Crónica de mi familia

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Uno de los libros recomendados de este mes es Crónica de mi familia de Vasco Pratolini publicado por Editorial Tusquets

     Si hay un texto entrañable para varias camadas de lectores que comienzan a familiarizarse con los libros partir de comienzos de los cincuenta –pero con un efecto que se prolonga por varias décadas-, ese es Crónica de mi familia, de Vasco Pratolini, escritor italiano nacido en 1913 y fallecido en 1991, casi en el olvido. Marcello Mastroianni decía de él: “Si me hicieran elegir un libro italiano de mi tiempo diría sin dudarlo, Crónica de mi familia, de Vasco Pratolini.” Este actor tuvo luego la dicha de actuar esa obra en una famosa y también muy emotiva película de Valerio Zurlini, de 1962, que aquí se conoció con el nombre de Dos hermanos, dos destinos y en la que trabajaba también Jacques Perrin. Eduardo Galeano afirma que leyó el libro a los catorce años y que lo marcó para siempre. Otro tanto le pasó a los dieciséis años a Juan Forn, quien tiene bajo su cuidado la edición en Tusquets de la colección Rara Avis, que se inaugura felizmente con este título. 

       Pratolini escribió Crónica de mi familia en 1944, mientras las tropas aliadas entraban en Roma y la gente festejaba en las calles la liberación de su país. En sus páginas se recuerda la peripecia de dos hermanos que fueron separados al nacer el segundo y morir la madre de ellos. El más joven fue adoptado y criado por una baronesa, mientras el mayor creció junto a su abuela y luego en un inquilinato de Florencia. Éste aprendió a leer en las placas de mármol de esa ciudad grabándose en la mente las frases allí inscriptas del Dante. Después hizo la escuela nocturna, pero nunca pudo ingresar a la universidad: enfermó de tuberculosis y lo mandaron dos años a un sanatorio de montaña. Cuando se curó y volvió a la ciudad se hizo periodista, bien de abajo, en la difícil Italia fascista de los años treinta. Y entonces, su camino se volvió a encontrar con el de su hermano. Y ese reencuentro y la evocación de las circunstancias que los separó es la sustancia que da forma a este relato, que el autor define como soliloquio con su hermano muerto.

       Lo demás es un sacrilegio narrarlo, porque coagularía la posibilidad de vivir el encanto incomparable que produce la experiencia de leer esta historia. Forn define a este libro como “único, inclasificable e inmortal”. Ojalá que nadie que no lo haya leído aún se niegue a la tentación de hacerlo y que los que los que lo hicimos decidamos volver a transitar por sus bellísimas y conmovedoras páginas.