La palabra de Carlos Carella
Una de las personalidades más representativas de la cultura teatral y artística de nuestro país, el actor Carlos Carella (1925-1997) es una figura que reaparece cada tanto en el imaginario del mundo del espectáculo, no solo por los homenajes que regularmente se le hacen, sino también por lo mucho que su trayectoria influyó como modelo de una conducta que hizo escuela entre sus pares, basada en una fuerte militancia sindical a favor de los derechos de sus pares. Su trayectoria profesional, desarrollada tanto en la radio y televisión como en el teatro y el cine, se extendió por más de cincuenta años, a lo largo de los cuales encarnó a algunos de los personajes más atractivos de la cultura popular, entroncando con una tradición que tuvo personalidades tan destacadas como Pablo Podestá, Enrique Muiño, Luis Arata, Florencio Parravicini. Con una formación actoral ecléctica, que incluyó estudios académicos inconclusos realizados en el Conservatorio Nacional en 1943, sin embargo el venero principal de sus enseñanzas provino de distintas experiencias artísticas llevadas a cabo en múltiples medios, entre ellas, las que tuvo en su pasado como presentador de orquestas de tango, su incursión en el radioteatro y la televisión y enseguida su participación en obras realistas de la TV, el cine y el teatro junto a notables actores y directores de ese género.
También su intervención en las agrupaciones de teatro independiente fue regular, pero no surgió como actor en ese sector. Su origen en el oficio proviene más de los elencos llamados vocacionales que impulsaron los dos primeros gobiernos peronistas. Por otra parte, y a pesar de integrar elencos del teatro independiente, Carella fue un intérprete que desde sus comienzos defendió con fuerza la necesidad de la profesionalización del oficio actoral, hecho que a los grupos independientes originales no les interesaba. Su debut teatral se produjo a fines de 1945 en la obra El amor que pasa, de los hermanos Álvarez Quinteros. Mientras continuaba el teatro, se lanzó al radioteatro en el mítico programa Las Dos Carátulas. Y hacia la década de los sesenta se sumaría al cine y más tarde a la televisión. El repertorio teatral, como dijimos, exhibe una gran variedad de piezas estrenadas tanto en el teatro independiente como en el comercial, entre otras El zoo de cristal (1954), El herrero y el diablo (1955), Proceso a Jesús (1956), El pan de la locura (1958) y La señorita Julia (1963). Carlos Gorostiza fue, además, uno de los autores argentinos con quien más colaboró, logrando un grado de sintonía laboral que siempre reivindicó. De él interpretó El acompañamiento, Los hermanos queridos, ¿A qué jugamos? y El patrio de atrás, entre otras. También formó parte en los años setenta del famoso Clan Stivel, donde compartió distintos papeles con Bárbara Mujica, Emilio Alfaro, Federico Luppi y otros, con quienes hizo también un programa tan eficaz como Cosa juzgada.
Su itinerario como actor es conocido y hay distinta documentación al respecto de lo que hizo en los distintos medios. Este libro, en cambio, lo presenta a través de la palabra, no la que dijo en el escenario personificando a las distintas criaturas que le toco componer, sino las que expresaron su pensamiento en los diversos reportajes y entrevistas brindados a lo largo de su extensa carrera. Todas ellas fueron recogidas de su archivo personal y del de su mamá (Ana Castaño Carella), por su mujer Perla Maguid, que en una introducción al trabajo explica cómo decidió encarar esta compilación y adelanta que, allí donde se necesita, hace aclaraciones en distintas páginas que identifica con las iniciales PM. Toda la humanidad de Carella, “sus ocurrencias perfectas, esa sabiduría suya espontánea y natural, y su claridad seca y sólida”, como dice en la contratapa Mauricio Kartun, que lo admiró y aprendió de él, bañan el libro, por cierto muy recomendable para conocer con mayor profundidad quién fue el tan recordado y querido Negro Carella y qué pensaba del arte, la vida y la política.