El negocio del fútbol televisado
Se acabó. A partir del torneo que comienza este mes, el fútbol argentino de Primera División ya no se podrá ver por los canales de televisión abierta, como venía ocurriendo desde agosto de 2009, cuando el Estado le compró a la AFA los derechos de televisación y creó el Fútbol para Todos. A partir de ahora, quienes quieran seguir a su equipo por televisión deberán contar con un cableoperador que incluya las señales especiales TNT Sports y Fox Sports Premium y pagar un abono extra que según distintas versiones periodísticas rondaría los 300 pesos mensuales. O bien aguardar a que los nuevos dueños de la pelota terminen de implementar un también pago servicio de streaming. ¿Volverán a llenarse los bares con hinchas más dispuestos a pagar por una consumición que por un paquete de fútbol en el cable? ¿Cuántos fanáticos tendrán margen para sumar un nuevo gasto en estos tiempos de vacas flacas? ¿Volverán los programas que filmen las tribunas? ¿Sufrirá el fútbol local la pérdida de interés? Todos estos interrogantes se irán develando a partir de que la pelota empiece a rodar. Por lo pronto, bien vale repasar brevemente cómo ha ido evolucionando a través de los años la transmisión de la liga local.
El primer partido televisado
El 17 de octubre de 1951, cuando una multitud se reunió en la Plaza de Mayo para aclamar a Juan Domingo Perón y a Evita en la celebración del Día de la Lealtad peronista, la televisión argentina tuvo su debut en lo que a transmisiones en vivo se refiere. La segunda vez que se probó lo que por entonces era una proeza tecnológica tuvo lugar apenas un mes después: el 18 de noviembre San Lorenzo y River se enfrentaron en el Viejo Gasómetro por el campeonato local y aquel 1 a 1 se televisó en directo por Canal 7. El auspicio fue de YPF, cuyo eslogan decía “Siempre presente en las manifestaciones del deporte argentino”. Una semana después se vio a Racing enfrentar a Lanús y el 8 de diciembre a los de Avellaneda obtener el tricampeonato frente a Banfield. Según se cuenta en el libro Estamos en el aire, de Carlos Ulanovsky-Silvia Itkin-Pablo Sirven, aquel día “en la cancha de San Lorenzo hubo entre setenta y ochenta mil personas” y solo “un diez por ciento de esa cantidad lo siguió a través de 1300 aparatos en funcionamiento”.
Así empezó la historia del fútbol televisado en la Argentina. Deberían pasar más de 30 años para que la empresa de Carlos Ávila Torneos y Competencias se hiciera de los derechos y el fútbol televisado empezara un camino de privatización que eclosionó en 2009 y que ahora renace de las cenizas para desconocerle su status gratuito y universal. Sin embargo, muy poco tiempo después de aquel San Lorenzo-River la cuestión ya estaba bastante alejada de la inocencia inicial. “La presencia de las cámaras en los estadios despertó enseguida la inquietud de jugadores y dirigentes, quienes en 1954 comenzaron a exigir compensación por su aparición en la pantalla televisiva. Al año siguiente la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) percibió de Canal 7, en concepto de derechos de televisación de un total de treinta partidos, una suma superior a medio millón de pesos, suma que se vio acrecentada para 1956”, cuentan Pablo Alabarces y Carolina Duek en su trabajo Fútbol (argentino) por TV: entre el espectáculo de masas, el monopolio y el estado. Durante los años siguientes las transmisiones fueron suspendidas y reestablecidas en varias oportunidades por distintos desacuerdos, muchas veces de índole monetaria.
La era de Torneos y Competencias
El 4 de agosto de 1985 se emitió por primera vez el programa que a fuerza de monopolizar las imágenes y los goles del fútbol argentino se convertiría en un clásico de la televisión argentina: Fútbol de Primera. Con un resumen del partido más importante de la fecha y otros dos complementarios presentados por el periodista Enrique Macaya Márquez, el ciclo apenas reflejaba la profunda transformación que se estaba empezando a dar en el tema de la comercialización de los derechos televisivos del fútbol. Para el hincha probablemente no se trataba más de que de una opción diferente por ATC a Todos los Goles, el programa que desde 1983 ocupaba la pantalla de Canal 9. Sin embargo, Ávila había firmado con la AFA un primer y breve contrato de exclusividad que renovado terminaría con su competidor en 1987. En 1989 Fútbol de Primera se mudó al 9 y tres años después desembarcaría en Canal 13. Para ese entonces, TyC y la emisora del Grupo Clarín ya eran socias en otro emprendimiento destinado a sacarle más dinero a la televisación del fútbol.
Televisión Satelital Codificada (TSC), sociedad anónima compuesta en partes iguales por Torneos y Competencias y Clarín, y la AFA firmaron en 1991 el contrato que dio origen al nuevo formato que progresivamente fue convirtiendo al fútbol televisado en un producto premium. Con ese convenio no solo nació el “futbol codificado” (esto es la necesidad de pagar cable y abonos extra para ver partido en directo) sino que se desplegó un sistema por el cual la televisión lo manejaba todo. “El fútbol no sobreviviría hoy -escriben Alabarces y Duek- sin las ganancias procedentes de la televisación, aunque un reparto desigual –donde TyC se llevaba la parte del león– y la crisis económica de los clubes hace dudar de esa misma supervivencia. A la vez, esto implicaba una absoluta dependencia de los deseos e imposiciones de TyC respecto de días, horarios y pautas de programación”.
En el plano empresarial, la televisación del fútbol habría sido utilizada como una forma de aniquilar a los cableoperadores del interior del país para terminar monopolizando ese negocio. En 2003, la Cámara de Cableoperadores Independientes, a través de su presidente Gabriel Bandiera, acusó a TSC de cobrar “precios desproporcionados” por las señales TyC Sports y TyC Max negándoles así “la posibilidad de venta de esos canales a varios cableoperadores del país”. El mismo Ávila, ex socio y hoy crítico de Clarín, describió así el modus operandi del multimedios: “Le daban el fútbol al canal de cable A, así fundían al B y lo compraban. Luego se lo daban al B, fundían al A y también lo compraban”.
Fútbol para Todos y después
El acuerdo entre la AFA y TSC tenía validez hasta 2014, aunque en rigor de verdad se iba renovando periódicamente sin que pudieran participar otros interesados. De la misma manera, se pactaban nuevos montos. Pero todo cambió a mediados de 2009. El 20 de agosto, un día antes de que empezara un Torneo Apertura que estaba en riesgo porque muchos jugadores reclamaban a sus clubes deudas impagas y Futbolistas Argentinos Agremiados había solicitado la inhibición de esas entidades, se anunció que el nuevo socio de la AFA para la transmisión de los partidos por los próximos diez años sería el Estado. Nacía así Fútbol Para Todos, el sistema por el cual el fútbol se distribuiría entre los canales de aire y, por ende, no tendría ningún costo para los hinchas. En realidad, esa fue la salida a la que se llegó luego de que fracasaran las negociaciones entre la AFA y TSC para actualizar la cifra de 268 millones de pesos que se pagaban por los derechos de televisación. El Estado ofreció 600 millones y repartir lo que se recaudara por arriba de ese monto en partes iguales. Las ganancias del Estado se destinarían a promover el deporte olímpico.
Sin embargo, este contrato firmado por la AFA y el Estado tampoco se cumplió. Aunque le quedaban un par de años, las nuevas autoridades nacionales decidieron terminar con él y dejar en libertad a la AFA para que se buscara un nuevo socio privado. Tres oferentes hicieron sus propuestas: Fox/Turner, ESPN y Mediapro. El primero garantizaba que de ganar, además, TSC retiraría la demanda que había entablado contra la AFA por la ruptura anterior. ¿A qué se debió la solidaridad entre TSC y el consorcio Fox/Turner si son empresas completamente distintas? A primera vista, a que la empresa del Grupo Clarín tiene la porción de torta más grande en el mercado de la televisión por cable, plataforma imprescindible para cobrar por los partidos.
Con el fútbol nuevamente en manos privadas, lo que resta saber son los detalles de la implementación. Fox/Turner por ahora muestran mucho celo en revelarlos, pero los trascendidos periodísticos hablan de que se repartirán en partes iguales los partidos y que el abono por el fútbol estará alrededor de los 300 pesos. El contrato es por cinco años.
La experiencia del ya extinto Fútbol para Todos dejó varias aristas para un debate mucho más profundo, aun cuando es probable que cuando la pelota empiece a rodar y cada uno ya haya decidido cómo consumirá el fútbol empiece a caer en el olvido. Sin duda se trató de un formato que va a contramano de lo que sucede en el mundo híper mercantilizado, dónde la televisación del fútbol es uno de los negocios más codiciados por los consorcios privados y exige un desembolso adicional por parte del hincha. La Argentina mostró que ver fútbol por televisión abierta también puede ser un derecho. Pero la cuestión da en el blanco de la eterna tensión entre el Estado y el mercado, entre lo público y lo privado: ¿es tan demonizable todo mínimo atisbo de gratuidad?