La copa que no fue

Deportes

Un resumen de lo sucedido en el torneo que se disputó en ljulio pasado en nuestro país. Cerrado el certamen se puede afirmar que todas las alarmas están encendidas para el fútbol argentino. La necesidad de reencausar el rumbo de la selección.

El pasado mes de julio la cintura cósmica del sur, la misma a la que supo escribirle el poeta Armando Tejada Gómez, volvió a oxigenarse con su bien más preciado: el fútbol. El deporte que a lo largo de esta última centuria se ha determinado como el elemento común más genuino a todos los sudamericanos. Los consagrados del ayer, los ídolos de hoy y las estrellas del mañana comparten la pasión por la redonda y la picardía por el potrero como una huella única del extremo sur de nuestro continente.

Un repaso histórico

La Copa América cuenta con el orgullo de ser el primer Campeonato de selecciones que se disputó en el Mundo. En 1916, con el propósito de conmemorar el Centenario de la Independencia Argentina, un grupo de dirigentes visionarios organizó en Buenos Aires un campeonato al que acudieron solo cuatro representativos nacionales: Uruguay, Brasil, Chile y Argentina. La estadística dice que la celeste se coronó campeona luego de una final ante el local. El match debió suspenderse por falta de garantías en el viejo estadio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires y reprogramarse para la tarde siguiente en la cancha del Racing Club de Avellaneda. El partido terminó empatado en cero pero los charrúas se coronaron por tener más puntos a favor. Desde entonces, ininterrumpidamente, el certamen se celebra en diferentes sedes y se consolidó como la gran fiesta del fútbol Sudamericano.

A fines de la década del 60` y durante toda la década del 70` el torneo pareció caer en desgracia. Los problemas económicos aquejaban a la región. El contexto político-social y los sistemáticos Golpes de Estado condenaron a que se realizaran solo 3 ediciones en 20 años y sin una sede fija. Se jugaron enfrentamientos directos y la competición parecía ir perdiendo prestigio y arraigo entre los aficionados.

En el mismo período que las democracias florecían en América del Sur y más por causalidad que por casualidad la Copa América volvió a renacer. Fue precisamente en 1987 y en nuestro país cuando, por decisión del por entonces flamante Presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) Dr. Nicolás Leoz, la Copa volvió a una sede fija y se reglamentó la obligatoria participación de diez seleccionados. También se confeccionó un organigrama de disputa para que los diez países afiliados hospedaran el torneo empezando por Argentina y culminando por Venezuela en 2007.

“Esta idea de rotación de sedes, además de pluralizar y democratizar el deporte más popular de la región, deja una herencia agregada: los estadios y la infraestructura adicional. En estas últimas dos décadas dos docenas de estadios de las diferentes sedes fueron construidos, ampliados, embellecidos y refaccionados. El propósito: albergar la gran fiesta futbolística del continente y dejar como legado infraestructura a los países anfitriones”, supo decir el Dr. Leoz a Cabal Digital en una entrevista realizada tiempo atrás.

 

Qué dejó la Copa América 2011

 

Argentina luego de 24 años, según estaba pautado, asumió el compromiso de organizar el certamen. Como una paradoja del destino esta fue la Copa del Bicentenario en conmemoración a los festejos extendidos de 2010. El torneo se disputó en ocho subsedes que se desplegaron a lo largo y ancho del país con el claro propósito de federalizar el certamen como nunca antes se había hecho desde que se desarrolló por primera instancia en suelo nacional.

Hoy que la Copa América en su edición 43 llegó a su fin con la coronación del seleccionado uruguayo, es momento de realizar un balance. Para ello es clave poder separar el análisis deportivo del torneo ,y desde luego lo que atañe al equipo argentino, de lo estrictamente organizativo.

Las sedes y su legado

 

La inversión final de las obras, según informaron el Comité Organizador y los gobiernos provinciales, en el período final de preparación de los Estadios osciló en una cifra cercana de los 260 millones de pesos.  Observándolo a la distancia y con el hecho consumado la primera pregunta que se nos viene a la cabeza es: ¿Cuál será el uso que a partir de ahora se le dará a los Estadios? Para ello es interesante repasar lo que se hizo para saber lo que quedó.

La ciudad de La Plata y su flamante Estadio Único impresionaron por su majestuosidad y tecnología de avanzada a todos aquellos que pudieron visitarlo o admirarlo por televisión. El punto débil, y uno de los más criticados del certamen, fue el pésimo estado del campo de juego que quedará como una tarea futura a resolver. Con una inversión cercana a los 70 millones de pesos se constituyó como el único estadio techado y multipropósito -sistema modular donde se retira el campo de juego- de la región. La realización estuvo a cargo de la empresa norteamericana Birdair y también hubo una fuerte participación de trabajadores locales pertenecientes al Astillero Río Santiago según afirmó a los medios en el día de su inauguración el Intendente platense Pablo Bruera.

El Estadio Monumental solo fue la casa de la gran final. Parecía ser al que menos tareas habría que realizarle de antemano, “solo algunas modificaciones en los palcos de la Tribuna Centenario” precisaron miembros de la actual dirigencia de River Plate un mes antes del comienzo. Pero los avatares causados por su parcialidad durante el consumado descenso del club, dos semanas antes del arranque de la Copa, pusieron en duda esta sede. Finalmente la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se hizo cargo de los arreglos y en menos de 15 días el estadio recibió a las selecciones de Paraguay y Uruguay con un marco como hacía tiempo no se observaba. 

El noroeste argentino también tuvo dos sedes. El estadio estatal Padre Martearena de la ciudad de Salta, donde se hicieron mejoras estructurales y de iluminación, que llegó a albergar a 34 mil espectadores. Deja como legado mejoras en los accesos y bandejas superiores sobre ambas populares y la actual platea preferencial.  Por su parte el estadio 23 de Agosto de Jujuy se erigió como la otra sede del norte argentino. Se ampliaron las tribunas sur, plateas altas y se edificaron nuevos palcos y cabinas de transmisión. La inversión final, cercana a los 5 millones de pesos, permitió mejorar la capacidad de 18 mil a 23.500 espectadores.

La gobernación santafecina tuvo a su cargo las mejoras del estadio Brigadier López. Se edificó la bandeja superior con el propósito de ampliar la capacidad a 47 mil espectadores, se colocaron asientos en las dos cabeceras, se reformaron los bancos de suplentes, la platea oeste en el sector del foso, se amplió el estacionamiento y los accesos del estadio empotrado en el barrio Centenario de la capital provincial. La inversión final del gobierno provincial fue cercana a los 20 millones de pesos y los resultados quedaron a la vista.

El gobierno cordobés debió invertir 20 millones de pesos para agrandar la capacidad del estadio Mario Alberto Kempes  –ex Chateau Carreras- a 54 mil espectadores. La renovación se hizo en dos etapas. En la primera se realizó una bandeja superior techada que cobijó a casi 9 mil personas sentadas. En la segunda se construyeron nuevas populares con más inclinación a las actuales y mayor cercanía al campo de juego. Por su parte el gobierno provincial también destinó parte del presupuesto a mejorar algunas estructuras de la ciudad como la terminal de ómnibus, los accesos y el centro cívico con el propósito de recibir al público visitante.

Cuyo es otra de las regiones del país que se vistió de gala para recibir la Copa. El gobierno de Mendoza invirtió una cifra cercana a los 40 millones de pesos para remodelar el estadio Malvinas Argentinas. Luego de 33 años de su inauguración, para el Mundial 78, se le realizó una refuncionalización general y actualización tecnológica por primera vez. Se destaca el control de accesos y egresos, la colocación de una pantalla de LED y el recambio de cada una de sus butacas. Por su parte San Juan fue la única sede que inauguró Estadio exclusivamente para la ocasión. Con una capacidad para 25 mil espectadores y una inversión cercana a los 90 millones de pesos el Estadio del Bicentenario le permitió a los sanjuaninos recibir por primera vez un torneo de fútbol a nivel selecciones en su provincia.

Palabras como infraestructura e inversión constituyeron la coyuntura previa de esta gran fiesta del deporte. La competencia deportiva fue efímera, como toda ansiada cita futbolística pero el legado de los Estadios perdurará.

El campeonato deportivo

 

Para comenzar un análisis sobre lo que dejó la Copa América conviene trazar taxativamente una línea divisoria entre aquellos seleccionados que alcanzaron sus expectativas, algunos hasta las superaron, y aquellos que desilusionaron sin, ni siquiera, rozar las metas previas al certamen y estar a la altura de su historia.

En la cúspide del primer grupo está Uruguay. El equipo del “maestro” Oscar Tabares ratificó “la chapa” alcanzada por ser el mejor equipo del continente en Sudáfrica 2010. Con una receta que combinó: orden táctico, garra, sacrificio, talento, generosidad y liderazgo deportivo dentro de la cancha y coherencia, continuidad y proyecto a largo plazo fuera del rectángulo de juego, terminó ratificándose como el más ganador en la historia del certamen.

Perú y Venezuela fueron sin dudas las revelaciones de la Copa. Los incaicos ganadores del campeonato en 1975 con su generación dorada donde se destacaban Oblitas, Sotíl, Chumpitáz y Cubillas volvieron a colocarse en la palestra del fútbol sudamericano. La clave para este resurgir del fútbol peruano estuvo en el proyecto de conducción que tiene a su cargo desde fines del 2009 Sergio Markarián. El DT uruguayo convenció a sus jugadores  con un planteo de austeridad que terminó potenciando sus propias limitaciones. Venezuela, sin dudas, es el seleccionado con mayor crecimiento en los últimos 15 años. Y esa fecha tiene sentido si ponemos como puntapié lo que significó la llegada de José Omar Pastoriza a la selección vinotinto. Desde el preolímpico de Mar del Plata 96 a la fecha este fútbol solo ha dado pasos hacia adelante para achicar la brecha que lo alejaba de otros seleccionados de la región. Luego del exitoso paso de Richard Paez, en 2007 la dirigencia venezolana decidió que Cesar Farías asuma la conducción de sus selecciones de mayores. Desde hace 4 años, el cuerpo técnico, viene haciendo un trabajo evolutivo con sus jugadores provenientes de las selecciones juveniles como Rondón, Fedor, Rincón, Rosales y Orozco que se fusiona con nombres referentes como Rey y Arango. Este equipo tuvo la particularidad que jugó 60 partidos en el último tramo casi de memoria y, si bien pueden haber cambiado algunos nombres,  las piezas se engranaron automáticamente en un esquema casi de repetición para que  los resultados quedaran a la vista con el histórico cuarto lugar.

Paraguay desde lo estético no tuvo un gran torneo pero fue un equipo efectivo. Empató todos sus juegos y logró colarse a una final -en la que de antemano no parecía invitado -a la que llegó muy debilitado por lesiones. Su entrenador, Gerardo “Tata” Martino, sostuvo que el equipo fue de menos a más a lo largo del certamen. Hoy, con su salida de la albirroja consumada luego de la Copa América,  se puede afirmar que el ciclo exitoso que los llevo a estar entre los mejores ocho seleccionados del mundo alcanzó su pico máximo de rendimiento en Sudáfrica, y que el segundo puesto reciente tuvo más que ver con el envión de un grupo que necesita renovarse urgentemente.

En el segundo grupo, el de los equipos que decepcionaron y no estuvieron a la altura de su historia, están Brasil y Argentina. La verdeamaerella está en pleno proceso de renovación de cara al mundial 2014 que lo tendrá como anfitrión. De la mano de Mano Meneces, un entrenador joven con ideas que entremezclan la esencia del “jogo bonito” y la rigurosidad táctica del fútbol actual, buscó darle rodaje a una nueva generación de jugadores donde se destacan nombres como Neymar, Alexandre Pato y Ganzo. Brasil decepcionó primero porque ni siquiera logró colarse en las semifinales y porque, si bien intento buscar un fútbol acorde a su identidad, nunca pudo sortear el orden y disciplinamiento de rivales como Paraguay y Venezuela.

Lo de Argentina más que una decepción puede leerse como la confirmación de una cadena de malas decisiones. Sergio Batista no solo jamás encontró el equipo durante el certamen sino que perdió lo poco que había construido en los amistosos de su proceso con partidos destacables ante rivales de la talla de España y Brasil. El equipo argentino puede ser comparado con una cadena de resignificación. Por ejemplo: el reflejo de las contradicciones que vivió el cuerpo técnico en la previa y durante el torneo – la convocatoria forzada de Tevez, la reubicación de Messi en la cancha,  la improvisación de laterales, etc- que a su vez se refleja con la absurda designación del cuerpo técnico por medio de las altas esferas de la AFA y sus constantes irregularidades, contradicciones y falta de coherencia.

A un mes del cierre de la Copa América 2011 podemos aseverar que las alarmas están encendidas para el fútbol argentino y que la necesidad de reencausar el rumbo de su seleccionado es imperiosa. Pero el Comité Ejecutivo de la AFA parece haber vuelto a improvisar con la reciente designación de Alejandro Sabella para suceder a Batista. Esto no tiene que ver con que Sabella no tenga pergaminos para comandar a la albiceleste en su camino al próximo mundial sino que, otra vez, se vuelve a designar a alguien a las apuradas, sin analizar y comparar su proyecto y, lo que es más preocupante, con métodos ligados a una dedocracia que poco tiene que ver con una entidad representativa del fútbol de todos.