Desnudos, amados y censurados
Varias generaciones de argentinos vieron y recuerdan La lección de anatomía, el espectáculo teatral argentino que se mantuvo en cartel de manera ininterrumpida durante treinta y seis años, con temporadas simultáneas y giras por el país, España, Brasil, Chile, Venezuela, Paraguay y Uruguay. Estrenada en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1972 por el Grupo TIM, y escrita y dirigida por Carlos Mathus, la obra bajó de cartel de modo definitivo en 2008. Durante siglos el teatro no dejó más certificación de su existencia que los textos sobre los que se montaba un espectáculo y los documentos que dejaban luego las personas que se decidían a dejar testimonio escrito de los acontecimientos que alguna vez habían presenciado. Después la fotografía, el cine, el video y otros dispositivos técnicos aparecidos han permitido fijar eso que sucedió sobre el escenario para dejar constancia de lo ocurrido. No es lo mismo ver esas filmaciones que presenciar una pieza teatral en vivo, pero a los efectos de mantener un recuerdo, que en la memoria se puede hacer más difuso, esos instrumentos fijan imágenes y procuran un registro más confiable.
A pesar de eso, el registro escrito sigue siendo muy usado y útil, porque generalmente capta testimonios de muchos protagonistas que han vivido los sucesos que se quieren divulgar o analizar. Y los acompaña con documentos o material gráfico que, para el que le interesa conocer a fondo un hecho, le proporciona investigaciones mucho más exhaustivas que la que puede proporcionar una imagen. Por esa razón, y porque de muchos de esos fenómenos escénicos que se quieren difundir no existe ningún registro visual, los libros de exploración y estudio de diversos hechos teatrales que han tenido lugar en la Argentina y el mundo siguen teniendo un público fervoroso y dispuesto a conectarse con ellos. El libro de la socióloga, actriz y profesora de expresión corporal Ana María Rozzi de Bergel sobre la experiencia de La elección de anatomía tiene ese valor, porque pone en contacto vivo a los lectores con testigos directos (hayan sido como actores, espectadores o en otra condición) de aquel fenómeno. Valor que en su caso tiene un espesor mayor no solo por ser alguien que se dedica seriamente a la labor de investigación, sino por haber sido también ella una de esos testigos al participar como directora repositora de varias puestas de ese título y poder conocer a fondo la trayectoria de Carlos Mathus, de quien es amiga y al que le ha hecho varias entrevistas, además de recibir de parte suya una abundante documentación. Todas estas circunstancias y algunas otras, como las de ser un trabajo riguroso y escrito con mucha claridad, la habilitan para hablar de aquel mítico espectáculo tal vez con más autoridad que cualquier otra persona.