Show Must Go On…
Disculpen el título en inglés, pero es tan atinente al conflicto en la NBA… La frase es mucho más grata si recordamos a Freddy Mercury, justo cuando acaban de cumplirse 20 años de su muerte. Pero poco de arte, mucho de negocio y una batalla impiadosa terminaron el jueves pasado, con el acuerdo entre Bill Hunter –director ejecutivo del ahora recompuesto sindicato de jugadores- y David Stern, comisionado general de la fabulosa NBA.
El conflicto estaba previsto por todos los actores, ya que concluía el acuerdo firmado once años atrás. Los patrones estaban dispuestos a parar la Liga si no se acordaba un nuevo convenio colectivo que redujera la participación de los jugadores en el monto bruto de ingresos (era 57% y lo querían restringir al 47%), las pretensiones de los dueños se extendían a modificar reglas referidas a despido o corte de los jugadores contratados, a las condiciones de traspasos, límites salariales y varios puntos más.
Es difícil pensar que de un lado hay trabajadores y del otro patrones. La primera tentación es pensar que se trató de una pelea entre millonarios y multimillonarios. Justamente ese fue un eje comunicacional que explotaron los propietarios, apoyados en la fuerza y llegada de los medios en todo el mundo. Porque las cifras que ganan los jugadores irritan al desempleado español, al minero kasajo o al camionero argentino. Claro que ese golpe bajo –deliberado- incluye la omisión de considerar a los deportistas como los únicos imprescindibles de ese espectáculo deportivo profesional que genera ingresos oficiales por 4.000 millones de dólares anuales, sin contar los alrededores que hicieron pública sus quejas las últimas semanas. Desde los restaurantes, medios de transporte o marcas deportivas hasta las agencias de acompañantes elevaron su ruego de conciliación.
Etan Thomas, jugador en actividad y vicepresidente del sindicato ahora reconstituido, comparó la protesta con la de los indignados en Wall Street y criticó la manipulación de los patrones, quienes no dudaron en poner a Michael Jordan para representarlos e influir así en la opinión pública, a la vez que se preguntó si no hay despido y baja de salarios para los Managers y presidentes que no hacen rentable el negocio. La palabra de Thomas seguramente será relativizada por buena parte del establishment, dado que este referente ya se había pronunciado en contra de la invasión a Irak, unos años antes. Pero el caso de Jordan es emblemático, porque fue justamente él, el jugador más famoso de la historia del básquetbol mundial quien le dijo al presidente de los Wizzards, durante el anterior paro patronal a fines de 1998, que si no podía hacer rentable su negocio…debía venderlo. Está claro que el más grande cambió de equipo, no?
Jordan representó los intereses de una docena de franquicias que componen la medianía de la NBA y mientras los dueños de Miami Heat, Los Angeles Lakers, Orlando Magic, Phoenix Suns y Boston Celtics no disimulaban su impaciencia por la inflexibilidad de sus colegas propietarios, el presidente de los Spurs, Peter Holt, era el más firme ladero de Stern en las negociaciones. Hubo diferentes instancias, participó el mediador George Cohen, autor del arreglo reciente en la NFL (Liga profesional de fútbol americano); se convocó a un delegado del presidente Obama, hubo cartas de pedido desesperado para que medie en el conflicto el ex presidente Clinton y sin embargo, nada evitó que los jugadores disuelvan su sindicato para recurrir a la justicia en forma masiva, alegando violaciones a la ley antimonopolio, aunque suene asombroso por el tema y por tratarse justamente de los Estados Unidos de América.
Las posiciones parecían irreductibles, la amenaza de suspensión definitiva de la temporada se hacía realidad y sin embargo, los que más ganan fueron los que quisieron perder menos. Los dueños del negocio convocaron a una reunión secreta en Nueva York, la semana pasada. Dos días de 15 horas de discusión hasta que dejaron trascender que el acuerdo estaba por concretarse, justamente alrededor del sagrado Día de Acción de Gracias. En realidad, lo que hay que decir es que la NBA ganó un 7% en la distribución global de ingresos y que perdió en su estrategia de dureza, ya que los jugadores mantuvieron sus posturas a pesar de las divisiones –fomentadas- entre veteranos y novatos. Es que los jugadores dejaron de cobrar y sostuvieron su lealtad para con sus delegados. Finalmente, llegaron a un punto en el que la NBA no tenía manera de renegociar con la cadena ABC, grupo que tiene buena parte de los derechos de cable a través de ESPN y que sostiene el negocio desde su pantalla de televisión abierta y nacional.
Por todo eso, no es casual el arreglo ni mucho menos la fecha elegida para dar inicio a la temporada, ya que el Juego de Navidad es la apertura anual de las transmisiones para la cadena ABC. La Liga tendrá un formato de 66 partidos por equipo en su fase regular (normalmente son 82), se confirma el Fin de Semana de las Estrellas entre el 24 y el 26 de febrero en Orlando y se corre en dos semanas el calendario de los playoffs. Desde el 9 de diciembre comenzarán los entrenamientos y las contrataciones impactantes, habrá sólo dos juegos de pretemporada para cada equipo y, para completar el panorama, se jugarán tres partidos el 25 de diciembre: uno emitido por ESPN y los otros dos por ABC, que llevará al mundo entero el primer choque de la temporada entre los últimos finalistas: Dallas (flamante campeón por primera vez en su historia) y Miami. Por primera vez el juego de Navidad será el escenario en el que se premie a los campeones.
Seguramente quedarán huellas de tanta pelea, aunque pocos harán referencia pública al conflicto. El abogado David Boies festejará con buen champagne los cientos de miles de dólares y el prestigio adquirido tras representar con tanta firmeza a los jugadores (cobraba 1.220 dólares su hora de trabajo, buen salario, no?) . En pocos días, mucho antes que el inicio mismo de la competencia, este paro patronal quedará en la historia y ya nadie querrá hablar del tema. Será dentro de diez años, cuando haya que volver a discutir condiciones de este particular convenio colectivo de trabajo entre un sindicato que representa a 420 jugadores y una patronal que tiene 30 socios. Es que, más allá de los enormes méritos deportivos, de organización, los millones en juego y hasta del glamour de la NBA, hay roles que son esenciales en toda relación laboral.