrolla una atractiva ficción sobre la vida del gran colaborador del general San Martín. La preocupación por el tema racial va quedando de lado, y en la voz del patriota comienza a surgir un apasionante relato sobre su asesinato en Lima, Perú, y sus posibles instigadores, el de su amor por María Abascal, el de la muerte de Mariano Moreno, el de su pasión por la Revolución. Todo lo cual queda grabado en el diario forense del médico junto a sus opiniones personales y sus observaciones en el diálogo. Monteagudo. Anatomía de una revolución es una novela que podríamos calificar de oportuna, dado que aparece en casión del Bicentenario de la Independencia Argentina y del traslado de los restos de Monteagudo a la provincia de Tucumán, de donde era originario, pero tiene además el mérito de recolocar en memoria la figura de un hombre clave de la gesta liberadora y el de ser una narración sumamente entretenida y construida con buen estilo, gran conocimiento del tema que trata y un fuerte poder imaginativo para desplegar a partir de allí una ficción recordable.