Del Potro: el tenista que rompió el molde
A horas de haber ganado el título 200 para el tenis argentino el fenómeno Del Potro es el mayor referente en lo que a noticias de tenis respecta en Argentina. Pero ¿Quién es?, ¿Cuáles fueron sus sueños antes de ser profesional?, ¿Por qué rompió el molde del tenista albiceleste?, ¿A qué se debe su relación distante con la prensa? Algunas preguntas que podrían develarse en este viaje por una infancia no muy lejana.
Corría 1994, la selección argentina de Fútbol se preparaba para el Mundial de los EEUU, el Boca de Menotti ganaba los 3 superclásicos del verano y el River de Pasarella terminaba su pretemporada con muchas dudas en el Club Independiente de Tandil. Muy cerca de ahí, en el barrio Falucho de la ciudad Serrana, un niño de 6 años, con una altura que trasciende su edad, improvisa un frontón en el portón del garaje de su casa con una paleta de madera.
Juan Martín es el primer hijo de Daniel -un veterinario y trabajador del campo que había jugado al Rugby en los años de juventud- y Patricia -una profesora de Literatura en los colegios locales- y nació el 23 de Septiembre de 1988. Tuvo una hermana –Julieta- y su vida, por entonces, esta signada por su pasión por el fútbol y los dibujos animados como cualquier chico de su edad. El sueño de ese niño de pocas palabras que juega en los cebollitas de Independiente de su ciudad es ser futbolista profesional. Marangoni, como lo llaman por esos días en honor al rubio volante Xeneize por las similitudes físicas, se pasa horas en el club “para que canalice sus inquietudes haciendo deportes” como quiere su mamá. “Yo iba al club en esa época a jugar al fútbol… Arranqué de 5 y terminé jugando de 11. Algunos de aquellos chicos que jugaban conmigo llegaron a jugar en Primera, eran buenos. A mi me comparaban con Marangoni, no sé porqué, era muy exagerado”, recuerda el crack en el capítulo que Eduardo Puppo le dedica en "Historia del tenis en la Argentina".
Su desembarco en el Tenis no fue casual. La primera de las versiones cuenta que un día cuando iba camino a jugar al fútbol paso por una de las canchas de polvo de ladrillo del club y unos amigos le prestaron una raqueta. Inmediatamente aquel niño que jugaba con una paleta de madera en el portón de su casa se fue al frontón del club y se quedó horas probando los secretos del deporte blanco. Preguntado por esta leyenda, su mentor, Marcelo el Negro Gómez, se encarga de derribar el mito y despejar las dudas. “A Juan Martín lo trajo la madre a los 6 años porque el chico era muy inquieto y querían que canalizara esa energía haciendo deportes. Él ya le pegaba desde los dos años a la pelotita contra el portón de su casa con una paleta”, destaca su orfebre. Gómez es oriundo de Río Cuarto pero vive en Tandil desde sus 6 años. Heredero del sistema aprendido de Raúl Pérez Roldán y responsable actual de esa escuela que erigió a la ciudad como la capital nacional del Tenis – ahí se formaron Mariana y Guillermo Pérez Roldán, Mariano Zabaleta, Juan Mónaco, Machi González, Diego Junqueira y Delpo- ; recuerda el primer día con aquel pibe que rompió el molde: “Lo puse a Juan Martín contra el frontón la primera vez y noté que le pegaba bien. ¿Quién te enseñó?, le pregunté. Y me dijo que le pegaba en su casa. A los 8 años ya jugaba contra chicos de 10 en los nacionales y le iba bien, se notaba que tenía pasta” explicó el entrenador en una entrevista con el periodista Diego Borinsky en la Revista El Gráfico en 2009. Para su primer coach desde pibe se mostró como es ahora: competitivo, luchador, siempre tuvo ambición de ganarles a los mejores. Le gustaba jugar a todo. “Al truco siempre se armaba por el sandwich y la coca y más de una vez el padre llegó al buffet y tuvo que pagar una cuenta abultada que no se correspondía con su consumo”, recuerda Gómez en una anécdota que lo pinta de cuerpo y alma.
En esos días su entrenador, amparado por el potencial que veía en su alumno, le sugirió que optara entre el fútbol y el tenis. La decisión no fue fácil para este gigante fanático de Boca que soñaba con ponerse alguna vez la azul y oro y que la doce coreara su nombre –cosa que igual sucedería tarde o temprano -. La elección se dio luego de un viaje a Brasil cuando tenía 12 años: “Me gustaba mucho más el fútbol que el tenis pero fui a jugar un Sudamericano de Tenis a Brasil, cuando tenía 12 años, y ahí me decidí. Salimos segundos y me dieron un premio al mejor jugador del torneo. Eso me entusiasmó” recordó el actual top ten. Quien también rememora aquellos días es Duilio Botella, su ex DT de fútbol. “Lo dirigí tres años y jugaba realmente bien, dos por tres teníamos disputas con el Negro Gómez porque coincidían partidos o prácticas de los dos y cada uno se lo quería quedar. Hasta que un día vino la madre y me explicó que el chico había decidido dedicarse al tenis. Creo que hicieron una buena elección”.
Ese viaje a Brasil, aunque Delpo no lo recordó en las palabras de su elección, había significado una gran desilusión para Juan Martín. Ahí apareció la astucia y el oportunismo de su entrenador, Marcelo Gómez, para entrarle por su pasión: el fútbol. Juan Martín tiene 11 años y todavía alterna sus prácticas de tenis con las de la número 5 en Independiente de Tandil. Esta destruído, abatido, derrotado en el aeropuerto de Porto Alegre por que acaba de perder con la raqueta la final del sudamericano. Viene de abandonar el último partido con retirada en camilla incluida, 3-5 en el tercer set, descompuesto por el calor y abrumado por las barbaridades que le grita el público. “El enano”, como le decían cariñosamente por entonces, no encuentra consuelo y sigue mortificándose por la derrota, dolido y sin encontrar explicación por los insultos recibidos. Marcelo Gómez intenta, una vez más, con alguna palabra de ocasión levantarle el ánimo sin conseguirlo. De golpe levanta la vista y ve al inconfundible José Luis Chilavert. Luego de la presentación correspondiente con comentario en susurro de Gómez y el dedo señalando al rubiecito melenudo, el arquero se acerca al cabizbajo adolescente y le dice: “Uno se cruza con mucha gente –recuerda hoy Chilavert, sacando pecho-, pero aquel encuentro lo recuerdo perfecto. El chico estaba sentado y llorando. Me comentó que era de Boca y le pregunté si él había escuchado las cosas que me gritaban a mí en las canchas. ‘A los mediocres no los insulta nadie, si fuera por las puteadas yo me tendría que matar. Arriba ese ánimo. Ellos no van a llegar a ningún lado y vos vas a ser un campeón’, le dije. No tengo dudas de que va a ser el Número 1”.
Y así será corrobora Marcelo Gómez, que en realidad fue quien reveló el encuentro. “Esas palabras de Chilavert fueron cruciales. Al volver del viaje Juan Martín me dijo que pensaba dedicarse definitivamente al tenis y que quería ser el mejor”.
Esa decisión crucial en la vida de Juan Martín significó el comienzo de la vida pública de “La Torre de Tandil”. Gómez lo entrenó hasta el 2007 y recuerda que en el aspecto técnico hubo que trabajar un par de elementos que resultaron claves en la evolución de Del Potro. “No paraba nunca de crecer y sumaba centímetros como loco. Entonces lo preparamos para jugar puntos cortos, para ser agresivo en la cancha. Su estatura iba a limitar sus movimientos, por eso siempre pensamos en canchas duras. Y de ahí, su sueño de ganar el US Open” argumentó el DT.
Este tenista que con los años rompió el molde del jugador argentino, con un saque temible, que defiende bien y que arma los puntos para definirlos de manera espectacular, amparado en la palanca de sus brazos, siempre quiso ser el mejor y para eso fue formado. “De chico hacía lo que le pedíamos con cierta facilidad; se quedaba horas en el frontón y le encantaba competir. Incluso me llamaba los domingos a las 10 de la mañana para ir a entrenarse”, esgrime Gómez.
Ese proceso entre dedicarse al tenis y llegar al profesionalismo fue una etapa brillante. A los 15 años, en post de sus objetivos y con el apoyo incondicional – no solo económico – de su familia, decidió dejar el colegio. Su ascenso fue extraordinario desde los famosos Nacionales hasta que ganó en diciembre de 2002, con 14 años, el Orange Bowl. Juan Martín superó al checo Pavel Tchekhov 6-2, 7-6 en la final de uno de los torneos más importantes del mundo a nivel juvenil luego de ceder apenas dos sets en siete partidos. Momentos después del logro el joven tandilense posa con la misma Copa llena de naranjas en la cabeza- que habían conquistado Vilas, Sabatini y Coria- en el clásico ritual del vencedor pero la noticia pasa desapercibida en los medios hegemónicos de la Argentina. Al enterarse al respecto de la omisión un cronista del diario La Nación, un 28 de enero de 2003, publica una nota titulada “La noticia que se escapó”.
Un año mas tarde un pequeño grupo de periodistas que viajó a Bielorrusia, para la derrota 0-5 de Argentina en Copa Davis sin Coria ni Nalbandian, se ve conmovido por un pibe de 15 años que hacía de sparring. El chico, que respondía al apodo de “Junior”, disparaba misiles de fuste y mató a saques a los consagrados Calleri, Cañas, Arnold y Mónaco. Esa tarde las cámaras y micrófonos se posaron en él, esa tarde Delpo no pasó desapercibido, pero agarró el raquetero y volvió al Hotel, casi sin conmoverse con los flashes que podrían haberlo enceguecido.
A semanas de haber vencido a Roger Federer en la final del ATP 500 de Basilea, en su cuarto título del año (13° en total con el US Open 09’ como el más destacado) y de haber llegado a la semifinal del Masters 1000 en Londres con los ocho más grandes del mundo, el mejor tenista Argentino del momento sigue siendo esquivo a la prensa. Para los que lo conocen su introversión puede más que él, para otros podría ser una sutil venganza de aquella omisión periodística de 2002, pero lo cierto es que a los periodistas de todo el mundo sus noticias ya no se les escapan. Aunque él no hable con ellos, –salvo en conferencias- le guste a quien le guste, Juan Martín solo habla dentro de la cancha. Y eso es lo que importa.