Mempo y Vélez campeón
En el tantas veces desafinado concierto del fútbol argentino, muchos siguen considerando "chico" al Club Atlético Vélez Sársfield.
Sin embargo, la ya centenaria institución del barrio de Liniers es hoy una de las más grandes, respetadas, ordenadas y victoriosas del deporte nacional.
Ahora mismo el plantel profesional de Vélez acaba de coronarse campeón del primer torneo Inicial de la AFA. Con la delantera más efectiva y el goleador del torneo, el logro, alcanzado cuando todavía faltaba jugar una fecha, lo afirmó en el mejor promedio acumulado de puntos de los últimos cinco años.
Sin alharacas ni fanfarronerías, administrada con orden y continuidad, la institución de la Avenida Juan B. Justo no ha dejado de crecer y en los últimos 20 años alcanzó los 40.000 socios y ganó 14 copas futbolísticas en el orden nacional e internacional.
Aunque el fútbol es la principal actividad deportiva de la institución, y casi siempre con planteles mayoritariamente integrados por chicos de las divisiones inferiores, Vélez no se considera un club "de" fútbol, sino "con" fútbol, puesto que se auspician y practican más de 30 otros deportes competitivos, y en la sede hay un Instituto Educativo que cubre Nivel Inicial, Bachillerato, Profesorado de Educación Física y un Instituto de Especialización y Perfeccionamiento Docente.
Hechura de inmigrantes mayoritariamente italianos como mi abuelo, fue y es un club de barrios (mi familia vivía en Floresta, Liniers, Ciudadela y Ramos Mejía) con espíritu social y deportivo tal como lo soñó don Pepe Amalfitani (1894-1969), el tano prócer de la institución.
Se dice —y no tengo motivos para dudarlo— que Vélez no tiene deudas y está al día con la AFIP, que invierte bien lo que se gana y que paga a sus planteles al día. Lo que sé, de seguro, es que allí no hay escándalos y que hay listas opositoras pero la política interna es civilizada. No es poco para el fútbol argentino.
Seguramente no es el único ni el mejor, pero Vélez es uno de los pocos clubes modelo que tiene nuestro país, tanto a nivel institucional como deportivo. El mundo futbolero, que sabe apreciar estas cosas, valora que los equipos rinden más cuando son dirigidos durante años por técnicos que tienen historia en el club, como fueron los casos de Vittorio Spinetto hace medio siglo, de Carlos Bianchi en los 70, 80 y 90, y ahora de Ricardo Gareca, también ex jugador y goleador velezano que dirige al plantel desde Diciembre de 2008. En seis torneos consecutivos Gareca obtuvo tres campeonatos y un subcampeonato, asistido por otra gloria velezana, José “Turu” Flores, y por otro grande que se desempeña como manager: Christian Bassedas.
Cuando las cosas se manejan así, no hay casualidades. La grandeza se amasa lentamente y por eso llama la atención que muchos lo consideren todavía un "club chico”, cuando Vélez sólo es superado en cantidad de títulos y copas obtenidas (9 en Argentina y 5 internacionales, incluyendo la Libertadores y la Intercontinental) por Boca, River e Independiente.
En un artículo de 1995 que titulé "Vélez en el país de las maravillas", dije que este club era además una rareza por los valores sociales que allí se inculcan: humildad, sacrificio, trabajo silencioso y paciente con las divisiones inferiores. Todo lo cual no deja de ser un verdadero contraejemplo de lo que ha sido la Argentina en las últimas décadas.
Esas "rarezas" velezanas que ningunean ciertas mezquindades periodísticas, alcanzan por supuesto a lo deportivo. Como el absurdo final del campeonato de hace dos torneos, cuando casi todos los diarios y secciones deportivas le dieron más importancia a la despedida de Martín Palermo y al inminente descenso de River que al campeonato logrado por Vélez ante Huracán, de visitante y en una cancha vacía.
Igual había sucedido dos años antes, cuando Vélez también fue campeón al ganar una final (también contra Huracán) en la que casi toda la prensa se ocupó de restarle méritos a aquel equipo, y todo por un horrible arbitraje, las protestas del DT rival y el rencor inexplicable de cronistas adictos a los negocios.
Como hace década y media cuando Bianchi, en la cima de su gloria, dijo que se iría al terminar su contrato, ahora le tocó a Gareca renegociar el suyo. No buscaron forzar una reelección. No se hicieron rogar. No especularon. Bianchi hizo su trabajo y lo hizo bien. Se le dieron las gracias y se fue, y todos cumplieron su palabra. Seguramente sucederá lo mismo el año que viene, cuando Ricardo Gareca termine su quinquenio, ojalá que trayendo la Copa Libertadores que se escapó por un pelito en 2011.
Como sea, los hinchas velezanos confiamos en que por este camino seguirán los triunfos de este gran club, que es grande en todo sentido.