La silicolonización del mundo
Desde los tiempos del advenimiento de la modernidad, la facultad de razonar (o si se prefiere de hacer juicios) y la posibilidad de ejercerla sin ataduras ni condicionamientos es lo que aseguró en los últimos siglos, a través de la crítica y la resistencia a aquello que impedía esa potestad esencial del ser pensante, alentar el impulso de consagrar –y en distintos lugares y tiempos de concretar- el derecho de los hombres y mujeres a la libertad de pensamiento y la autonomía de sus vidas. Hoy, esa posibilidad, que fue el horizonte alcanzado de tantas luchas por un mundo más justo, está cada vez más obturada y amenazada por la diseminación a nivel global de un modelo de existencia concebido y aplicado por el tecnoliberalismo. El mayor objetivo de ese sistema es la imposición de un paradigma de vida que dé lugar a una nueva forma civilizatoria, en la que el uso masivo de la inteligencia artificial y la organización algorítimica de la relación entre las personas genere –y de hecho ya lo está generando en distintos estamentos- sociedades más automatizadas, cada vez maleables a los influjos y el control de los centros de poder del capitalismo, menos resistente a la adopción de conductas como las que proponen quienes hacen de esa docilidad ciudadana la fuente de algunos de sus multimillonarios negocios.
A este fenómeno lo denomina el filósofo francés Eric Sadin la “silicolonización del mundo”, porque responde a la estrategia elaborada por las más importantes empresas radicadas en Silicon Valley, paraíso de la inteligencia artificial en California, que pretende imponer su modelo de negocios y su cosmovisión ideológica al resto del globo, un modelo cultural que es la antítesis del humanismo y lo destruye. Este plan, que comenzó a principios del siglo XXI con la difusión de la llamada “economía de datos” y siguió desde 2010 con la “economía de las plataformas”, ha adquirido un enorme conocimiento de los comportamientos de los seres humanos y gracias a eso, y a una interpretación sistemática de ellos, puede direccionar, en gran parte, el deseo de la gente y sus elecciones en diferentes sentidos. Lo ha hecho en la esfera de la actividad comercial, pero lo aplica también a la política. Eric Sadin, que ya había publicado hace poco tiempo La humanidad aumentada, dio a conocer ahora La silicolonización del mundo, ambos libros que vino a presentar en Buenos Aires. El filósofo francés se explayó ampliamente sobre este fenómeno e incluso ofreció entrevistas a algunos periodistas. Y fue claro en su diagnóstico sobre él: que su realidad afecta ya el presente de las sociedades contemporáneas y lo hará de manera mucho más totalizadora en el futuro si es que no surge algún tipo de contención ética, humanista e ilustrada por parte de las poblaciones para evitar el avance desbocado de las máquinas en la administración de todo lo existente.
Este modelo de negocios de Silicon Valley, que entre otras impulsan empresas como Google, Amazon, Apple y Facebook no acepta que haya espacios vacíos en la existencia y digitaliza y monetiza de manera cada vez más extendida cada gesto de las vidas de los ciudadanos de la sociedad contemporánea. Consolidado el sistema mediante el cual millones de aparatos silenciosos lograron una duplicación digital del mundo, el paso ahora procesar cada elemento en términos de monetización, optimización y predictibilidad. Y en ese camino lograr la administración robotizada de la existencia, que comienza cuando se cede la libre decisión de los actos que constituyen nuestra existencia, cuando se pone en manos de otros, que pasan a ser los dueños de nuestra voluntad, las elecciones personales. Todas estas advertencias, y muchas otras, expuestas a través de un libro escrito en un idioma llano, comprensible para cualquier lector, se aportan en este libro realmente imprescindible de Eric Sadin. Es un imperativo abordar su lectura: lo que pinta no es halagüeño, pero la primera condición de enfrentarse a una dificultad es tomar conciencia de ella.