Black out

Entretenimientos

Uno de los libros recomendados de este mes es Black out de María Moreno, editado por Penguin Random House.

      Dice la autora en la página final de este trabajo, refiriéndose a la forma en que lo estructuró: “Concebí este libro como un tributo múltiple y ritual de despedida sin ningún resquicio para la nostalgia –solo se tiene nostalgia de lo que no se ha vivido-. Dividido en tres partes que se repiten, cada una responde a un orden diferente. La pasarela del alcohol, al del retrato, Del otro lado de la puerta vaivén, al del microensayo; Ronda, al del territorio.” De ese modo, María Moreno vuelca el material de su memoria en esos ámbitos a los que hilvana con una escritura de excepcional calidad y una inusual hondura en la captación de personajes e historias de Buenos Aires que frecuentó en especial en los años sesenta y setenta del siglo pasado, pero también en épocas más cercanas.

      Mezcla de novela, memorias, retrato de época, microensayo, crónica social, diario íntimo, registro científico, desnudo, todos los géneros parecen fundirse en una evocación que tiene por momentos la tersura de la seda y en otros el filo de un puñal que escarba sobre zonas duras, misteriosas de la condición humana.  Si bien los aportes de María Moreno como periodista, narradora y crítica cultural son de larga data y bien conocidos por un público que ha seguido sus notas y libros con la atención que merece su destacado ejercicio del oficio, este trabajo la ubica seguramente entre las mejores narradoras actuales, como ha dicho Ricardo Piglia, como una referencia insoslayable a la hora de elegir entre los talentos más dotados de nuestra literatura contemporánea.

       Es difícil concretada la travesía por los tres espacios de narración en que la autora divide la estructura del libro, encontrar alguno que brille con particular diferencia en relación a los otros. Todos tienen su alta cuota de belleza, a menudo descarnada en su imprevista obscena desnudez, pero siempre conmovedora en su profundo e inclaudicable compromiso con la verdad, con la necesidad de exponer todo lo que ha vivido y transitado en las largas tenidas con colegas literarios y con otra gente, entre ellas las del barrio de la infancia tan plagadas de imágenes provenientes de un pasado que habla de la crueldad del mundo, de su injusticia y sus dolores, pero vistas a través de unos ojos que solo más tarde resignificarán lo que eran realmente.

     De cualquier modo, entre los retratos expuestos en las diversas franjas de La pasarela del alcohol, el que escribe estas líneas elegiría el dedicado a Norberto Soares, por el exhaustivo conocimiento que transmite de su figura. Es también muy contundente fuera de esos tres módulos, la introducción dedicada en lo fundamental a la figura de su padre. De la página 31 de esa pintura, este comentario rescata estas líneas difícilmente olvidables: “No separaba la sed de las ganas de aturdirse. En todo caso, mi padre bebía para liquidarse, como yo. Primero para darse ánimo pero, enseguida, para perder la conciencia, calmando así cualquier angustia, mucho y rápido con su boca insaciable. Hasta el sopor y el sueño o el coma intermitente antes del horror de despertarse en la feroz lucidez del día. Bebo en exceso porque bebo con la boca de mi padre.”