El último de los oficios
Los escritores son su obra. Allí está lo más importante que han brindado a la sociedad. Se puede tener una vida llena de aventuras, pero una obra pobre. O a veces puede suceder al revés. Pero hay escritores que han unido esos dos listones del existir en un plexo único. Marguerite Duras es una de esas artistas. Su obra literaria consta de cuarenta novelas y una docena de piezas de teatro. Entre sus trabajos más conocidos está la novela El amante, que obtuvo el prestigioso premio Goncourt, y el guion de la película Hiroshima mon amour, de 1958, dirigida por Alain Resnais, conocida mundialmente, o Un dique contra el Pacífico y El arrebato de Lol V. Stein. Nacida en Saigón, de padres franceses, se radicó en París en 1932 y, a la par que escribió mucho, tuvo tiempo para otras cosas: participó en la resistencia contra el nazismo, fue miembro del Partido Comunista francés, del que fue expulsada en 1955, y concedió infinidad de entrevistas en donde habló de su gran pasión, la escritura, y de otros aspectos de su vida. En ellas manifestó también sus opiniones sobre la realidad que la rodeaba. Este libro recopila todas las entrevistas que se le hicieron entre 1962 y 1991 –murió en 1996-, y cumple en su tarea un afán totalizador, como dice en el prólogo Guillermo Saccomanno, al punto que detalla todas sus obsesiones, incluso las que pueden considerarse íntimas.
Sophie Bogaert es la responsable de la investigación que recuperó todas estas entrevistas y que permiten conocer a Duras desde los orígenes de su escritura y las tramas desoladas que teje con el amor como centro o en las variaciones lastimadas de esas relaciones. El conjunto de estos diálogos con distintas personas procuran, a la vez que acercarse al universo interior de la escritora, una verdadera guía para orientarse en los vericuetos de su propia literatura, un oficio al que le dedicó la vida, al punto que, en algún momento, confesó que no tenía ya vida personal, dedicada como estaba a una producción que abarcaba novelas, películas, teatro y periodismo. “¿Nunca se cansa de escribir?”, le preguntaron alguna vez. “Si, me canso: el mío es el último de los oficios”, respondió. Pero seguía, porque para ella la escritura era una forma de respirar, como una prolongación del ejercicio de existir, donde siempre se mostraba rebelde, provocadora, incapaz de ocultar sus sentimientos y opiniones contra el establishment o las personas que no eran de sus afectos o simpatía. Pocos trabajos de recopilación y transcripción de conversaciones producen como este libro una sensación tan nítida de que se asiste, al leer las preguntas que se contestan, a un verdadero autorretrato del artista interrogado.