¿Se cumple con la Educación Sexual Integral?

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A trece años de la sanción de la ley, materias aprobadas y asignaturas pendientes de la ESI.

En tiempos de abusos sexuales y femicidios, embarazos adolescentes con prohibición de interrupción legal del mismo –muchas veces aun en casos de violación, a pesar de que hay una ley que lo avala– y enfermedades de transmisión sexual, entre otras situaciones que afectan a niñas, niños y adolescentes, la educación sexual es una herramienta indispensable para la prevención y la ampliación de derechos. Así lo entendieron quienes en el año 2006 aprobaron en el Congreso de la Nación la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI), promulgada y reglamentada ese mismo año por el gobierno de Néstor Kirchner.
  
Casi trece años después –y a pesar del notable crecimiento de los movimientos por la igualdad de género, en defensa de la diversidad y a favor del aborto legal, seguro y gratuito–, la aplicación de la Ley ESI, como sucede con otras en diversos campos, queda discrecionalmente a criterio de las autoridades locales o provinciales, según su orientación partidaria, ideológica e incluso, o especialmente, religiosa. Se incumple así, al menos parcialmente, con una de las premisas básicas de la ley, que es la de que todos los estudiantes, sin importar si concurren a instituciones educativas públicas o privadas, deben recibir clases de educación sexual desde el nivel inicial hasta el secundario. No es solo la letra de la ley, ya que todos los ministerios provinciales firmaron en 2017, en el marco del Consejo Federal de Educación, su compromiso para cumplir con los contenidos obligatorios, que varía de acuerdo a cada nivel educativo.

El problema es que ese mismo año, según un estudio realizado por la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE), apenas el 4,5 por ciento de los docentes habían sido capacitados en la materia en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires. Otra investigación, de 2016, a cargo de Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana) y el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCI), concluyó que uno de cada tres adolescentes no tuvo ESI durante su educación secundaria en la Ciudad, y quienes sí recibieron contenidos de educación sexual lo hicieron en promedio solo durante dos horas al año. En términos presupuestarios, un relevamiento nacional de La Fábrica Porteña mostró que el presupuesto para el Programa Nacional (PNESI) cayó en valores nominales de $55.000.000 en 2015 a $43.000.000 en 2017.

Las pruebas Aprender 2018 también sumaron índices desfavorables en la materia. Porque si bien la totalidad de los alumnos de 6º grado aseguró haber recibido al menos uno de los contenidos de educación sexual obligatoria, los que aparecieron con mayor frecuencia en la encuesta fueron los de menor conflicto y “polémica”. En orden decreciente: cuidado del cuerpo y la salud (86%); buen trato en la escuela (79%); derechos de niñas, niños y adolescentes (78%); igualdad de derechos entre mujeres y varones (76%); comunicar tus ideas (73%); cuándo pedir ayuda a una persona de confianza (63%); diversidad de apariencia física, diversidad y género (63%); prevención del maltrato (55%); embarazo (50%); prevención del embarazo y enfermedades de transmisión sexual (43%); cómo evitar el abuso sexual (37%).

 

Una alternativa académica

En respuesta a estas falencias tanto en la aplicación de la norma como en la capacitación de quienes deben transmitir sus contenidos, la Universidad de Buenos Aires (UBA) lanzó recientemente la primera diplomatura sobre Educación Sexual Integral para docentes de todos los niveles educativos. La demanda superó largamente la oferta, ya que en el primer día de inscripción se completó el cupo de 480 inscriptos y quedaron 250 postulantes en lista de espera.

Según explicó Graciela Morgade, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde se dictará el curso universitario, el objetivo es alcanzar la formación en los contenidos y la perspectiva que establece la Ley ESI, “tratando de trascender fuertemente el modelo biomédico antes hegemónico y también los intentos de retroceso que algunas visiones moralizantes están intentando llevar adelante”. El éxito de la convocatoria, a pesar de no otorgar puntaje docente, según la decana “tiene que ver con una demanda y también con una trayectoria de nuestro equipo, que viene investigando desde hace más de 15 años en ESI”. Se trata de un movimiento pedagógico impulsado por los propios estudiantes a través de discusiones sobre temas como el lenguaje inclusivo, la violencia de género o la legalización del aborto.
La diplomatura sobre Educación Sexual Integral es gratuita, está dirigida a educadores y estudiantes avanzados, tiene una carga horaria total de 210 horas y se cursa en dos encuentros mensuales entre mayo y diciembre.

 

Un libro sobre ESI para chic@s

La falta de una respuesta oficial adecuada, partiendo del fuerte desfinanciamiento del Programa Nacional, hace que se generen distintas iniciativas en la materia, con el objetivo de no dejar a niñas, niños y adolescentes sin sus necesarios contenidos de educación sexual. En este sentido, la Editorial Sudestada publicó recientemente ESI para chic@s, dirigido tanto a estudiantes como a adultos interesados en el tema, empezando quizá por los propios padres de esos chicos. El libro, escrito por Daniela Scarafia, ilustrado por Luneta (Lucía Benjamín) y diseñado por Repo Bandini, transmite desde el lenguaje inclusivo las premisas de la Ley ESI, a la vez que busca desterrar prejuicios en la materia. “Entendemos que la educación es una tarea que debe abordar fundamentalmente el Estado, pero también una labor colectiva donde intervienen y confluyen distintos actores sociales desde múltiples miradas”, se lee en la introducción.

El libro no deja tema por tratar: respeto a los derechos y a la diversidad sexual, cuidado del cuerpo y la salud, igualdad e identidad de género, sexo biológico, estereotipos de belleza, masturbación, consentimiento, maltrato, abuso sexual infantil, violencia y relación sexual e incluso legalización del aborto a partir del concepto de “maternidad como deseo”. Según explicó la autora, que es docente y periodista, “los chicos y chicas ven los pañuelos verdes, escuchan hablar del tema y llevan preguntas a sus casas y escuelas. Y una de nuestras premisas a la hora de escribir el libro fue partir de sus inquietudes”.