La leyenda del poeta y otros textos
Autor de televisión en los mejores años de ese medio, cuando el trabajo de los guionistas gozaba de alta consideración, Miguel Ángel Diani fue, sin embargo, y antes que cultor de otros oficios, actor. Pero no un actor al servicio de los libros de los otros, sino de los propios, o sea que con el actor nacía también el autor. De ese modo pudo ser protagonista de los hoy llamados stand-up, que por entonces no eran llamados así. Fue en este ejercicio de entretener a un público que no permitía pasajes aburridos o de baja intensidad en los textos que comenzó a manejar los resortes que permiten mantener, como actor y autor, un alto nivel de interés en lo que se cuenta. Según el dramaturgo y estudioso teatral Roberto Perinelli, ese rasgo de destreza por atrapar al lector –y obviamente al espectador cuando la obra teatral llega al escenario- se ha mantenido incólume y fresca en su literatura dramática pensada para más personajes, campo en el que finalmente, y por lógica decantación, Diani desembocó en los últimos años de su actividad profesional. En este libro se presentan cinco de sus más recientes obras. Cuatro fueron escritas entre 2014 y 2015: Presentimiento, Accidente programado, Corazón de titanio y Macarena. La restante, La leyenda del poeta, representada en el Teatro del Pueblo en 2014, pertenece al año 2010. Todas ellas, salvo Macarena, tienen dos personajes, y en la mayor parte de las peripecias tramadas para estas criaturas sobrevuela un clima de humor absurdo, que revela la clara empatía que Diani siente por autores como Eugene Ionesco, Samuel Beckett o Eduardo Pavlovsky. También es muy diáfana la habilidad de este dramaturgo en el manejo de los diálogos, en parte producto de su rica experiencia en la televisión, lo que le permite presentar personajes y pinturas humanas de una complejidad existencial a menudo oscura o extraña en ámbitos de una cotidianeidad muy cercana, casi familiar a cualquier espectador. En definitiva, un teatro que, además de ofrecer un material sustancioso para el trabajo en escena del actor y el director, destino al cual legítimamente aspiran estas piezas, es también seductor para ser leído por las múltiples intrigas y tensiones dramáticas que provocan.