Heldenplatz
Uno de los más grandes autores austríacos del siglo, a pesar de haber nacido en Holanda, Thomas Bernhard dejó una obra rica y extensa a pesar de su temprano fallecimiento en 1989 a la edad de 58 años. Dejó diecinueve novelas, diecisiete obras teatrales y varios libros autobiográficos, que están entre lo mejor de su producción. Bernhard fue un ardiente enemigo del nacionalismo austríaco, que con toda justicia asociaba con el nazismo. Su obra no se ciñe solo a ese tema, sino que gira también en torno a las duras consecuencias de una existencia del hombre carente de sentido moral, el temor a la muerte, la ignorancia como fuente de toda maldad y violencia o la soledad del hombre contemporáneo, con influencias tanto del expresionismo alemán como del teatro de Beckett e Ionesco. Pero, sin duda, fue el más severo de los críticos, dentro de la intelectualidad austríaca, de los malestares creados en la su país por la persistencia de una ideología que era tributaria del nazismo. Heldenplatz, obra que se interpretó aquí en Buenos Aires en 2008 en el Teatro San Martín, es una de las pruebas más contundentes de esa posición.
En ella se cuenta la historia de un profesor universitario austriaco, Josef Schuster, que hastiado del aire político de su país decide volver a dar clases como académico en Oxford, pero que, poco antes de trasladarse, se suicida tirándose de un balcón de su departamento que da a la famosa Heldenplatz (Plaza de los Héroes). Schuster, durante los años del nazismo, se había exiliado en Oxford para escapar de la persecución sufrida por su condición de judío y regresa a Viena después del fin de la segunda guerra para instalarse de nuevo en su universidad. Pero no tarda mucho en comprobar que en su ciudad se respira el mismo veneno que circulaba cuando gran parte de la sociedad vienesa recibió con inmensa alegría a Hitler en la Plaza de los Héroes y consintió la anexión de su país a Alemania. Y que la universidad en particular nunca dejó de ser un nido del nazismo, ahora renacido en diversas agrupaciones. Esta historia es contada en tres largas escenas muy dialogadas por distintos personajes: el hermano del difunto, Robert Schuster, universitario como él y hombre delicado de salud; los tres hijos del muerto (dos mujeres y un hombre) y su viuda; la señora Zittel, su ama de llaves y la criada Herta; y un compañero de la universidad de Josef Schuster, el señor Liebig y su esposa.
El idioma de Bernhard es minuciosamente elaborado, apela a algunas reiteraciones en las frases para dar más cuerpo al texto y deplora los puntos y aparte. Su escritura transmite una mirada apesadumbrada por las miserias humanas, pero al mismo tiempo de una enorme lucidez. Hay frases que tienen una increíble fuerza y golpean como rayos lanzados en el medio de una noche interminable. Según George Steiner, después de Kafka y Canetti, la sensibilidad artística de Bernhard es una de las más agudas de la literatura moderna. Cuando se representó en Viena poco antes de la muerte del autor, Heldenplatz provocó un verdadero escándalo y la reacción airada de quienes se sentían aludidos por lo que decía el autor, que en su testamento prohibió que no se representarán más sus obras teatrales en su país después de muerto. El regreso a fines de 2017 de la ultraderecha nacionalista al gobierno de Austria de la mano de los conservadores que le ofrecieron algunas carteras –después de haber permanecido entre 2000 y 2006 al frente del país- demuestra quién tenía razón. Por fortuna, ese retorno generó especiales manifestaciones de protesta en varios sectores de la sociedad austríaca. La actualidad de este autor, en un mundo donde la xenofobia y el racismo seducen con su discurso fácil y peligroso a no pocos sectores de distintas sociedades, es hoy sorprendente.