Cabeza de tigre
Hay zonas en donde historia y ficción se entrelazan casi sin quererlo, tal vez solo por la necesidad de alejar la insoportable sensación de ignorancia que dejan los espacios vacíos de una memoria que no pudo documentarse. Es sobre esos territorios yermos dejados por la historia no inscripta, que la imaginación de los escritores avanza para llenar de conjeturas posibles aquello que nunca sabremos, pero a lo que difícilmente nos resignamos, porque pocas cosas inquietan más que no poder horadar la oscuridad del misterio. El material de infinidad de novelas históricas, escritas sobre los vaivenes probables que tuvieron las vidas y los hechos que no quedaron registrados o solo lo quedaron en parte, abre la puerta a los mágicos universos de la fantasía que llenan páginas y páginas de libros que leemos saciando con ellos esa pulsión que nos lleva, sino a conocer cómo fueron los rumbos que tomaron algunos acontecimientos, al menos imaginar cómo pudieron ser para no quedar atrapados en la malla de una sensación que se parece a la nada y que solo gracias a la posibilidad que nos da el pensamiento de reconstruir hipótesis podemos trasponer.
Cayetano Grimau y Gálvez existió realmente: fue un soldado de la Independencia. Y protagonizó un hecho que la historia ha registrado: tuvo la misión de transportar a caballo, a través de los mil trescientos kilómetros que separan a Tucumán de Buenos Aires, las Actas de la Independencia firmadas el 9 de Julio de 1816. Pero nunca llegó a entregarlas. Le fueron arrebatadas al parecer por una partida de hombres que, al servicio de Gervasio Artigas y con la anuencia del gobernador cordobés José Javier Diaz, aliado del caudillo uruguayo, lo asaltaron en un lugar llamado Cabeza de Tigre, hoy denominado Los Surgentes. Por lo que se sabe, Cayetano se casó después con Esperanza Galvez y tuvo hijos y murió a los 79 años víctima de la fiebre amarilla.
José Antonio Grimau, uno de los protagonistas de la novela de Marcos Rosenzvaig, no existió, tampoco su mujer Ana y sus hijos, ni Diana Ferstein. Pero es a través de ellos, inventados por la imaginación del escritor, que los lectores nos introducimos en las vertientes posibles de aquel hecho histórico. José Antonio Grimau, descendiente apócrifo de Cayetano, cuenta a sus hijos, como sus padres se lo contaron a él, las vicisitudes de aquella misión que el soldado patriota pariente no pudo concluir. Y mientras lo cuenta nace en él el deseo de vengar a ese antepasado y averiguar el posible destino de las Actas de la Independencia, de las que nunca nadie supo más nada. Y como un detective sigiloso y paciente encuentra pistas que lo van llevando hacia Los Surgentes, un lugar donde, también en la realidad, siete militantes montoneros fueron asesinados a sangre fría en 1976 por un grupo de tareas de la dictadura. De este modo y a través de una narración apasionante y llena de cursos narrativos que mantienen el interés de quien lee y donde realidad y ficción se espejan, Rosenzvaig va relacionando los hechos y logra reflejar, yendo del pasado histórico a una época más cercana a nuestras vidas, las profundas heridas, disidencias y hechos de violencia que han marcado como un estigma permanente la existencia de la sociedad argentina. Una novela que vale la pena leer para reconocer cómo hemos sido pero también cómo somos hoy mismo, donde todo parece distinto al ayer y, sin embargo, es en muchos aspectos estremecedoramente igual.