Por amor al ferrocarril

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Entusiastas de los trenes se organizan a lo largo y ancho del país para estudiar y promover este modo de transporte.

¿Quiénes son los “ferrófilos”? Esas personas a las que les encanta prácticamente todo acerca de los ferrocarriles. Su historia, su impronta, su imaginario; saber de modelos de locomotoras y del estado de las líneas ramal por ramal; haber leído a fondo a Scalabrini Ortiz y visitado en lo posible varias veces lugares como Mechita, Tafí Viejo o Laguna Paiva. El ferrófilo colecciona la Todo Trenes y la Rieles, y es fan de Satélite Ferroviario. Va cada vez que puede a las charlas de la ALAF[i]. Y conoce perfectamente nombres como Larkin, De Marchi o Roccatagliata. Pero no solo se preocupa por el pasado: también lo inquieta el presente y qué puede llegar a ser de los trenes en un futuro cercano. En muchos casos le entusiasma hacer, y entonces encuentra a otros ferrófilos y se organiza para crear instituciones que a lo largo y ancho del país estudian, defienden, promueven y por sobre todas las cosas aman profundamente a los ferrocarriles. 

 

Los Amigos del Ferrocarril Belgrano

 

Mirados de lejos, los integrantes de la Asociación Amigos del Belgrano se parecen a una banda de locos lindos que cada fin de semana salen a recorrer con sus zorras el ramal G del Ferrocarril Belgrano. Y tampoco es que de cerca luzcan tan diferentes, pero aproximarse a su quehacer permite entrever algo más: un proyecto interesante para los municipios y para la sociedad civil, incluida una idea de desarrollo comunitario y la mirada “larga” de preservar una infraestructura que podría resultar estratégica tanto en lo económico como en lo social. “Lo nuestro no pasa tanto por la página nostálgica de mantener los trenes como eran hace cien años -explica el presidente de la entidad, Juan Pablo Zupan-. Claro que nos gusta el ferrocarril, y también la mística alrededor de la Compañía General de Ferrocarriles en la Provincia de Buenos Aires, que era el nombre que tenía la empresa que operaba este ramal antes de que pasara a formar parte del Belgrano. Pero si fuera por nosotros, preferiríamos que todas las vías bajo nuestra custodia fueran renovadas por completo para que los trenes pudieran circular con las condiciones de hoy en día”.

Son cerca de cincuenta socios activos y casi todos tienen menos de cuarenta años, de hecho ninguno vio jamás correr un tren por esas vías. Su tarea es mantener esa traza libre de obstrucciones, unos 150 kilómetros que entre Villars y Salto pasan además por Plomer, Tomás Jofré, Mercedes y Tres Sargentos, todo en la provincia de Buenos Aires.

El proyecto arrancó de manera fortuita. Un habitante de la localidad de Espora se había armado una zorra (un vehículo ferroviario liviano) para poder ir a hacer compras a Mercedes - a 20 kilómetros-, porque cada vez que llovía los caminos terminaban anegándose. En 2005 un grupo de ferroaficionados que visitó la zona decidió ir a pispear cómo estaba la estación y al ver las vías con las pestañas marcadas se sorprendieron. “No puede ser -dijeron-, si el último tren pasó por acá en el ’97”. Ahí fue cuando se enteraron de la historia de este solitario zorrista que a fuerza de ir a Mercedes a hacer las compras había logrado mantener la traza en excelente estado. Y eso fue lo que después se fue sistematizando, primero con un grupo de vecinos del lugar, luego con más gente que llegaba interesada. La cosa fue ganando seriedad hasta que se armó una asociación, se obtuvo la personería jurídica, se consiguió el número de matrícula y se escribió un estatuto que consigna que el principal fin de la institución es preservar la infraestructura para que el día de mañana, si se decide la reactivación de ese ramal, las vías se encuentren libres de obstrucciones.

“Tenemos un programa de mantenimiento que se maneja descentralizadamente, cada base de trabajo cuenta con su zorra y sus pañoles de herramientas para ocuparse del sector a su cargo”, señala Zupan. Esas tareas pueden incluir tanto el desmalezamiento de la vía como la reposición de rieles robados y la restauración de señales. “En algunos momentos del año hacemos una caravana, una especie de patrullaje de punta a punta con todas las zorras de la institución”, agrega. Y también explica que el ramal que custodian podría ser atractivo desde el punto de vista de las cargas, ya que “los productores de una de las zonas más ricas de la provincia de Buenos Aires contarían con un tren para sacar su producción directamente al puerto de Rosario”.

“La gente tiende a pensar que traccionamos las zorras con una manivela, pero no es así, estas son muy viejas y pesadas”, advierte el líder de la asociación y refiere que la mayoría funcionan hoy a motor. “Entre las nuestras solo dos son originales del ferrocarril, el resto surgieron gracias al ingenio de nuestros socios, que sin ningún plano pero con mucha chatarra se lanzaron a crear sus propios diseños”.

“Lo que más necesitamos -concluye Zupan- son manos que quieran sumarse a cambio de pasar un buen momento. Que entren a nuestro Facebook, o que directamente vengan cualquier fin de semana a Mercedes, Villars , Plomer o Tres Sargentos, donde tenemos las bases operativas. Muchos me preguntan: ‘¿vos te vas de Villa Luro a Mercedes todos los fines de semana, gastás en nafta, en comida, llegás cansado, todo cortado, y encima no te pagan?’. Y es que hay cosas que no se pueden explicar. Pero la satisfacción está, y el amor por lo que uno hace también”.

 

Asociación Rosarina Amigos del Riel

 

La A.R.A.R. funciona en Rosario y es una entidad civil sin fines de lucro que lo que básicamente busca es congregar a defensores, admiradores y estudiosos de los transportes por riel y de tracción eléctrica. Fue fundada en 1974, y cuenta con Personería Jurídica desde 1985. Solventa todas sus actividades con los aportes de sus miembros, que hoy rondan la cincuentena.

“En nuestra Sede Social en la estación Central Córdoba del F.C. General Belgrano llevamos a cabo diversas actividades, desde proyección de videos referidos a la temática del transporte, funcionamiento de los trenes en escala, charlas, presentaciones de libros, atención de consultas en el Archivo Ferroviario Regional y recepción de las visitas al museo”, dice el ingeniero ferroviario e integrante de la Asociación Carlos Alberto Fernández.

También se realizan regularmente otras actividades como la preservación histórica, incluyendo la reconstrucción y puesta en marcha de un camión de servicio de la Empresa Municipal Mixta de Transporte de Rosario (año 1938), un trolebús FIAT-Alfa Romeo-CGE de la Empresa de Transporte de Rosario (año 1960) y un tranvía de la Empresa Municipal Mixta de Transporte de Rosario (año 1939). Algunos de estos vehículos son ocasionalmente operados en servicios históricos de manera conjunta por la A.R.A.R. y la empresa de transporte urbano municipal SEMTUR.

“Tenemos un constante flujo de consultas y nuevos asociados, aunque la mayoría son de edad mediana -dice Fernández-, y también hay algunos chicos que entran a familiarizarse con la actividad a través del ferromodelismo. Otra vía para captar interesados es la operación del servicio tranviario histórico que realizan unas cinco o seis veces al año. “Nuestra idea -finaliza Fernández- es que la Municipalidad local se decida a ampliar el circuito y establecer un sitio de guarda y mantenimiento para que no sea necesario, como hasta ahora, llevar y traer el tranvía a bordo de un carretón cada vez que se presta este servicio”.

 

Fundación Museo Ferroviario

 

La Fundación Museo Ferroviario se creó en 1991, en plena época de las privatizaciones, cuando la idea del gobierno era liquidar Ferrocarriles Argentinos y cerrar el Museo Nacional Ferroviario Scalabrini Ortiz. Un grupo de personas decidieron entonces organizarse ofreciéndose a hacerse cargo del mantenimiento del museo, y aunque en ese objetivo puntual fracasaron sus gestiones terminaron logrando que esas salan jamás cerraran sus puertas, de hecho el museo continúa hoy abierto en el barrio de Retiro.

“Como teníamos la fundación creada a partir de ahí nos lanzamos a organizar un centro de estudios para que los que quisieran investigar acerca del ferrocarril tuvieran acceso a diversos materiales. Y luego fuimos sumando actividades: editamos libros, elaboramos mapas, organizamos ciclos de conferencias”, revela el actual director Jorge Waddell. Todo ese precioso material -infinidad de libros, planes de transporte, mapas, fotos, manuales de estación originales- fue incrementándose a partir de donaciones, compras y rescates de la debacle de ferrocarriles, cuando tal como recuerda Waddell “tiraban todo”.

La fundación ofrece su acervo bibliográfico y archivístico para todos aquellos que quieran aproximarse a la problemática ferroviaria desde las más diversas vertientes. “Acá llegan desde ingenieros, arquitectos e historiadores hasta estudiantes de carreras de arte que investigan la tipografía del ferrocarril. Y por supuesto muchos ferrófilos que vienen a leer revistas y ver fotos”, describe su director.

Waddell tampoco es un nostálgico del tren, más bien al contrario: suele insistir en que la simpatía por el modo encarna en distintas actitudes. Está el que añora el ferrocarril del pasado y también aquel más realista y con el que se identifica: el que comprende que si el ferrocarril sobrevive es justamente porque se moderniza y se piensa desde lo posible y deseable.

“Una política ferroviaria eficaz -sostiene- sería aquella destinada al mayor aprovechamiento del sistema ferroviario argentino teniendo en cuenta las características del país, las necesidades de la producción y las restricciones presupuestarias, por supuesto tomándolo como parte de un sistema de transporte con sus particulares ventajas”.

“Hoy día no se puede afirmar categóricamente que el ferrocarril es en todos los casos el mejor modo de transporte. Lo es en determinados tipos, a determinadas distancias, en determinados volúmenes. De hecho en el mundo actual el ferrocarril se ha ido especializando y concentrando en los tráficos masivos de carga y pasajeros, dejando los transportes de baja densidad a otros modos más eficientes”, remata el experto demostrando que no se trata tanto de trenes a toda costa o de que deban volver a todas partes, sino más bien de estudiarlos para comprender qué pueden aportarnos y entonces sí, decidir por fin una verdadera política ferroviaria.

 

[1]                  Asociación Latinoamericana de Ferrocarriles